En una columna anterior formulé el
chiste por el cual el geometrismo chileno siempre estuvo a la cola de un
capitalismo tardío destinado al mercado interno. La idea implícita en el chiste está mal
formulada. No es el capitalismo tardío
el que está en veremos, sino el modelo industrial que formaba parte de
este. Ese era el referente modernizante para formular la hipótesis de
existencia de un geometrismo ilustrativo
post-cubista.
Es muy curioso: Vergara Grez organizó un “movimiento” y se
preocupó de cortar la cabeza a quien amenazara su liderazgo. Algunos de sus “discípulos”
parecen ser “más interesantes”.
Reconocerlo es producto del trabajo de la crítica.
Por ejemplo: ¿de qué modo el geometrismo de Vergara Grez
impide avanzar hacia un concretismo incipiente? No estaba en medida de compréndelo. Lo que supone la existencia de un obstáculo
epistemológico. ¿Acaso Ortúzar puede
ser recuperado como un proto-concreto?
Todo haría pensar que entre Ortúzar y Vergara Grez no hubo, prácticamente,
relación alguna. Vergara Grez hizo todo por “ningunear” a
Matilde Pérez, que se tuvo que refugiar en un “cinetismo” minoritario para
poder sobrevivir en el seno de una Facultad
en que los reformistas
del 65 ya le hacía la vida imposible?
A ver: una cosa es encontrar un artista que en respecto del conjunto de su
obra, posee un momento “cinético”. Se
puede hacer lobby para sobredimensionar este momento con críticos contemporáneos latinoamericanos para incorporarlo –aunque sea
de manera tardía- a la gran historia del cinetismo. Otra cosa es
inventar la existencia de un cinetismo local que dependería de una filiación reivindicable entre Matilde Pérez y Vassarely.
Una relación episódica y superficial no
es suficiente para sostener una dependencia estructural que daría pie al
reconocimiento de un cinetismo local de mínima consistencia. Ni siquiera
sosteniendo una vía de traslado
imprevisible a través de Le
Parc. No es posible inventar tanto y que
esto quede en la total impunidad académica. Siempre vamos a encontrar un caso excepcional minoritario que alimente la hipótesis de
existencia de un primitivismo
excepcional.
La existencia de unas cuantas “obras en
movimiento” de Matilde Pérez, con todo respeto, no habilitan su inscripción epistémica en la epopeya del
cinetismo internacional. Y aunque así lo
fuera, solo representa la expresión de
una iniciativa solitaria que no alcanza a constituirse siquiera en
tendencia. Basta con saber que así lo
hizo, contra viento y marea, y que la
factura de sus piezas denota una
“tierna artesanía” mecánica y
eléctrica, que se situaba a gran distancia de las ciencias
y de un tipo de racionalidad artística
que la pusiera en línea con algún tipo de abstracción radical. Aún así, es “interesante” y su valor reside
en su carácter anómalo. Pero no mucho
más. Y está todo bien. Pero no
inventemos una historia de eslabones perdidos del arte nacional, como Ramón
Castillo lo sugiere en una entrevista no-académica, pero que tiene la
pretensión de publicitarse como efecto académico.
Una cosa lleva a la otra. No me hubiera
fijado en esta frase, si no hubiese guardado unos recortes de revistas. La encontré en un numero de Revista Paula de septiembre
del año pasado, relativo al envío chileno a la Bienal del Mercosur. Pero ese envío no resultó.
La hipótesis que Ramón Castillo
quiso validar a través del blanqueo que le proporcionaba el aparato de una bienal
garantizadora, no funcionó.
Y ahora, probablemente, lo que hará
será reponer la hipótesis a través de una curatoría de servicio local. Ya veremos.
Tendrá que trabajar mucho para
demostrar, tanto la pertenencia unitarizante como la forzada contigüidad
de Ortúzar, Smith, Matilde, Poblete y Vergara Grez. ¿Es eso un “movimiento” o la expresión de
una escena de transferencias perturbadas?
En el entendido que la perturbación
presenta, desde ya un interés, por la
sola dimensión de su desarrollo excéntrico y de la singularidad
de su retraso de inscriptivo en una
escena internacional. ¿Alcanzarán a
poner a Poblete? La familia ya se adelantó y prepara una exposición autónoma en
el MNBA. Frente a tanta inflación
incuestionada, lo positivo es que la familia sostenga la Versión Poblete de la pintura geométrica.
En el fondo, el chiste inicial tiene que ver con un chiste de correspondencia entre
desarrollo de una industria ligada al
mercado interno y embrollo de un arte geométrico
representativo de una ensoñación modernista.
No hay que dejar pasar el siguiente
hecho: en 1959 fue publicada la obra de Aníbal Pinto Santa Cruz, Chile:
un caso de desarrollo frustrado, por Ediciones universitarias, con una cubierta ilustrada ¡por Nemesio Antúnez! Busquen en Memoria Chilena.
Siguiendo el chiste, en 1959, había un economista que ya
describía las dificultades estructurales para acoger la existencia, en
la escena artística chilena, de un geometrismo que “sintomatizara” una determinada idea de modernidad. Desde ahí, lo único que cabe es sostener la
hipótesis según la cual Chile, (es) un
caso de geometrismo frustrado.
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