viernes, 19 de octubre de 2018


LA NOCIÓN DE CASA (4)

El MNBA ha sido el lugar de una gran incomodidad clasística, porque ya antes de la dictadura de Ibáñez se había convertido en un espacio clave para la des/oligarquización de la alta cultura. Por algo el Estado de Chile trajo a Álvarez de Sotomayor a Chile. Para enfrentar a Pedro Lira. Con su ayuda, los funcionarios plebeyos del Estado lograron arrebatarle el MNBA a la oligarquía. Uno de los momentos más representativos de lo que estoy afirmando es que Camilo Mori llegó a ser director del MNBA con Ibáñez.  Dicho sea de paso, durante su dirección es “retirada” la pintura Fundación de Santiago y trasladada al Municipio. Solo en los cincuenta esta pasa al acervo del MHN.

Aunque después de la segunda guerra el MNBA entró en un período de glaciación, muy en consonancia con lo que significará la hegemonía de los post-impresionistas en la Facultad de Bellas Artes. Sin embargo, esta consonancia se rompe con la reforma universitaria, ya que una alianza socialo-comunista se apodera de la Facultad. La guerra queda instalada y divide la planta de un mismo

Antúnez, que en ese entonces es agregado cultural de Chile en EEUU es llamado para que se haga cargo del MNBA y les haga frente, combinando una articulación entre alta cultura/baja cultura que sería ejemplar durante el gobierno de Frei Montalva, porque logra arrebatar a la vieja oligarquía el manejo de la cultura erudita y disputa a los comunistas el manejo de las culturas sub-alternas.  Si lo hubieran pensado no les hubiese resultado. Es en este terreno que mencioné en columnas anteriores que el nombramiento de Antúnez en el MNBA durante Frei es la extensión de su programa de reforma agraria, pero en el terreno del manejo de los símbolos monumentales de la oligarquía. Si bien la administración del MNBA había sido plebeyizada en los años 30´s, durante la dictadura hubo quienes levantaron la ilusión de que podía ser des/plebeyizado. No fue posible. A tal punto, que el patrimonialismo de la pintura chilena no tuvo al MNBA como su principal soporte, sino el Instituto Cultural de Las Condes. Siendo éste un dato que debe ser considerado en el debate. Porque así como buscaba patrimonializar en pequeña escala, por otro lado organizó los Encuentros de Arte Joven en los años ochenta, en que participó “concertadamente” la juventud de la Oposición democrática. Estoy hablando de los años ochenta.

En cambio, en 1990, Antúnez era la solución de continuidad que le permitiría a la élite demócrata-cristiana de ahora,  recomponer el poder cultural que había logrado instalar entre 1964 y 1970.

Repito: los “barones” demócrata-cristianos de 1990 llamaron al Antúnez de 1973 para montar una ficción de continuidad, no con la Unidad Popular, sino con su anterioridad “veckemansianizada”, a lo menos, en el lenguaje. Eso fue lo que le pidieron para impedir que una representante de la cultura neo-allendista accediera a la dirección del MNBA. De este modo, una voluntad de continuidad que encubría sus propias exclusiones se haría cargo del MNBA hasta la llegada de Milan Ivelic, al cual le cupo la responsabilidad de consolidar la variable social-cristiana, re/plebeyizando su gestión política con una extraña eficacia, que alcanzó indicios de profesionalización del manejo de colecciones. En ese sentido, modernizó la gestión, para cumplir con los rangos de un museo en forma.

Roberto Farriol no hizo más que glosar el dispositivo montado por Milan Ivelic. Pero lo que todo el mundo olvida es que fue colocado en ese lugar, justamente, para desactivar simbólicamente la densidad del MNBA en el imaginario de la escena de arte. Es decir, le fue encomendada la misión de reducir el peso simbólico de la dirección del museo en el organigrama de la DIBAM de ese entonces, adelgazando conceptualmente su disposición, de manera a prolongar los efectos de la ideología del período anterior a 1973, en un encuadre neoliberal-post-concertacionista, donde se da por entendido que la cultura está en la Economía. Más bien: Es la Economía. Y en tal caso, lo “ministeriable cultural” solo sirve para organizar la compensación catártica de las poblaciones cuya integración a la sociedad real está signada por una dificultad estructural de acceso a la equidad como sentimiento ilusorio de lo propio. En este contexto, el MNBA deja de fungir como un trofeo simbólico. Ya no es útil  a la re/oligarquización porque la plebeyización ha desplazado el deseo instituyente, provocando una confusión extrema entre una contemporaneidad punitiva que maltrata su pasado y una contemporaneidad deprimida para cuyo propósito inscriptivo el museo no  cumple ninguna función. ¿De qué manera se le podría pedir a un contingente de funcionarios plebeyizados, hacerse cargo del ejercicio ceremonial de un monumento construido para celebrar la vanidad de la oligarquía fundadora de una república?  De seguro, hay algo que no funciona, ni en las expectativas de los agentes ni en la misión de la institución.




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