En mi recorrido de fin de semana por el MNBA,
tampoco pude sacar fotos-apuntes[1].
En la exposición Suprasensibilidades
me hubiese gustado, al menos, disponer de algunas imágenes sobre los documentos
exhibidos. No hay cosa que me guste más que fotografiar la letra impresa.
La primera pregunta que se me plantea es por qué
Ronald Kay y Hubert Fichte no se conocieron durante el viaje de éste a Chile
durante la UP. Solo lo hicieron cuando Ronald Kay llegó a Alemania y comenzaron
a colaborar en la puesta en forma editorial de la obra de Fichte. En la
exposición no queda claro. ¿Debiera aclararse? Ronald Kay era un pésimo editor.
Siempre pensaba que había que corregir las obras de los demás. Quería reescribirlas.
Es indudable que desde el momento en que se
conocen Kay se convierte ante Fichte como
una voz autorizada para hablar de Chile. Autorizada, ¿para qué? ¿Qué hacía Kay, en la UP? ¿Cuál era el Chile
de Kay? Buena pregunta. Los textos de Fichte, etnográficos, solo son
recuperados por la crítica alemana como un ejemplo de escritura experimental,
donde lo privado se articula con lo público del referente. ¿Es suficiente? Convengamos que sí. Pero esos
textos no fueron conocidos en español, hasta la edición de Kay.
Esta exposición tiene el valor de traernos a
(otro) Kay de regreso.
Sin embargo, no puedo dejar de mencionar que ese
interés práctico etnográfico estaba precedido, en Chile, por la circulación de
dos obras de Oscar Lewis: Antropología de
la pobreza y Los hijos de Sánchez.
Leo a Fichte, inevitablemente, hoy, forzado por Lewis. Pero sobre todo, leo
sobre determinado por la memoria de tesis en sociología que escribe Gonzalo
Falabella, en esos años, sobre los afuerinos.
Hoy, me interesa recordar a Falabella, que tuvo que pelear a cuchillo
para defenderse, porque en su inmersión etnográfica en el medio de los
afuerinos, éstos sospecharon de él y pensaron que era un soplón de los tiras.
Hablemos de los afuerinos. Mi indignación fue
total cuando en twitter vi la reproducción de la foto a una entrevista de Matta.
No había ningún trabajo de producción de contexto discursivo. Tampoco se problematizaba el empleo que la
prensa de 1970 hace de la palabra afuerino. En un momento en que la reforma agraria
se empeñaba en desplazar la denominación, justamente porque corresponde a un
léxico patronal. Entonces: Matta, el
afuerino. Es como para la risa. Pero todo esto es un comentario motivado por
los documentos de la vitrina en Suprasensibilidades.
Nada más. Al final, el que importa es Fichte. Y el efecto de su incómoda
inclusión en la coyuntura literaria del Chile plástico-político de hoy. Además,
Matta estuvo en el museo en 1970. Era un artista oficial. ¿El afuerino? Lo
genial es que ambas exposiciones coincidan en el MNBA. Hasta qué punto se
niegan.
En este marco, Mario Navarro concibe una
exposición e invita a un grupo de artistas, a los que –supongo- solicita la
ocupación imaginaria del lugar de Fichte como etnógrafo. Pero esto, al parecer, forma parte de un
proyecto más vasto, al que han invitado a Mario Navarro a participar. La
exposición vendría a ser, algo así como una “ponencia”; es decir, como una
operación textual/objetual específica en la que les solicita trabajar a partir
de la textualidad de Fichte. Claudia del Fierro responde directamente
reconstruyendo la lectura ocupacional, como una caminante cuya respiración
delimita una posesión territorial, tomando el texto de Fichte como guión para
una recomposición de contexto, permitiéndose establecer una retención sonora
que reproduce el dolor de la distancia. Lo que perturba en el texto de Fichte
es la puesta en evidencia de una versión encubierta. El escribe “de todo eso”
mientras está a la espera que el Gran Conductor le entregue su Palabra, pero no
lo consigue. El discurso de Allende es (a)condicionado por el recurso de un
encargado de prensa que lo difiere, embolinando la perdiz.
Regreso a la vitrina de Kay. Resulta inquietante
advertir la portada de Variaciones
ornamentales. Kay sostenía que esos
poemas anticipan el golpe militar. Inconscientemente, esa poesía querría a posteriori garantizar la prosa etnográfica de Fichte, que
recién pasamos a conocer por la edición castellana. De no creer.
Pero es indudable que colaboró con Fichte. De
esa colaboración, el equipo alemán de Cirugía
Plástica, al parecer, nunca estuvo al tanto. ¿No les parece que esta relación se hace
absolutamente necesaria? Es importante que se los pregunte. Kay/Fichte estaban
muy lejos de las posiciones de nuestros amigos de la NGBK, cuando montaron esa
exposición (in)vista.
Imaginen: una exposición de arte chileno
organizada por críticos alemanes de la izquierda alternativa –digo, no social
demócrata- tiene lugar en el momento en
que cae el muro de Berlín. En el espíritu de Fichte, si se piensa bien, en lo
único que puedo pensar es en el acto de interpelación/devolución homosexual de
la performance de Leppe, en ese museo berlinés que hoy es un mall. Lo que les
digo. Dejó de existir después de la re-unificación. El edificio fue remodelado,
por lo que entiendo. Pero Leppe devuelve
la mirada a Fichte, sin saberlo. Es cosa
de reconstruir la performance.
Hay un momento en que Leppe se levanta de la
silla y hace un paso de cueca, cantando: “tiqui, tiqui, tiii; tiqui, tiqui,
tiii…! “ La estructura del asedio
amoroso no basta para invocar la restitución de una mirada etnográfica. Pero la
performance comienza con Leppe bajándose de un taxi Mercedes, con un pastor alemán
de lazarillo y conducido en su caminar de ciego por un joven efebo de torso
desnudo (muy griego a lo Winkelman) que toca el violín mientras avanza. Un contra-Fichte.
Pero nunca lo supo.
¿Cómo valorizar el hecho de que en Suprasensibilidades participe Gonzalo
Díaz, que también estuvo en Cirugía
Plástica? A tal punto, que en la performance Leppe grita su nombre
varias veces, hasta que éste aparece en escena y como si lo tomara de la mano,
lo saca de ahí y se lo lleva. En términos estrictos, Leppe se las arregla para
que la performance concluya con esta “sacada” de escena. Y ahora, Gonzalo Díaz
entra en escena, en esta exposición, para
exponer otra escena.
[1]
Horas antes de
subir esta columna paso por el museo para verificar unos datos. Me entero que
se puede sacar fotos. El guardia me explica que eso depende de los artistas.
Curioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario