martes, 9 de octubre de 2018

SUPRASENSIBILIDADES.


En mi recorrido de fin de semana por el MNBA, tampoco pude sacar fotos-apuntes[1]. En la exposición Suprasensibilidades me hubiese gustado, al menos, disponer de algunas imágenes sobre los documentos exhibidos. No hay cosa que me guste más que fotografiar la letra impresa.

La primera pregunta que se me plantea es por qué Ronald Kay y Hubert Fichte no se conocieron durante el viaje de éste a Chile durante la UP. Solo lo hicieron cuando Ronald Kay llegó a Alemania y comenzaron a colaborar en la puesta en forma editorial de la obra de Fichte. En la exposición no queda claro. ¿Debiera aclararse? Ronald Kay era un pésimo editor. Siempre pensaba que había que corregir las obras de los demás.  Quería reescribirlas.

Es indudable que desde el momento en que se conocen  Kay se convierte ante Fichte como una voz autorizada para hablar de Chile. Autorizada, ¿para qué?  ¿Qué hacía Kay, en la UP? ¿Cuál era el Chile de Kay?  Buena pregunta.  Los textos de Fichte, etnográficos, solo son recuperados por la crítica alemana como un ejemplo de escritura experimental, donde lo privado se articula con lo público del referente.  ¿Es suficiente? Convengamos que sí. Pero esos textos no fueron conocidos en español, hasta la edición de Kay.

Esta exposición tiene el valor de traernos a (otro) Kay de regreso.

Sin embargo, no puedo dejar de mencionar que ese interés práctico etnográfico estaba precedido, en Chile, por la circulación de dos obras de Oscar Lewis: Antropología de la pobreza y Los hijos de Sánchez. Leo a Fichte, inevitablemente, hoy, forzado por Lewis. Pero sobre todo, leo sobre determinado por la memoria de tesis en sociología que escribe Gonzalo Falabella, en esos años, sobre los afuerinos.  Hoy, me interesa recordar a Falabella, que tuvo que pelear a cuchillo para defenderse, porque en su inmersión etnográfica en el medio de los afuerinos, éstos sospecharon de él y pensaron que era un soplón de los  tiras.

Hablemos de los afuerinos. Mi indignación fue total cuando en twitter vi la reproducción de la foto a una entrevista de Matta. No había ningún trabajo de producción de contexto discursivo.  Tampoco se problematizaba el empleo que la prensa de 1970 hace de la palabra afuerino. En un momento en que la reforma agraria se empeñaba en desplazar la denominación, justamente porque corresponde a un léxico patronal.  Entonces: Matta, el afuerino. Es como para la risa. Pero todo esto es un comentario motivado por los documentos de la vitrina en Suprasensibilidades. Nada más. Al final, el que importa es Fichte. Y el efecto de su incómoda inclusión en la coyuntura literaria del Chile plástico-político de hoy. Además, Matta estuvo en el museo en 1970. Era un artista oficial. ¿El afuerino? Lo genial es que ambas exposiciones coincidan en el MNBA. Hasta qué punto se niegan.

En este marco, Mario Navarro concibe una exposición e invita a un grupo de artistas, a los que –supongo- solicita la ocupación imaginaria del lugar de Fichte como etnógrafo.  Pero esto, al parecer, forma parte de un proyecto más vasto, al que han invitado a Mario Navarro a participar. La exposición vendría a ser, algo así como una “ponencia”; es decir, como una operación textual/objetual específica en la que les solicita trabajar a partir de la textualidad de Fichte. Claudia del Fierro responde directamente reconstruyendo la lectura ocupacional, como una caminante cuya respiración delimita una posesión territorial, tomando el texto de Fichte como guión para una recomposición de contexto, permitiéndose establecer una retención sonora que reproduce el dolor de la distancia. Lo que perturba en el texto de Fichte es la puesta en evidencia de una versión encubierta. El escribe “de todo eso” mientras está a la espera que el Gran Conductor le entregue su Palabra, pero no lo consigue. El discurso de Allende es (a)condicionado por el recurso de un encargado de prensa que lo difiere, embolinando la perdiz. 

Regreso a la vitrina de Kay. Resulta inquietante advertir la portada de Variaciones ornamentales.  Kay sostenía que esos poemas anticipan el golpe militar. Inconscientemente, esa poesía querría a posteriori   garantizar la prosa etnográfica de Fichte, que recién pasamos a conocer por la edición castellana. De no creer.

Pero es indudable que colaboró con Fichte. De esa colaboración, el equipo alemán de Cirugía Plástica, al parecer, nunca estuvo al tanto.  ¿No les parece que esta relación se hace absolutamente necesaria? Es importante que se los pregunte. Kay/Fichte estaban muy lejos de las posiciones de nuestros amigos de la NGBK, cuando montaron esa exposición (in)vista.  

Imaginen: una exposición de arte chileno organizada por críticos alemanes de la izquierda alternativa –digo, no social demócrata-  tiene lugar en el momento en que cae el muro de Berlín. En el espíritu de Fichte, si se piensa bien, en lo único que puedo pensar es en el acto de interpelación/devolución homosexual de la performance de Leppe, en ese museo berlinés que hoy es un mall. Lo que les digo. Dejó de existir después de la re-unificación. El edificio fue remodelado, por lo que entiendo.  Pero Leppe devuelve la mirada a Fichte, sin saberlo.  Es cosa de reconstruir la performance.

Hay un momento en que Leppe se levanta de la silla y hace un paso de cueca, cantando: “tiqui, tiqui, tiii; tiqui, tiqui, tiii…! “  La estructura del asedio amoroso no basta para invocar la restitución de una mirada etnográfica. Pero la performance comienza con Leppe bajándose de un taxi Mercedes, con un pastor alemán de lazarillo y conducido en su caminar de ciego por un joven efebo de torso desnudo (muy griego a lo Winkelman) que toca el violín mientras avanza. Un contra-Fichte. Pero nunca lo supo.

¿Cómo valorizar el hecho de que en Suprasensibilidades participe Gonzalo Díaz, que también estuvo en Cirugía Plástica?  A tal punto,  que en la performance Leppe grita su nombre varias veces, hasta que éste aparece en escena y como si lo tomara de la mano, lo saca de ahí y se lo lleva. En términos estrictos, Leppe se las arregla para que la performance concluya con esta “sacada” de escena. Y ahora, Gonzalo Díaz entra en escena,  en esta exposición, para exponer otra escena.


[1] Horas antes de subir esta columna paso por el museo para verificar unos datos. Me entero que se puede sacar fotos. El guardia me explica que eso depende de los artistas. Curioso.

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