No cabe más que felicitar a Camilo Yáñez por la potencia de
la hipótesis según la cual una
iniciativa personal se convierte en política de Estado, bajo la forma de
una obra institucional. Este es un concepto activo que posee una
proyección política enorme, destinada a
modificar radicalmente lo que se entiende como obra de intervención. El
caso es que no todos los días asistimos a un compromiso de lucidez y ejemplaridad como el esbozado por
la Señora Presidenta en su Mensaje del 21 de mayo.
La noticia de la creación de un Centro de Arte
Contemporáneo, entendido como obra
institucional, es una muestra del
avance conceptual radical que nuestras autoridades sostienen en su marcha ineluctable hacia la conversión de las artes visuales en
síntoma de la producción de ciudadanía.
Una obra
institucional acude primero a la re/semantización arquitectónica de un
lugar dominado por el arcaísmo de la lucha por las denominaciones. Frente al Comodoro de Pudahuel, en Cerrillos
se levanta el mayor mausoleo a la memoria del padre de la Señora Presidenta, ya
que hace operativa la proximidad de su lugar de formación militar, a la vez que
logra asestar un golpe a la intromisión del imperialismo norteamericano por su
rol en el golpe del Estado de 1973. Ni perdón ni olvido.
En esta decisión de la Señora Presidenta, lo que ha
expresado es un revolucionario desplazamiento del lugar eminente de la
memoria, que esta vez será gestionado
simbólicamente por una iniciativa que desde las artes visuales, dibujará las coordenadas del porvenir
imaginario ya anunciado en las
reformas fundamentales de su gobierno.
Nunca antes se le había otorgado a las artes visuales un
privilegio semejante, que las coloca en la vanguardia de la infracción formal
del continente, al señalar las condiciones para el modelaje de un
triángulo de proyecciones
estratégicas. La Señora Presidenta
señaló la densidad de semejante
articulación, haciendo mención a la Conservación,
la Experimentación y la Documentación, como condiciones necesarias
para el Remodelado y Concreción del
nuevo Arte Público, que se sanciona a si
mismo como Arte Edificatorio,
desterrando el arte callejero (tarea
propia del Ministerio del Teatro)..
Lo que ha hecho Camilo Yáñez ha sido ejemplar, al superar el
propósito de su maestro Gonzalo Díaz, que se esforzó en evocar el andamiaje
como metáfora de la constructividad del arte. Ahora será posible convertir la Documentación en gestión de fuentes retocables. Así,
la Experimentación podrá ser apuntalada como fábrica de montaje de formatos
renovables, destinada a legitimar de
manera inclusiva las carreras de
artistas en crisis de inscripción.
Finalmente, la Conservación podrá
instalar –por fin- los criterios
de validación de la propiedad y tenencia de piezas de arte chileno, cuya
visibilidad colectiva debe ser
asegurada, en su condición de obras de
propiedad de la nación desde el momento mismo de su producción y puesta en
circulación.
Para que lo anterior tenga sentido fundacional, la iniciativa del Centro Nacional de Arte
Contemporáneo debe ser acompañado por la creación de una Caja Nacional de
Obras (retaguardia del imaginario povera del arte local), que a su vez
debe ser fortalecida con la formación de
una Oficina de Colocaciones Internacionales (gestión de circulación de un arte
civil de Estado) y un Comité de Acreditación Documentaria (manejo de fuentes y
ediciones sustitutas), todo esto, destinado a consolidar una ofensiva que hará historia.
En definitiva, Camilo Yáñez ha permitido que el Ministro
Ottone pase a la historia del arte chileno contemporáneo como el habilitador financiero y garantizador
ideológico de una política de arte público, que tiene su punto de partida en
las vindicaciones nacional-populares inscritas en la biografía artística del
propio Camilo Yáñez, que ha tenido la voluntad de hacer de dicha vindicación,
una política orgánica ejemplarizante.
En relación a lo anterior, Cerrillos viene demostrar la articulación de tres tareas culturales que recuperan el carácter
de la Utopía del Presidente Salvador Allende; a saber, tareas anti-imperialistas (CNCA v/s
Guggenheim), tareas de liberación
nacional (musealización del arte contextual como insumo para el desarrollo comunitario)
y tareas de profundización de la democracia (reforma de la propiedad y tenencia de colecciones).
Esta obra
institucional que incorpora a sus activos la crítica institucional que
corresponde a la ficción de su necesidad como novela contra-estatal, inaugura una nueva era en la historia de la escena e instala desde ya las
condiciones de su inmediata proyección y validación internacional,
presentándose –por si misma- como la propuesta implícita para representar a
Chile en la próxima Bienal de Venecia.
El punto a resolver es si Camilo Yáñez debiera ser el curador del envío, o si
debiera ser considerado como parte de éste, a título de conceptualizador de una
obra edificatoria que lo incluye como
autor-emblema de un procedimiento
historiográfico y epistemológico, que merece ser incluido en los planes de
todos los centros de estudio de la costa
este de los EEUU.
En tal caso, habría que escoger una curadora (principio de
equidad) como Catalina Mena -no es más que una sugerencia-, ya que aportaría a Revista Paula como un medio asociado, pudiendo incluir a
Galería Joan Prats como plataforma europea, en vistas a asegurar
la expansión editorial del Proyecto Obra Institucional de Camilo
Yáñez.
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