jueves, 5 de mayo de 2016

LANZAMIENTO DE UN CATÁLOGO


Ha sido editado el catálogo de la exposición de Mario Navarro en Galería Gabriela Mistral, de la que fui curador.  No será posible hacer el lanzamiento en la galería, por temor a represalias. El delirio paranoico de los  “encargados” de artes visuales del  Ministerio de Escenografía ha puesto en marcha una política de amedrentamiento de dimensiones no conocidas hasta ahora.  




En verdad, un lanzamiento no significa nada importante, sino realizar un rito sobre la puesta en circulación de un material que debiera ser algo más que el comentario crítico y colaborativo de la exposición.  Lo que importa es lo que la obra de Mario Navarro da a pensar. El ensayo que he escrito para la  ocasión no alcanza a fijar el estatuto y proyección de una obra que he seguido desde hace años y que se me escapa.  Es decir,  respecto de la cual se instala un espacio de indeterminación e incompletud  analítica que solo puede ser entendido como un trabajo de crítica colaborativa.

De todos modos, el catálogo abre una dimensión post-ilustrativa que no deja de tener importancia para lo que significa editar, hoy, un Chile,  en la escena plástica. Las condiciones de impresión se han facilitado a tal punto que hoy día el menor egresado con alguna astucia puede disponer de un impreso con tapa dura. Cosa que hace unos años era prácticamente imposible.  Imaginen  ustedes lo que era una edición auto-producida de Gonzalo Díaz en 1987.  La facilidad de la impresión no se traduce en un avance significativo del trabajo editorial.

Este catálogo tiene algunas particularidades. No solo es modesto.  Hay que ser un gran artista para hacer catálogos modestos.  Lo primero es que la traducción al inglés es de Kristina Cordero.  Este debe ser el tercer o cuarto texto de arte que Kristina Cordero  me ha traducido, y cada vez espero su primer correo con comentarios y preguntas, que me obligarían a escribir otro texto, siguiendo el principio  que en la crítica tiene un efecto extraordinario: el que se explica se complica.  Y la producción de complicación es justamente lo que se busca en la crítica colaborativa. De modo que el diálogo con el traductor forma parte del trabajo teórico.

Lo segundo que importa en este catálogo es el diseño del gabinete Pozo Marcic Ensamble.  De este modo, la edición pasa a ser otro soporte de enunciación, con su autonomía formal,  superando el síndrome de la ilustración.  De partida, la diferenciación de cuerpos de letra para determinados párrafos, no es un asunto menor, porque producen una intervención en la lectura, que puede promover más encubrimientos  de lo esperado, por relocalización  tipográfica del sentido.  Con esto quiero decir que a veces se acrecientan las cosas para esconderlas mejor. 



Pero también ocurre que las fotografías del interior o del conjunto exterior de la maqueta  de la Cooperativa Eléctrica instalan un espacio de una autonomía relativa significativa en el catálogo, porque permite acceder a un tipo de información que a través del diseño de página se traduce  en pensamiento visual complejo.

Por último, la reproducción de los dibujos  en que domina la línea sinuosa puesta en tensión con la reproducción de la geometría fundamental de la maqueta, instalan una exigencia teórica sobre las articulaciones de la racionalidad política y el irracionalismo  arcaico de creencias que intentan mantener el vínculo entre universos que el Estado de las Cosas separa como condición de la invención moderna.  Sin embargo, la sospecha es que esta modernidad de conducción oligarca se asume como una expresión sublime de otro tipo de irracionalismo de clase superior. 

Por eso, en la primera línea del texto abordo el descrédito absoluto que Mario Navarro ha construido sobre La Política, a partir de una política de obra cuya des-acreditación –en el sistema local- revela el  fraude de destino  de procesos desajustados  por una historia que somete a sus agentes a cumplir funciones de repetición mermada. 



Respecto de lo anterior, hay dos menciones editoriales que debo “ajustar”. La primera es la recuperación de la merma del Logos político en la presentación que hace Sartre a Los condenados de la tierra de Franz Fanon;    la segunda es el famoso comienzo de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Marx.  

Ciertamente, el catálogo ya ha sido presentado.   La historia del arte se repite dos veces, como tragedia  (discursiva) y como farsa (escenográfica). 



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