En el trabajo de crítica colaborativa siempre hay residuos
que son “olvidados” y que solo reaparecen cuando menos se los necesita. Lo cierto es que la necesidad de su aparición
diferida ya está justificada, justamente, por el diferimiento.
En la relectura del texto para el último catálogo de Mario
Navarro en Galería Gabriela Mistral surgen algunos olvidos que acarrean consigo
el recurso a nociones que pueden sostener una nueva densificación de las obras.
Eso es lo que se llama potencialidad
expansiva de las obras. Y corresponde
a un efecto de lectura. No habría tal
efecto si no existiera en las obras un indicio de expansión no suficientemente
habilitado.
¿Cómo no haberlo previsto? Pedro Montes me trae de ARCO
(Madrid) un ejemplar de La poétique de
l´espace de Gaston Bachlerad, comprado en La Central. ¡Hacía tantos años que había leído y
recomendado su lectura a estudiantes que jamás leyeron más de un capítulo! Una
edición en lengua original tenía el atributo imaginario de haber encontrado un inédito.
Siempre, una buena lectura de Bachelard, acrecienta las pasiones del alma y obliga a poner la atención en las materialidades.
Terrible. Capítulo VII. La Miniatura. Bachelard reproduce el relato encontrado en
un texto de Hermann Hesse. Un prisionero ha pintado sobre el muro de su celda
un paisaje: un pequeño tren que ingresa en un túnel. (Ya me lo dijeron: Díaz
puso unos túneles-en-repisa, en esta
misma galería). Pero en el relato de
Hesse, cuando los carceleros vienen a
buscar al prisionero, éste les pide esperar un momento ya que debe entrar en el pequeño tren para verificar
una cosa. (Francisco González-Vera
dibuja vagones de trenes solitarios).
Entonces, los carceleros se ríen de este pobre hombre, al que suponen estar
completamente chiflado. (Como chiflado
tiene que haber estado el “frentista” que dibujo la “línea de fuga” en la
Cárcel Pública. Le tenía fobia a los túneles). De modo que los carceleros
se rieron de buena gana porque consideraban al prisionero un “pobre de
espíritu” y decidieron esperar. El prisionero se hizo pequeño, “ingresó al
espacio del cuadro”, se subió al tren que se puso en marcha y desapareció por la boca del túnel. Por algunos instantes se pudo percibir unos restos
de humo a través del pequeño círculo
negro. Luego la nube de humo se disipó y
junto a ella el propio cuadro, y junto con el cuadro, la persona del
prisionero.
(Tenemos que seguir
con simpatía a Bachelard, que ha sido vilipendiado por los postmodernos, los
postcoloniales y los de-coloniales. ¡Es
un broma! Bachelard no es citado por los
socios controladores de la critica institucional)
Tomémoslo con simpatía conservadora. Mi traducción es
directa: “si tomamos el pequeño tren del pintor
en prisión, la contradicción geométrica ha sido redimida, la
Representación ha sido dominada por la Imaginación”. ¡Genial! Nunca antes Deseo
y Representación han estado tan cerca.
¡Ya! Aunque esta última cita
proviene de Plinio, que relata el mito de la invención que se sabe. Pero la hija del alfarero no se disuelve en
la imagen. Sin embargo, el “frentista”
que hizo el dibujo de la línea de fuga se introdujo, él mismo, en el túnel, no
pudiendo miniaturizar la prisión para poder escapar de ella.
Estoy hablando de una obra “antigua” de Mario Navarro. En
esta ocasión, la miniaturización del edificio
COPELEC hace que la reducción geométrica convierta el referente en un
emblema escenográfico, para significar una modernidad de “cartón piedra”.
Ciertamente, ¿qué más cerca del cartón que la madera prensada?
¡Pongamos atención a las materialidades! “Cholguán
es un tablero de fibras de madera prensada a altas temperaturas, de espesor
delgado y de gran resistencia a la humedad. No lleva aglomerantes, usando tan
sólo la resina del pino insigne. Su color es café claro, de superficie suave y
homogénea. El producto presenta una cara lisa y la otra rugosa. Cholguan conserva
todas las buenas propiedades de la madera natural, no así sus defectos, tales
como nudos, grietas, albura, hongos, etc. Características: Más resistente a la
humedad. Fácil de trabajar y de terminar. Liviano, flexible y homogéneo. Alta
densidad y gran dureza superficial. Versatil” (www.arauco.cl).
Al fin y al cabo, solo sirve para
fabricar tabiquería de interior. Lo que
importa es la división de una pieza de
casa patrimonializable convertida en pensión para migrantes.
En varias de sus obras, Mario Navarro
trabaja con Durolac, Trupán y Cholguán.
Emplea material de segunda línea
para cubrir la superficie de los
complejos constructivos, como en este caso, en particular, de Chillán. El
propósito manifiesto podría ser devolver
como “enchapadura” la percepción fallida de la estructura, reduciendo el relieve conceptual de lo que
está adentro, como si fuese un afuera. No
solo reduce la macro economía de la racionalidad técnica, sino que modela una ruralidad en crisis mediante la maquinalidad urbana de una reforma.
A lo anterior se agrega el hecho que la
“reconstrucción” tiene lugar en la Galería Gabriela Mistral, que “ocupa un
terreno” del MINEDUC, tolerado por la historia institucional.
(Siempre fue la sala de exposiciones de
la dirección del cultura del ministerio antiguo y estuvo dominada por artistas
surrealistizantes durante el gobierno de Frei Montalva. ¿Por qué digo esto? ¿Qué valor tiene,
saberlo, hoy día?)
La Galería funge como reducción del espacio de arte en el seno
de la ampliación
educativa socialmente justificada.
En su interior, Mario Navarro
instala una nueva reducción, como si fuera un micro-discurso acerca de la imposibilidad
de convertir estas obras en materia
curricular. Entre otras
alternativas. De todos modos, por este
solo gesto prestado la propia galería se convierte en una reducción
programática y se da a entender como un laboratorio, en el que tienen lugar
unos ensayos que deben ser replicados a lo largo del país, donde ni siquiera existen escenas
plásticas consolidadas, sino tan solo tasas de institucionalización en algunas
ciudades averiadas por la cercanía de la explotación minera, forestal y salmonífera, por mencionar tres
prácticas industriales cuyos efectos en el ambiente puede ser calificado de
criminal.
Todo lo anterior es inevitable de
pensar porque la obra de Mario Navarro opera con materialidades discursivas que
se refieren a momentos “demasiado pesados” de los modelos productivos, en
situación crítica. Es decir, la podredumbre visible del empresariado
entendido como “sociedad primitiva”. Eso,
por un lado. Por otro, está la sobre/determinación indicativa de este modelo
fabril construido para simular una racionalidad. El edificio resulta ser más que la función
atribuida. Eso es muy complicado en Chile.
La modernidad proyectada, en verdad, acarrea consigo una pre/modernidad
determinante que imprime un sello reductor que obstruye el desarrollo de la
historia local. No porque la oligarquía introduce la racionalidad técnica de la electricidad en
la sociedad rural, significa por ello un cambio de consciencia. Esto quiere decir que la racionalidad técnica
no modifica la representación política que tiene de si misma una clase que sigue operando de
acuerdo a un inconsciente técnico de un
período anterior.
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