lunes, 8 de octubre de 2018

LOS MATTA DE TODES.




Una de las cosas que más me ha sorprendido es que en el MNBA no se puede sacar fotografías. No podré tomar apuntes con el celular. En general, regreso a casa con unas notas gráficas para poder escribir. No es que no vaya a poder escribir ahora, pero me hubiese gustado disponer de una toma del montaje de una de las salas de la exposición Matta de todos. Es tal la envergadura de su maniqueísmo, que el deseo forzado de inclusividad se impone como un mal chiste. De todos modos, me hizo recordar la historia de un director de museo, artista con muy escasa obra, pero al que cada vez que le hablaban de alguna cosa, él agregaba, “yo ya había… “ pensado o realizado eso de que se estaba hablando. Entonces llegó a tal punto que un buen día lo bautizaron como la tía Yoya.  

No es que mi deseo sea ocupar su lugar en la lucha por las precursividades,  que de hecho, se ha convertido en un tic común de connotados investigadores de arte. ¡Que título! A partir de ahí, todos los demás, no investigaríamos. O sea, nos haría falta la garantía académica. El pequeño problema es que desde la autonomía, parece que algunos producimos más que mucha academia junta. No es falta de modestia, sino que solo hago referencia a un modelo de trabajo.

Tomaré temporalmente el lugar de la Tía Yoya para defender una posición que es constantemente omitida por … (justamente) … ¡los investigadores de arte!  

Esto viene a ser como la historia del predicador evangélico cuya imagen aparece en el libro Chile o muerte de Germán Marín (1973-74), que asomaba su cabeza en el Café Haití y gritaba hacia adentro: “¿Quién tiene la culpa? – y se respondía él mismo, en un airado tono- “¡los deteeeeectiiiiives!”. Entonces, ¿Quién tiene la culpa? ¡Los investigadores! (Risas).

Así las cosas, ingresé a la primera sala de la exposición y con solo percibir el conjunto, descubrí que había trabajado con casi todas las obras allí expuestas, en condiciones bastante más restrictivas que las actuales. De partida, llevé Fango original a la Fundación Santillana a comienzos de los noventa. La obra no cabía en ningún avión cargo. Finalmente, se pudo, en un 747. Después, la joya del museo, El día es un atentado, lo llevé a la XXIV Bienal de Sao Paulo, cuando me cupo el honor de organizar la muestra específica de Matta en la sección histórica, detrás de Bacon y al lado del Siqueiros de caballete.  Estoy hablando de la bienal que fue curada por Paulo Herkenhoff. 

Recuerdo que fui “courrier” y estuve horas en la aduana de Sao Paulo,  junto a los curadores de la muestra de Van Gogh, que estaban sufriendo las objeciones de los funcionarios brasileros porque alguien, en Amsterdam, había hecho mal el packing list. Creí escuchar, en un momento, que al día siguiente en Holanda alguien tendría que dejar su puesto. Un trabajo mal hecho tenía retenidas las obras …. de Van Gogh, en la aduana. Nadie se imagina lo que es la aduana brasilera. Algo muy serio.

Luego dejé esa sala y fui a la de los Matta de todes en sentido estricto, que pone el tono demagógico, innecesario, arbitrario y oportunista, de esta exposición.  La incorporación del video del Mono González es de antología y demuestra la eficacia de la operación curatorial, al conectar el Mural El gol del pueblo chileno, haciendo que Matta no sea de todes, sino de las ingenuas ensoñaciones de quienes la diseñaron, dominados por la utopía instituyente de la voz directa de Matta, recogida de diarios de época y reproducida como verdad-de-obra.

Pero, esto ¿es un trabajo de investigación de la colección, donde se maneja la documentación de época como reflejo verdadero? Ni siquiera se pone en contexto –disculpen el empleo de esta palabra- el análisis crítico de la prensa.  Como tampoco se hace mención a otros ensayos curatoriales que tuvieron lugar y que fueron interesantes propuestas de manejo de la misma colección, ya realizadas en el mismo museo. Lo grave es que la muestra resulta organizada y garantizada a partir del discurso del Mono González. ¿Quieren discutir por qué es grave? ¿Quieren que lo discutamos?

