miércoles, 10 de octubre de 2018

SUB-MUNDOS (OTROS).




En las cuatro últimas columnas me he referido a iniciativas que tuvieron lugar en los años 1970 y 1971. Digo: es la exposición Matta de todos y Suprasensibilidades que pone en relación estos sucesos. No hago más que leer la coyuntura. Matta pinta las arpilleras en octubre de 1970, mientras Fichte realiza la entrevista a Allende un año después.

Fichte analizó la UP desde su travesía por el submundo santiaguino de los saunas homosexuales, mientras esperaba la entrevista con la Voz Viril. Pero es mi deber relevar el hecho que en ese momento, Enrique Lihn y Germán Marín editaban la revista Cormorán. Ellos hacían todo. Desde la edición literaria hasta la edición gráfica, desmarcándose de la gráfica oficial. Esta fue la plataforma desde la cual German Marín ideó y produjo uno de los libros más espectaculares producidos durante ese período: Chile o muerte. Se trata de un libro que comenzó –presumiblemente- en 1969, y que termina de montar en México en la primera mitad de 1974. Esto que hace Marín refleja un “submundo-otro”, al que Fichte no tiene acceso, y ni se imagina que existe.   

Ronald Kay tampoco asume la existencia de Cormorán.  Al parecer, ni se entera del texto escrito por Enrique Lihn y otros[1], que se publica en esa revista, bajo el título Por la creación de una cultura nacional y popular.  Los invito a leer el ensayo de Jaime Pinos en el libro Horroroso Chile (Ensayos sobre las tensiones políticas en la obra de Enrique Lihn), publicado en el 2013 por Alquimia Ediciones. Se encontrarán con interesantes sorpresas en relación al submundo de la disidencia a la que Enrique Lihn pertenecía. Y se trata de un tipo de disidencia que no será considerada por la oficialidad del espectáculo[2] que formatea la perceptibilidad de la escena plástica.

Sin embargo, en los ensayos de esta magnífica edición, no hay una sola mención a los escritos de Enrique Lihn sobre artes plásticas.  No es una falla. Solo es una opción de perspectiva que compromete a una generación de lectores que irrumpen en la cercanía generacional de Rodrigo Lira.  No tenían por qué enterarse de los textos de 1956 y 1957. Esto es lo que ocurre cuando no se escribe de manera suficiente acerca de las condiciones de producción discursiva cuando se prepara una edición.  No tengo por qué decir más.  

Solo re-leo a Enrique Lihn desde mi posición de lector simultáneo de Cormorán y recupero las hipótesis que debieran conducirme a colmar la laguna que tengo sobre su biografía intelectual; es decir, en torno a lo que hace entre 1958, cuando deja Revista de Arte, y 1966, cuando gana el premio de poesía de Casa de las Américas y viaja a Cuba. Fichte no se dará por enterado. No puede disponer de elementos para entender las sutilezas de esa coyuntura de escritura.  Lo trágico de este asunto es que en los años ochenta se hace editar por quien no se había ganado el premio mencionado. 

Al final: ¿Qué es lo que me molesta? Muy simple. Resulta complejo leer los sobredimensionamientos que la actualidad produce sobre disidencias determinadas, que terminan por encubrir, si no, omitir, la existencia de (otras) disidencias, cuya legitimidad es adelgazada por operaciones de anacronismo historicista. Todo bien. Tienen derecho.  La especulación editorial existe.  Pero eso mismo, me otorga el derecho a señalar que esas disidencias a las que Lihn y Marín pertenecen, por ejemplo, han sido silenciadas de una manera intolerable, tanto en el campo literario, como en el campo político. Y de manera precisa, se trata de disidencias que jamás se instalaron como academias de la insubordinación.

Celebro el esfuerzo de Alquimia Ediciones. Me puso en contacto con otras disidencias, en el seno de un debate para el que existe un caudal documentario consistente, que había que hacer visible. Para eso está el trabajo de producción de archivo. 




[1] Entre los firmantes se encontraban Jorge Edwards, Antonio Skármeta, Waldo Rojas, Ariel Dorfman, Germán Marín y Poli Délano.

[2] Nombre de una guía del espectáculo que circula en Paris en los años setenta: L´Officiel des spectacles (Guía oficial del espectáculo). Puede ser  -además- traducido como “comisariato del espectáculo”.

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