El tercer boletín del CEdA (Centro de Estudios de Arte) acaba de ser publicado on line. Próximamente, pondremos a
circular una versión sobre papel. El
objeto del boletín es la obra de Gonzalo Díaz. No es un ensayo sobre LA obra,
sino sobre dos “piezas” importantes que pertenecen a colecciones
particulares.
No hago “historia general” del arte chileno, sino que pongo
en movimiento la analítica que exige la
proporción de las obras. En este caso, dos obras que no han sido
suficientemente conocidas por el público actual; me refiero a “KM104” y a
“Lonquén 10 años”. Si bien debo señalar
que hubo un montaje de esta última en el Museo de la Memoria, en el 2003, en una muestra curada por Mario Navarro. También debo mencionar que en el 2001 estuvo en una
exposición en el Reina Sofía. Pero de eso, apenas se sabe algo en Chile. Ni del contexto de la exposición ni de la
recepción de la obra.
Lo que hay que decir de “KM104” es que siempre ha habido muy poca información,
fuera de la que proporcionara recientemente Soledad García en el curso de su
magnífico trabajo sobre lo que fuera, en
1985, un soporte editorial de excepción:
“El block mágico de Gonzalo Díaz”.
El propósito, entonces, de este boletín número tres del CEdA, ha sido poner en valor unas piezas,
pero a partir del relato de sus condiciones de producción, reconstruyendo
algunos momentos significativos del proceso de trabajo.
Lo anterior marca una diferencia en relación a lo que se ha
escrito posteriormente sobre “Lonquén 10 años”. Sobre “KM104” no se ha escrito prácticamente
nada. De modo que el informe redactado para esta ocasión se
propone saldar esta falta de información efectiva sobre los “modos de hacer” de
los artistas, bajo determinadas condiciones.
No se puede apreciar hasta el día de hoy la importancia que
tuvo esa producción en la escena de arte de 1985. Menos se puede entender por
qué estuvo presente en la exposición de cuatro artistas chilenos en el CAYC de
Buenos Aires, ese mismo año. Es muy probable que ya en esa fecha era
difícil omitir su existencia en el “ambiente” cercano a la “corriente
conceptual”.
Al respecto, es
preciso releer mi propio texto incluido en el catálogo “Cuatro artistas chilenos en el CAYC” de
Buenos Aires, que publicó Francisco Zegers para esa ocasión. Lamento constatar el malestar que mi presencia
provocó en dicho soporte, en un momento en que mis compañeros de catálogo, por
así decir, despreciaban de manera manifiesta el propio trabajo de Gonzalo Díaz,
pese a que lo habían incluido en el Envío a la Bienal de Sidney.
Sobre esta última exposición de Buenos Aires también se sabe
muy poco. Hay algunas fotografías que he
podido recuperar, pero que solo
reproducen la obra de Carlos Leppe.
En un futuro próximo es muy probable que una cierta paciencia sea recompensada,
porque estoy al tanto de la existencia
de negativos en “archivos” de
fotógrafos argentinos. En todo caso, resulta increíble que no haya
habido seguimiento local. Esto se
explica por el escaso valor que le fuera atribuida a la “empresa”, de parte de
la contraparte curatorial chilena.
Ahora, en los últimos meses, bajo el sello Ediciones D21, ha sido editado el libro “Lonquén”,
que reúne un conjunto de ensayos sobre la obra “Lonquén 10 años”, escritos en
su mayoría por colegas de Gonzalo Díaz,
y que se han ocupado de trabajar su obra
recién a partir de fines de los
años noventa. Ninguno de ellos estuvo
presente en la defensa de esta obra, al momento de su presentación y los
difíciles momentos polémicos que debió enfrentar y que serán objeto de otra
columna.
La gran diferencia de esta edición respecto
del informe que incluimos en el Boletín Nº 3 es que solo nos remitimos a
la coyuntura de producción de la obra. Ni siquiera menciono mi propio ensayo para dicha exposición, que
por lo demás, aparece sorprendentemente
publicado en la edición de “Lonquwén”, como una “pústula”, junto a los
ensayos universitarios que fijan los rangos del rigor para el período.
Sin embargo, concentrado en lo que fue la coyuntura de 1989 y 1990, he incluido en el boletín, un
texto inédito, escrito en febrero de 1990, y que expone los términos de un proyecto no
realizado de Gonzalo Díaz, pero cuyo relato aporta indicios para la
reconstrucción de los problemas planteados en ese momento en torno a la noción
de “intervención del espacio urbano”.
Se esté o no de acuerdo con el texto, sin duda es una
contribución a la historia de la discusión en torno al “tema” de la
intervención, y permite entender la polémica en la que la recepción de “Lonquén
10 años” se diluyó a lo largo de ese año. Las obras no poseen los indicios de recepción
que se les atribuye al cabo de treinta
años. Lo que suele ocurrir es que en la historia larga de las obras, se modifican los parámetros de su producción
inicial y se recompone una historia de
recepción, modificando los datos de su recepción primera, en función de los
intereses de una actualidad en la que la obra pasa a adquirir una dimensión
monumental. La obra ha adquirido una notoriedad, en
función de operaciones discursivas posteriores –no menos legítimas- que han
cimentado su presencia y su importancia como una obra fundamental en el conjunto de la obra de Gonzalo Díaz.
Sin embargo, en los
noventa no tuvo el floreciente destino
crítico que hoy le conocemos a esta obra. Razón que nos llevó a insistir en el momento
previo, designado como “proceso”, que finalmente terminó con su producción y
con su primera escenificación fuera del país, en el Museo Blanes de Montevideo, que dirigía en
ese entonces Gabriel Peluffo. Para esa
ocasión, la reconstitución de la obra
tuvo lugar en la escalera de acceso a la azotea del museo, donde se encontraba
una habitación especial que se conocía
como “la casa de la loca”. De este modo,
la escalera permitía el paso desde la planta a la azotea, en relación directa a la historia inicial de
la vivienda, antes de haber sido convertida en museo.
Para terminar: el
texto inédito de 1990 presenta algunas consideraciones que serán de gran
utilidad –eso espero- para futuras
investigaciones. Es preciso insistir en
las reconstrucción de sus condiciones iniciales de producción. Para cumplir con esta exigencia, el texto señala una serie de situaciones problemáticas que enfrentaban ciertas obras en ese momento y releva las condiciones bajo
las cuáles fueron producidas.
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