Entonces, ¿a qué obedece este afán fundacional de este gesto curatorial? ¡Un poco más de mesura! Hasta la noción “Matta de todos” es restrictiva, porque excluye la existencia de otras obras de Matta, muy importantes, en colecciones privadas, que no permitirían el acceso a “todos”.  ¿Ese es el sentido? Pero esto se desmiente con la sola enumeración de las exposiciones de Matta que han tenido lugar en Chile, y en las que se ha incluido otras de privados y de otros museos. Es decir, ha habido Matta para rato. De modo que, en términos museales, hay por lo menos una apreciable cantidad de buenas obras. ¿Por qué insistir, entonces, en ese título curiosamente tan poco inclusivo? Los otros Matta no serían de todos.  El museo, en cambio,  representaría a todos y se modularía como una plataforma de acceso. Esa está muy buena como hipótesis.  ¿Pero a costa de reducir la obra de Matta a una explicación conmemorativa?

El tema es que llegan tarde a Matta y pretenden enseñarnos algo “que no hubiésemos sabido”. ¿Qué es lo que no hubiésemos sabido? ¿Las anécdotas del Mono González convertidas en discurso crítico? ¡Por favor!

Hay que pensar que la estrategia del Gran Burundún (los dibujitos antropomorfos encerrados en viñetas como si fueran comics transcendentales) forma parte, además, del gran oportunismo político de Matta.  ¿Hablemos de eso?  Vamos por parte. Sin el recurso a dicho oportunismo esta exposición no hubiese tenido lugar. Lo cual no le resta nada a la obra, por que Matta es Matta y en su pintura  una zona de mayor densidad le presta ropa –por decirlo de algún modo- a zonas de menor densidad.  Lo que pasa es que mediante esta operación, es el conjunto de las piezas pertenecientes a la colección del MNBA que es leída, como escriben algunos connotados críticos, en clave de “gol de media cancha”.  Pero no se dan cuenta que hasta el propio Matta les está advirtiendo que todo lo que ha logrado el pueblo, solo es un gol de media cancha. Grave pronóstico de política contingente.  Un gol que tomó desprevenido al arquero contrario.  Pero que no habla de la consistencia de juego del equipo.  Matta pensó más allá del título. Siempre, los títulos, determinan la lectura. Son cuidados. Cuidadosos. No son simples jueguitos de palabras. Al final, esta exposición es un gol de media cancha de quienes la concibieron y tomaron desprevenido al público del museo.

La obra de Matta no se reduce a ese mural  en su obra de conjunto.  Los murales de Matta son desastrosos. ¿Lo podemos debatir?  Aunque resulta inevitable conectarlos y hacer toda la faramalla de mediación pedagógico-partidista en la que todos quedan contentos convencidos de haber hecho un gran trabajo.

Pero conectar todo esto con la epopeya mediadora del cheque de Matta, es de otro corte, como si fuera una gesta heroica, casi asimilable a la internación de armas (no de pintura) en Carrizal Bajo. No se llegó, al menos, a sugerir que el cheque era un trabajo conceptual de Matta. Lo que de todos modos reproduce esa anécdota es el peso de la ideología de la firma, en el mercado. Al final, lo que vale es una firma.

Ahora bien: esos otros Matta, pintados sobre barro y arpillera los llevé a la primera Bienal del Mercosur, en 1997. Incluso logré que la bienal financiara la conservación preventiva para consolidar la materia y la obra viajó acompañada por una conservadora del Centro Nacional de Restauración. ¿Qué tal?  O sea: como una buena Tía Yoya, he promovido la internacionalización de la colección del MNBA más que nadie, al parecer[1]. Todo, realizado desde una colección pública.

No tuve que conocer a Matta, ni a nadie de la familia para validar mi trabajo. Recuerdo que en Sao Paulo recurrimos a obras de museos (Monterrey, Oxford, MNBA, entre otros). Algunos dibujos de algunos coleccionistas chilenos. Pero lo mejor fueron los dibujos restaurados de Matta que tiene la Colección Cisneros. Eran de entre el 1939 y 1942. Recuerdo unos dibujos realizados con lápices de colores sobre papel de cuaderno escolar. Puestos junto a El día es un atentado, esta pintura adquiría otra dimensión. Este es un trabajo que hice solo estudiando las obras del museo y señalando las condiciones de su producción, en un mundo donde hay personas que se apegan a la repetición de anécdotas y reproducen las cosas que se han escrito pero que son de un gran sentido común y terminan metiendo todo en un mismo paquete, sin hacer distinciones.

Lo lamento, pero como nadie recupera el valor de un trabajo realizado en condiciones de gran adversidad, no está mal recordar algunas cosas. Si no lo hago, ¿Quién? Solo me queda  agradecer a la Tía Yoya.


[1] Brugnoli cuando fue curador del envío chileno en Mercosur llevó una exposición de Matta. Pero yo ya lo había hecho. (Risas).

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