La
organización del Museo de la Solidaridad fue una de las tareas encomendadas por
Allende  a la Facultad de Bellas Artes de
la Universidad de Chile “de antes”.  La
decisión de la formación del museo forma parte de la prolongación de la Operación Verdad.  De este modo, le correspondía a la
Universidad de Chile asegurar la continuidad de una fórmula jurídica que
permitiera acoger la juntura de las obras recolectadas en la primera época, con
las obras donadas durante el exilio. Insisto en la pregunta a sus autoridades,
acerca de las condiciones en las que se produjo el  abandono de dicha pretensión. 
Ya
sabemos que la intervención de Enrique Correa en la invención de una fórmula
para favorecer de manera impropia a la Fundación Allende, terminó con el
secuestro legal de las obras del Museo de la Solidaridad.  No es Correa el único responsable, sino
quienes accedieron bajo silencio a la ejecución de dicha fórmula.  Correa es tan  solo un significante
político  que opera en la zona gris  y que ha 
perfeccionado los efectos de indolencia de una fórmula comportamental
expresiva del modo chileno de hacer política.  
Esta fórmula, en el terreno de
la burocracia cultural, se reproduce hoy día con el Proyecto Secreto de Camilo
Yáñez en el área de Artes Visuales del CNCA, que amenaza con secuestrar el
producto del trabajo y la materialidad de los Archivos y del Coleccionismo
Público. 
Proyecto
Secreto que sin embargo  ya es
insuficientemente conocido por los  fragmentos que el propio Camilo Yáñez  ha dejado caer  en reuniones privadas y/o semi-públicas, en
las que “participan” funcionarios que solo pueden acatar una orden desde arriba,
sancionada por el nepotismo y la arbitrariedad,  montado sobre una “ficción de consistencia”
que se ha dado a conocer como implementación de una amenaza.  Esto ha sido todo un logro de parte de Camilo
Yáñez como fusible-de-ministro, en la
medida que se ha   convertido en un
verdadero Peñailillo para el sector. 
Camilo  Yáñez es un artista y pudo haber hecho la
diferencia.   En estos días se levantó su
exposición en la Sala CCU.  El título que
fue bastante celebrado por sus comentaristas, entre los cuáles me contaba,  se convirtió rápidamente en una realidad
comportamental: Fascinado por nadar entre
tiburones,  ha terminado convertido en
uno de ellos. 
Quiero
poner sobre aviso  a los artistas y a los
trabajadores del Patrimonio y de los Archivos, sobre el avance inexorable de
una voracidad funcionaria  cuyas
decisiones pueden afectar gravemente el desarrollo futuro del trabajo documental.
Existe una prolongación formal
entre los secuestros  de obras
habilitados por Enrique Correa en los años noventa y la “ficción fundacional”
de Camilo Yáñez, que nos ha dado una verdadera 
 clase de “virtud política” al
inaugurar una “nueva era” en la organización del campo plástico. 
Hace
unos meses, con un histrionismo digno de Oso Yogui,  Camilo Yáñez se ufanaba haciendo el relato de
Chávez en unos documentales que lo exhiben  ordenando la expropiación de edificios en el
centro de Caracas.  Lo que era una  mediocre broma de referencia, se ha
convertido en una  sarcástica realidad en
su discurso. 
Es un
drama que todo el trabajo formal que Camilo Yáñez realizó en Matucana 100 y en
la Bienal del Mercosur, cuando estuvo cerca, se desarme por efecto de una
obcecada voluntad de dominio en cuya ejecución 
pone en riesgo el respeto y credibilidad que tenemos sobre la
constructividad de su  propia obra.  Se  esperaba que el artista se impusiera al
operador ministerial; sin embargo,  la
función del operador ha terminado por secuestrar  la obra del artista. 
 
No entendí Justo, que es lo que va a secuestrar, Camilo Yáñez
ResponderEliminarPeleas de perros burócratas.
EliminarEl ano es la boca de sus cerebros.
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ResponderEliminarhttp://mixdeplixxilpedxim.blogspot.cl/
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