Una de las cosas que más me ha sorprendido es
que en el MNBA no se puede sacar fotografías. No podré tomar apuntes con el
celular. En general, regreso a casa con unas notas gráficas para poder
escribir. No es que no vaya a poder escribir ahora, pero me hubiese gustado
disponer de una toma del montaje de una de las salas de la exposición Matta de todos. Es tal la envergadura de
su maniqueísmo, que el deseo forzado de inclusividad se impone como un mal
chiste. De todos modos, me hizo recordar la historia de un director de museo,
artista con muy escasa obra, pero al que cada vez que le hablaban de alguna
cosa, él agregaba, “yo ya había… “ pensado o realizado eso de que se estaba
hablando. Entonces llegó a tal punto que un buen día lo bautizaron como la tía Yoya.
No es que mi deseo sea ocupar su lugar en la
lucha por las precursividades, que de
hecho, se ha convertido en un tic común de connotados investigadores de arte.
¡Que título! A partir de ahí, todos los demás, no investigaríamos. O sea, nos
haría falta la garantía académica. El pequeño problema es que desde la
autonomía, parece que algunos producimos más que mucha academia junta. No es
falta de modestia, sino que solo hago referencia a un modelo de trabajo.
Tomaré temporalmente el lugar de la Tía Yoya para defender una posición que
es constantemente omitida por … (justamente) … ¡los investigadores de arte!
Esto viene a ser como la historia del predicador
evangélico cuya imagen aparece en el libro Chile
o muerte de Germán Marín (1973-74), que asomaba su cabeza en el Café Haití
y gritaba hacia adentro: “¿Quién tiene la culpa? – y se respondía él mismo, en
un airado tono- “¡los deteeeeectiiiiives!”. Entonces, ¿Quién tiene la culpa?
¡Los investigadores! (Risas).
Así las cosas, ingresé a la primera sala de la
exposición y con solo percibir el conjunto, descubrí que había trabajado con
casi todas las obras allí expuestas, en condiciones bastante más restrictivas
que las actuales. De partida, llevé Fango
original a la Fundación Santillana a comienzos de los noventa. La obra no
cabía en ningún avión cargo.
Finalmente, se pudo, en un 747. Después, la joya del museo, El día es un atentado, lo llevé a la
XXIV Bienal de Sao Paulo, cuando me cupo el honor de organizar la muestra
específica de Matta en la sección histórica, detrás de Bacon y al lado del
Siqueiros de caballete. Estoy hablando
de la bienal que fue curada por Paulo Herkenhoff.
Recuerdo que fui “courrier” y estuve horas en la
aduana de Sao Paulo, junto a los
curadores de la muestra de Van Gogh, que estaban sufriendo las objeciones de
los funcionarios brasileros porque alguien, en Amsterdam, había hecho mal el packing list. Creí escuchar, en un
momento, que al día siguiente en Holanda alguien tendría que dejar su puesto. Un
trabajo mal hecho tenía retenidas las obras …. de Van Gogh, en la aduana. Nadie
se imagina lo que es la aduana brasilera. Algo muy serio.
Luego dejé esa sala y fui a la de los Matta de todes en sentido estricto, que
pone el tono demagógico, innecesario, arbitrario y oportunista, de esta
exposición. La incorporación del video
del Mono González es de antología y demuestra la eficacia de la operación curatorial,
al conectar el Mural El gol del pueblo
chileno, haciendo que Matta no sea de todes, sino de las ingenuas
ensoñaciones de quienes la diseñaron, dominados por la utopía instituyente de
la voz directa de Matta, recogida de diarios de época y reproducida como verdad-de-obra.
Pero, esto ¿es un trabajo de investigación de la
colección, donde se maneja la documentación de época como reflejo verdadero? Ni
siquiera se pone en contexto –disculpen el empleo de esta palabra- el análisis
crítico de la prensa. Como tampoco se
hace mención a otros ensayos curatoriales que tuvieron lugar y que fueron
interesantes propuestas de manejo de la misma colección, ya realizadas en el
mismo museo. Lo grave es que la muestra resulta organizada y garantizada a
partir del discurso del Mono González. ¿Quieren discutir por qué es grave?
¿Quieren que lo discutamos?
Entonces, ¿a qué obedece este afán fundacional
de este gesto curatorial? ¡Un poco más de mesura! Hasta la noción “Matta de
todos” es restrictiva, porque excluye la existencia de otras obras de Matta, muy
importantes, en colecciones privadas, que no permitirían el acceso a “todos”. ¿Ese es el sentido? Pero esto se desmiente con
la sola enumeración de las exposiciones de Matta que han tenido lugar en Chile,
y en las que se ha incluido otras de privados y de otros museos. Es decir, ha habido Matta para rato. De modo que,
en términos museales, hay por lo menos una apreciable cantidad de buenas obras.
