En la columna anterior terminé con la siguiente frase: La Fundación Allende secuestró al Museo
Allende. Esta es una fórmula que puse en movimiento hacia fines del 2005,
para abordar la situación de ambas instituciones. Las tres columnas pueden ser consultadas en www.justopastormellado.cl
Por cierto, lo que me importaba era la hipótesis de una autonomía
posible para el Museo. La Fundación y su
destino me tenían sin cuidado. Sin embargo, había percibido que era una
pantalla para que Isabel Allende recibiera, probablemente, ayuda de gobiernos y
partidos amigos para desarrollar el plan de trabajo de la fundación. La verdad es que jamás se conoció algo de esa
envergadura, sino tan solo una plataforma de autopromoción parlamentaria, que
tenía al Museo como un capital simbólico sin el cual la propia Fundación no se
sostendría.
En perspectiva, lo menos que se puede decir es que la
mencionada fundación no ha cumplido con su misión, que suponemos consistiría en
conservar, restaurar y promover la figura de Salvador Allende en la historia
nacional. ¡Que menos! ¿verdad?
Veamos qué ha hecho la fundación para lograrlo. Los desafío,
así como lo hice hace diez años, a que exhiban su plan de trabajo y pueda ser evaluada su gestión.
Sin embargo, lo que me importa es el Museo. ¡Cuidado! Mi interés tiene que ver con resolver la
justeza y la justicia de unas hipótesis sobre unas coyunturas específicas del
arte chileno contemporáneo, en su relación con la institución partidaria. De modo que mi preocupación por la
reconstrucción del “affaire Correa” y de su efecto en la recomposición
institucional del Museo de la Solidaridad es puramente historiográfico. A otros les corresponde calificar la voracidad
expansiva del personaje.
Lo que importa aquí es insistir en el rol de la Universidad
de Chile, al permitir que le fuera
arrebatado un patrimonio pictórico de considerable valor político. Creo haber demostrado la dependencia y
continuidad del Museo de la Solidaridad respecto de la Facultad de Bellas
Artes. Es mi propósito dejar instalado
el tema, en su dimensión jurídica y en su connotación política.
Imagínense ustedes lo que puede pesar una fundación con el
nombre Allende en el plano partidario del comienzo de la transición. Solo sirve
de oficina de expansión parlamentaria. No da para más. El nombre Allende sigue
siendo objeto de disputa y su sola mención complica a quienes desean “refundar”
la democracia; incluidos quienes participaron activamente en el derrocamiento de Allende, para luego pasar a la Oposición una vez que no
prosperara el esquema de la entrega del poder a Frei Montalva.
Digamos que ésta fue la cobertura simbólica
que montó Correa, para
confundir la restitución de los patrimonios
de la Familia Allende. Una cosa era la
devolución de las propiedades personales; otra cosa era hacer pasar como propiedad
familiar la colección del Museo de la Solidaridad. De hecho, este será un punto clave sobre el
que Carmen Waugh instalará su hipótesis
del comodato. Y que, por cierto,
facilitará su salida del museo.
En este terreno, Correa planteó desde un comienzo una ambigüedad: las obras eran del “pueblo de Chile”. Pero quedaban bajo la jurisdicción de la
Fundación; es decir, en los hechos, de la familia. ¿Por qué? Por una hipótesis de compensación
simbólica con la familia por el despojo de que
ésta había sido objeto. Esta ambigüedad
tuvo que ser corregida.
Sin embargo, en su origen, la operación de Correa fue
incorporar la colección en la operación de compensación. Hay que hacer memoria: Correa inventó una
fórmula en la que el Viejo Patriarca debía actuar como Rey Salomón. Pongamos atención sobre un asunto Magistral (mater et magistra). Este consiste en la “graciosa maldad” fraguada en 1991 por Correa,
hacia quien fuera máxima autoridad
del PDC -1969- mientras el fungiera como Secretario General de la JDC (de la
ruptura). La figura salomónica del
Padre Heroico en cuestión parece encubrir una reparación vindicativa de larga
data, donde la invención de la Falta de
Padre (en política) habilitaría la
formación del MAPU. (Risas y aplausos
prolongados).
Gobierno militar mediante, ¿no les parece excesivamente
literaria esta historia de Paternidad Política Delegada, que atraviesa la
dictadura, para recomponerse como Re-Edición de la Delegación, en que el
personaje que juega el rol paterno es ahora Presidente y el Afiliado Rebelde
(MAPU) su Secretario General?
Lo que tenemos enfrente es una novela familiar cruzada. El secretario del Pater Politico termina
montando una ficción jurídica para inventar la restitución de un capital
simbólico (la colección de un museo), que pueda
convertirse en activo de una carrera parlamentaria. Es decir, en deuda. ¿No es acaso la novela
ascendente de un niño de provincia muy apegado a su madre, que termina asociando a su estrategia de dominio a una de las grandes familias chilenas
(re)productoras de mito político? Parece una versión subordinada de El obsceno pájaro de la noche, pero en
versión socialista.
El Museo de la Solidaridad puede existir solo, con su
nombre, con su historia. Es más que cualquier Fundación. Incluso, podría ser más importante que el
propio Museo de la Memoria. O bien, su
compañero institucional, dando pie a la existencia de una dupla de Intervención
Historiográfica de Ultima Magnitud.
¡Los asesores de Ottone no lo han pensado!
El Museo de la Solidaridad debiera ser una fundación en si misma. No
existe dependencia estructural respecto de la Fundación Allende. Es el Museo el
que le proporciona a la Fundación un capital material, más allá del nombre
Allende, porque como digo, la Fundación ha demostrado ser de una inhabilidad
pasmosa para trabajar el legado del Presidente Allende.
Lo que me cabe sugerir es la probable existencia de un “fraude
político”, avalado por una operación jurídica
cuya ética institucional es
cuestionable. De este modo, el
desarrollo del Museo de la Solidaridad como UN MUSEO ANOMALO DE PROYECCIONES
EXTRAORDINARIAS, está impedido por su
dependencia de una fundación que carece
de fortaleza cultural para sostener la
envergadura de esta experiencia única.
(Hasta el momento no
he recibido comentario alguno de ninguna autoridad de la Universidad de Chile,
sobre el visible abandono de deberes que se le podría imputar, por la pérdida de un patrimonio universitario ejemplar).
No hay comentarios:
Publicar un comentario