Entonces, el “árbol” no era más que un desplazamiento condensado del Ben “Kid” Paret de Dittborn,
impreso con tinta caput mortum rot,
que es el rojo color “cabeza de
muerto”. De todos modos, Duclos lo
mantiene en una condición de monocromo carbonífero de origen vegetal, denotando un segundo distanciamiento con Camnitzer;
porque el castillo de madera
señala el imperativo programático de
la serialidad parodizada de las tablas (de la Ley) con que se fabrican
las “mediaguas” en las “poblaciones callampas” de la “época anterior”, de cuando éste expone en el MNBA esas fotocopias de las
portadas de los diarios que consignan la masacre
de Puerto Montt y que tanto ha fascinado
al discurso de su posteridad. Sobre
todo después de la extraña e inquietante recuperación que hizo Cecilia Brunson
de esta misma obra, recontextualizándola mediante el adelgazamiento político de
su perspectiva, por más que GALMET hiciera el trabajo sucio de otro, como es su
costumbre.
Hoy día Camnitzer es visitante Premium y en esa calidad le
cupo el privilegio de recorrer Cerrillos bajo la guía del Principal Operador, cuyo discurso desmontó con el rigor que lo
caracteriza. Hubo gente que hizo
registro de la conversación y sería del todo oportuno para el debate que
tuviésemos acceso a dicha transcripción, ya que puede contribuir como un
antecedente de primer orden en las discusiones que tendrán lugar en el Comité
de Invitados para definir el Envío a Venecia.
Es abruptamente
curioso y normativamente exacto el que Camnitzer se encuentre en Santiago en el
mismo instante en que Cerrillos ha
ingresado en el ojo de la aguja y que Duclos expone en D21. Es decir, por debajo de la mesa, lo que se
instala es la gran diferencia entre Cerrillos y D21 como proyectos. El primero,
es un no-proyecto; es decir,
convierte un no-lugar en ficción personal, ministerialmente garantizada.
El segundo, corresponde a una iniciativa independiente que sostiene –a su vez- varios
proyectos, y que con todo, es mucho más que todo lo que puede hacer, hasta el
momento, la Obra Institucional de Camilo
Yáñez.
De hecho, éste tendrá que asistir a la mesa redonda que
tendrá lugar en D21, para el cierre de la exposición de Duclos. Lo que quiere decir que todo lo poco que ha
dicho de su Obra Institucional, ya es realizado por D21, guardando las
proporciones y con la modestia del rigor debido. En esta tercera columna destinada a esta
exposición, intentaré anticipar mi ponencia de ese día, como un caso de obra institucionalizante.
Este es el nombre con
que designo la obra de Duclos de 1981 y está referida a la tasa de consistencia
que en esa coyuntura había adquirido. Se
entiende que el uso de estos términos ya los he puesto en función en este mismo
soporte editorial y en las referencias que he tenido que hacer sobre el
Glosario que aparece en mi libro Escenas Locales.
Para comprender esta tasa de consistencia será preciso
reproducir el texto que publicó Duclos en Revista
Margen, en el cual establece una línea de dependencia con las consideraciones literales excavadas en el campo léxico de unos
procesos técnicos determinados.
Verán que se trata de un texto realmente ejemplar, que señala un tipo de
independencia formal que será retomada
por Mario Navarro y sus compañeros de los años noventa.
Quiero decir que tanto Mario como Iván Navarro vienen a
configurar la otra escena de
autonomía que proviene de la lógica de los desplazamientos. De eso hablé en el texto que me publicó –al
final de cuentas- Mosquera en Copiar el
Edén.
Ambos pasan la infancia en Cerrillos y participan de la
memoria próxima del sindicalismo en el Cordón Industrial del mismo nombre,
durante la dictadura. El verdadero
homenaje que implica el nombre se instala, no tanto en la remodelación de la
memoria oficial monumentalizada, sino en
los residuos del 5 de abril de 1957 en la José María Caro. La Obra Institucional de Camilo Yáñez es un
remodelado del fracaso del Portal Cerrillos. El arte siempre se ofrece para
colmar las fallas de la economía; en concreto, de la rapacidad de un sector de
clase que dispone de una amplia oferta.
Y si no, pregúntenle a Varas y Zapallo,
a ver cómo les va en esa. (Risas y aplausos prolongados).
Si hubiese un proyecto, esto podría tener el efecto de la
construcción de la Biblioteca Virgilio Barco en Bogotá, o la del Centro de
Desarrollo Cultural del Barrio Moravia en Medellín. Pero así como está, nada.
La sola “biografía” de los hermanos Navarro es suficiente para hilvanar otra historia del arte en
Cerrillos.
Y al final, ¿de qué estamos hablando? De la densidad documentaria de las fotografías
de unos sacos de arpillera rellenos de viruta, que Duclos editó junto a las fotografías de
las sillas y las fotografías de los castillos de madera, en el momento en que
se instala en Chile el modelo de la exportación salvaje.
La importancia de todo esto apunta a la materialidad del chiste freudiano que asegura el paso de
la Naturaleza a la Cultura, sancionado por la parodia del uso del verso de N.
Parra. El punto, que no será del agrado
de los críticos literarios, es que se
Duclos maltrata una parodia inicial y la repotencia mediante una parodización declinatoria que abandona el
campo de la poesía para infractar el campo de la visualidad, y hacer estado de
las transformaciones retóricas que habilitan a su vez, una interpretación sobre
el trabajo de duelo que implica la puesta en marcha de unos procesos industriales determinados en la
configuración del territorio.
¿Alguien se acuerda del Proyecto Astillas?
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