Una característica de la Autoridad ha sido la de recurrir al uso de la memoria de
las víctimas cuando se diluye su
fortaleza política. En verdad, ha sido
un atributo de la izquierda chilena. A falta de política, recurre a la inflación
de la Utopía. La operación
consiste en declarar el doble régimen de
un discurso que eluda la práctica económica neoliberal, para encubrir la descripción mediante el uso de un léxico socialista.
En el uso del Oscar del Oso con su Historia, la Señora
Presidenta y su Ministro-de-ceremonias
fueron de una eficacia ejemplar. No
hemos visto el corto y ya sabemos que el contenido inicial prevaleció sobre la
forma final. A los autores, les deseamos
lo mejor. Baste reconocer que el uso
descarado de los triunfos de los otros ya se ha convertido en un tic. Ahora, los asesores ministeriales recurren a
la ejemplaridad de nada menos que de
Gordon Matta-Clark para legitimar sus operaciones.
Una cosa es ser un
artista como productor de obra y otra
cosa muy distinta es un artista como operador político. En este último caso pierde el arte y gana la política pequeña
(arbitrariedad, nepotismo, amenaza, ansiedad, desesperación, mitomanía,
etc).
En el curso de mi
trabajo he sostenido el deseo de pensar
que el diagrama de las obras podía ser transferido al campo del arte contemporáneo y producir efectos
significativos. Me equivoqué. El
resultado ha sido un fracaso. He tenido
demasiado respeto por las obras. Los artistas-operadores han reproducido todas las formas de
comportamiento por las cuáles la ciudadanía ha castigado a la clase
política. Si ya no son “credibles” como
operadores; solo les quedaba su credibilidad como artistas.
En el MNBA, en 1971, Gordon realizó una de sus primeras
intervenciones institucionales, que consistió –entre otras cosas- en una
“puesta en relación” entre la cúpula de vidrio
belga y el WC Fanaloza <situado en el subterráneo). Mediante un simple
dispositivo óptico ponía una línea virtual entre el cielo artificial y la
mierda real, para cerrar una interpretación radical sobre la cosmología
chilena, representada por el Padre.
Habrá que saber donde los va a “colocar” el uso ministerial de Gordon, incluyendo la
indebida extensión hacia Alejandro Aravena. Lo que hay que tener claro es que
éste último representa a quienes han cubierto con sus obras la demanda de una
visualidad asociada a una socialidad que las artes visuales oficiales y
oficiosas dejaron de producir. Vito Acconci ya había dicho que cuando los
artistas se ponían serios se volvían urbanistas. Por favor: respetemos las episteme que corresponde a cada
período. A la otra se les va a ocurrir
defender la ejemplaridad de la decoración de calugas del paso bajo-nivel de Santa Lucía como la obra emblemática
de arte-público en los 70´s. Pero si
Gordon ya los sepultó de manera definitiva. No vengan ahora a inventar gracias
a Aravena lo que no han podido hacer con el efecto institucional de sus propias
obras.
Algunos artistas
piensan que solo el diseño
impresivo de sus deseos basta para
recargar la lucha de clases como dispositivo demostrativo de una historia
patética, que se repite, dos veces, como tragedia, como parodia. Eso se sabe
demasiado. El arte chileno apenas resulta parodiable.
La poética ministerial
que los ascendentes se han
propuesto poner en función, busca
encarnar acciones colectivas promovidas
desde el interior mismo de la esfera del arte, para luego jugar a exiliarse de ellas y postular un
modelo de crítica institucional que produce la ficción de una (supuesta) infracción formal que se paga con el dinero de todos los chilenos.
En una entrevista, Jeremy Deller señala que "tanto los
artistas como los criminales testamos los límites de lo aceptable". En
Santiago se lo han tomado al pie de la letra, tanto en el arte como en la
política. Lo aceptable para la poética
ministerial ya sobrepasó el límite de lo
ético, cuando el verdadero propósito de su política es el montaje de una acción
de intervención de los procedimientos de documentación de arte, para terminar “borrando”
las fuentes. Lo que resulta inaceptable
es que se hace pasar como proyecto público una obra personal basada en la
simulación de montaje de un (nuevo) centro de documentación, con galerías
externas que permitan ilustrar la manipulación que se viene con todo.
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