¿Por qué insistir, entonces, en ese título curiosamente tan poco inclusivo? Los
otros Matta no serían de todos. El museo,
en cambio, representaría a todos y se
modularía como una plataforma de acceso. Esa está muy buena como
hipótesis. ¿Pero a costa de reducir la
obra de Matta a una explicación conmemorativa?
El tema es que llegan tarde a Matta y pretenden
enseñarnos algo “que no hubiésemos sabido”. ¿Qué es lo que no hubiésemos
sabido? ¿Las anécdotas del Mono González convertidas en discurso crítico? ¡Por
favor!
Hay que pensar que la estrategia del Gran
Burundún (los dibujitos antropomorfos encerrados en viñetas como si fueran
comics transcendentales) forma parte, además, del gran oportunismo político de
Matta. ¿Hablemos de eso? Vamos por parte. Sin el recurso a dicho
oportunismo esta exposición no hubiese tenido lugar. Lo cual no le resta nada a
la obra, por que Matta es Matta y en su pintura una zona de mayor densidad le presta ropa –por
decirlo de algún modo- a zonas de menor densidad. Lo que pasa es que mediante esta operación,
es el conjunto de las piezas pertenecientes a la colección del MNBA que es
leída, como escriben algunos connotados críticos, en clave de “gol de media cancha”.
Pero no se dan cuenta que hasta el propio Matta les está advirtiendo que
todo lo que ha logrado el pueblo, solo es un gol de media cancha. Grave pronóstico
de política contingente. Un gol que tomó
desprevenido al arquero contrario. Pero
que no habla de la consistencia de juego del equipo. Matta pensó más allá del título. Siempre, los
títulos, determinan la lectura. Son cuidados. Cuidadosos. No son simples
jueguitos de palabras. Al final, esta exposición es un gol de media cancha de
quienes la concibieron y tomaron desprevenido al público del museo.
La obra de Matta no se reduce a ese mural en su obra de conjunto. Los murales de Matta son desastrosos. ¿Lo
podemos debatir? Aunque resulta
inevitable conectarlos y hacer toda la faramalla de mediación
pedagógico-partidista en la que todos quedan contentos convencidos de haber
hecho un gran trabajo.
Pero conectar todo esto con la epopeya mediadora
del cheque de Matta, es de otro corte, como si fuera una gesta heroica, casi
asimilable a la internación de armas (no de pintura) en Carrizal Bajo. No se
llegó, al menos, a sugerir que el cheque era un trabajo conceptual de Matta. Lo que de todos modos reproduce esa
anécdota es el peso de la ideología de la firma, en el mercado. Al final, lo
que vale es una firma.
Ahora bien: esos otros Matta, pintados sobre
barro y arpillera los llevé a la primera Bienal del Mercosur, en 1997. Incluso
logré que la bienal financiara la conservación preventiva para consolidar la
materia y la obra viajó acompañada por una conservadora del Centro Nacional de
Restauración. ¿Qué tal? O sea: como una
buena Tía Yoya, he promovido la
internacionalización de la colección del MNBA más que nadie, al parecer[1].
Todo, realizado desde una colección
pública.
No tuve que conocer a Matta, ni a nadie de la
familia para validar mi trabajo. Recuerdo que en Sao Paulo recurrimos a obras
de museos (Monterrey, Oxford, MNBA, entre otros). Algunos dibujos de algunos
coleccionistas chilenos. Pero lo mejor fueron los dibujos restaurados de Matta
que tiene la Colección Cisneros. Eran de entre el 1939 y 1942. Recuerdo unos
dibujos realizados con lápices de colores sobre papel de cuaderno escolar.
Puestos junto a El día es un atentado,
esta pintura adquiría otra dimensión. Este es un trabajo que hice solo
estudiando las obras del museo y señalando las condiciones de su producción, en
un mundo donde hay personas que se apegan a la repetición de anécdotas y
reproducen las cosas que se han escrito pero que son de un gran sentido común y
terminan metiendo todo en un mismo paquete, sin hacer distinciones.
Lo lamento, pero como nadie recupera el valor de un trabajo realizado en
condiciones de gran adversidad, no está mal recordar algunas cosas. Si no lo
hago, ¿Quién? Solo me queda agradecer a
la Tía Yoya.
[1]
Brugnoli cuando fue curador del
envío chileno en Mercosur llevó una exposición de Matta. Pero yo ya lo había hecho. (Risas).
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