Podría haber hecho una cita textual directa.
Algo conozco de la obra de Freud. Sin embargo, al regreso del museo, a la
salida de la estación del Metro que da al pasaje del GAM, compré en una feria
un libro de Vicente Battista, escritor argentino, en dos lucas. Lo abrí por
casualidad en la página 25 y una frase me asaltó la vista. Una de las razones
para haberlo comprado, además de a ganga, era la frase: “Según Freud, el hombre
adulto no hace otra cosa que padecer los recuerdos de su infancia”. Lo cual, en
el contexto de una lectura más amplia, resulta evidente el carácter peyorativo
que tiene esta frase en la economía del relato. Pero decidí hacer uso de ella
para escribir la tercera entrega sobre la exposición de Mario Navarro. No sin
antes recordar que en las dos columnas anteriores ni siquiera tuve que recurrir
a una cita de Walter Benjamin, que es como una especie de mot-de-passe para ingresar en este tipo de crítica aspiracional
académica; o, en su (d)efecto, académico aspiracional. Total, este tipo de
textos no han sido pensados para obtener la gloria de la indexación.
De todos modos, es el propio Gonzalo Díaz quien
pone las cosas en evidencia. Nunca había mencionado con este nivel de expresión
un relato vinculado a su temprana infancia; momento en que contrae la
polio. La segunda parte de la obra en Suprasensibilidades apunta a reproducir
el modelo de banco/marco de pruebas
(1988). Me refiero a la máquina de producción de sentido material; o bien, de
producción material del sentido de algunas cosas. Aquí, el balaustre ha sido
reemplazado por una silla. De la política pasamos a la autobiografía, sin
transición. Esto no hace que la
autobiografía sea “menos” política. Hay que tener cuidado: Díaz podría ser
acusado de perder la objetividad maquinal. Lo que ha ocurrido, simplemente, es
que ha subjetivizado la objetivación de la maquinalidad del cuerpo. Es decir,
el cuerpo propio y el cuerpo de la historia, que se da a ver por su puesta en
movimiento asistido. De ahí que de ser un remate decorativo importante de la
arquitectura republicana, el balaustre pasa a convertirse en una
infraestructura auto-soportante: una silla básica. Pero cuya función ha sido
modificada para solo servir de plataforma de acogida de unas pesas que van a
permitir que gracias a un contrapeso situado fuera de la silla, el objeto se
mantenga en la misma posición. De modo que se pueda entender que la silla es un
sustituto de cuerpo cuya dimensión micro-cósmica debe ajustarse con la
maquinalidad del macro-cosmos.
Es aquí que aparece el Sputnik como una
contrapeso pragmático que sostiene “balanceada” la energía de las esferas
terrestres con la de las esferas celestes, con la ayuda de un dispositivo de
estiramiento de la relación simbólica, que con su sola objetualidad define la
dimensión de la ausencia del cuerpo, cuya densidad ha sido desplazada
(sustituida) por las pesas de una balanza romana,
para mantener el equilibrio con las pesas que cuelgan de la cuerda que da la
vuelta por la polea fijada en altura. Al
final, este es el centro de la tierra. Cuando Matta-Clark hizo el trabajo en el
MNBA, conectó el cielo y la tierra, mediante un dispositivo óptico precario y
unos espejos. Díaz supo conectar estos antecedentes para rentabilizar el juego
copernicano, cuyos dibujos explicativos ya habían sido objeto de su trabajo.
Debajo de la silla, Díaz dispuso siete fluorescentes
de pequeño formato, en forma de leña para armar una fogata. Pero es un fuego
congelado por la luz que sustituye todo peligro. Entonces, más bien se asemeja a un
enjambre de luces de emergencia que señalan la existencia de un campo
traumático.
La tercera parte de la pieza consiste en un
simple parlante, por el que se escucha el relato en alemán de la noticia del
lanzamiento del Sputnik, ese día 5 de octubre de 1957. Díaz consiguió “grabados
de época”. Se trata del registro de la lectura de relato sobre un
acontecimiento histórico que mantenido a buen recaudo por la “ortopedia” de la propia
radiofonía, controlando todo efecto emotivo, en contrapeso a la sonoridad que
caracterizan otros acontecimientos históricos cercanos, que afectaron el
micro-cosmos de millones. La voz del relator es un dato duro (va a las tripas), la imagen del satélite
es un dato blando (se disipa). En relación a estos incidentes, Fichte mismo,
hijo ilegítimo, pasa su infancia durante la segunda guerra y constata la
disipación de la filiación. No hay causa ni efecto. El propio Díaz señala en el
texto de la ficha de la pieza, pegada en el muro, que no tiene cómo averiguar
la razón de la juntura entre ambos acontecimientos. No creo que importe
mayormente. La juntura está en el balance de las obras y de sus referencias
como sistemas de significación; el arnés ortopédico es el arma que conecta el
estiramiento de la coyuntura de octubre de 1957 con la contracción política de
octubre del 2018, para quienes recurren a recuperar las ruinas de lo denotado
por Fichte en su relato sobre 1971.
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