Se acumulan los diarios en mi casa. Debo recortar noticias,
columnas enteras. Debo distribuir los recortes en sobres y guardarlos. No hay
tiempo. Las clases en el colegio, la escritura,
la lectura … de otros diarios y revistas antiguas consumen el escaso tiempo
del que dispongo. Nada de esto es nuevo.
Nada de esto supera los hábitos de otros escritores antes que yo. Solo repito un gesto que ya se ha convertido
en un sello de mi propio trabajo, a falta de archivo, termino inventando(me)
uno propio, como una ceremonia anticipada del adiós. Y tampoco es tanto. Al final, uno recorta los
diarios para guardar las confirmaciones de lo que ya sabe. Tonteras de uno.
A propósito de una mención que hice hace unas columnas atrás
sobre una exposición de arte abstracto
italiano, debo poner a los lectores en relación con el pdf que reúne todos los
números de la Revista de Arte
(segunda época), que circuló entre 1955 y 1958 al alero -¡que palabra!- del
Instituto de Extensión de Artes Plásticas (Revista de Arte 1958.pdf) En uno de
estos números hay reseñas de la exhibición de envíos nacionales a la Bienal de
Sao Paulo, que pasaban de “regreso”, por Chile.
Es risible que Brugnoli haya se haya instalado como el
inventor de la presencia de Sao Paulo en el MAC, cuando esto ya era una
costumbre de la Facultad, desde 1955 en adelante. Lo que el pobre Brugnoli no
sabe es que el MAC de ahora solo fue un galpón para que el sistema mundial del
Goethe Institute le metiera cuanta exposición
hubiera, en una estrategia de visibilidad destinada a promover a sus
propios directivos y de paso brindar apoyo al curador alemán de la propia
bienal. Risible. El único que ganó fue el aparato cultural alemán, en ese
momento. Ya se acabó.
Incluso, es de sorprender que al MAC y al MNBA arribaran
exposiciones de otros abstractos italianos que tendrían un gran efecto en la
consolidación del sistema pictórico al que ya he hecho referencia; sobre todo,
después del regreso del Grupo Signo de su viaje a Madrid.
Entonces, lo que he denominado manchismo balmesiano es un tipo de dominio más expansivo y
complejo, que llega a fortalecer un espacio que se potencia en la coyuntura de
la Reforma del 65. En este sentido, son apreciables las pinturas de Ivan Vial,
denominadas “abstractas líricas”, presentes en la cuestionable exposición de
Castillo en el MNBA. En todo caso, si pudiéramos hablar así, ahí está “el mejor
Iván Vial”. Del resto, por favor, seamos
rigurosos. Tratándose de pinturas de
comienzos de los años sesenta, no es posible no ponerlas en relación con el
Enrique Zañartu de fines de los
cincuenta, de cuya obra hay una
entrevista realizada por Enrique Bello en
uno de los últimos números de Revista de
Arte de diciembre de 1956. ¿Y que decir de los artículos sobre la
abstracción italiana y brasilera, firmados, entre otros, por Vergara-Grez?
Y sin ir más lejos, ¿cómo no mencionar al respecto, la
exposición de plástica francesa contemporánea que pasó por el MNBA? ¡Ah, no! No
se trata de De Manet a nuestros días,
que Zamorano menciona en un marco de homogeneidad referencial cuya ingenuidad
no tiene medida. Estoy hablando del
Envío de Francia a la Bienal de Sao Paulo de 1952, que se expuso en junio y julio
de ese año en Santiago.
Ernesto Muñoz me hizo
conocer el catálogo editado por el Instituto de Extensión de Artes
Plásticas. Porque mal que mal, si bien
la Facultad, en su enseñanza directa estaba dominada por los
post-impresionistas, el aparato de relaciones exteriores estaba obligado a
tener una mirada más abierta del panorama internacional. Por último, le tocaba,
porque el Estado le había encomendado a la Facultad, la tarea de colocación del
arte chileno en el circuito. Eso implicaba ofrecer condiciones de recepción
significativa. Baste saber quien era el
comité organizador francés.
Veamos: Cassou, Lassaigne, Cogniat. ¡Vaya, vaya!. No hay
parangón. Hoy, el CNCA recurre a Mosquera.
Pasemos. Entonces, Lassaigne era amigo de Marta Colvin. Igual que Cassou y Volbouldt. Ella vendrá diez años más tarde a la bienal,
representando a Chile, pero en verdad,
estaba en el horizonte de la crítica francesa de
ese entonces. Lassaigne era el
presidente de la AICA cuando ella ganó el premio. Nada más que datos para el
estudio.
Al leer las revistas antiguas nos damos cuenta que existía
un pequeño sistema de escritura, un poco más específico e inscriptivo que lo
publicado en PROARTE, años antes. Y que
tuvo un “bajón” durante la UP. A ver:
¿qué escribieron Rojas Mix, Durán, Mira,
Galaz, en esa pequeña coyuntura?
Todo esto viene por añadidura, en la lectura lateral de un
sin número de antecedentes que los egresados de teoría no conocen, ni tienen
idea, y que cuando los leen, como
acostumbraba decir Gracia Barrios, denotan que “oyeron cantar el gallo, pero
nunca supieron donde”.
A propósito de lo anterior, hace un año objeté a Daniel Reyes la publicación de
jóvenes autores que sostenían hipótesis de trabajo, no solo cuestionables desde
un punto de vista meramente histórico, sino que se deslizaban en la propaganda
directa de experiencias elementales que eran proyectadas como grandes
acontecimientos de arte público, inventando prácticamente un relato ajustado a
los deseos de un movimiento social de
los que eran probablemente representantes.
Uno de esos puntos tenía que ver con el travestismo utópico
de la UNCTAD III, como un tópico recurrente en las últimas generaciones de
gente formada por eminentes académicos ( de la red de influencias UPLA-UDP-la-CHILE), deseosa de encontrar a toda costa ejemplos de “momentos
significativos de ruptura”. Suelen
fijarse, ya sea en la UP, ya sea
en experiencias “comunitarias” en los cerros de Valparaíso, cuyos relatos se acomodan a un extraño “culto
a la personalidad” de los nuevos
artistas-héroes que diseñan experiencias
de inmersión en grupos en extremo vulnerables, de los que terminan siendo su
“voz”.
¿Estos son los profesionales que Ottone/Yáñez van a
contratar para montar el coloso de Cerrilos?
Leamos la prensa antigua. Lo nuevo en el acontecimiento de su retorno,
que es una frase de Foucault que a Dittborn le encantaba citar. En la Revista
de Arte, por ejemplo, en torno al
año 1956, aparecen los tres grandes textos de
Enrique Lihn, sobre Burchard, Escámez y Antúnez. En la edición de Textos
de Arte por parte de la UDP, sus editoras no toman el riesgo de
elaborar un aparato crítico destinado a reconocer la especificidad de su
producción. No es lo mismo el Enrique Lihn
de antes del viaje a Cuba, que el Enrique Lihn que escribe sobre Leppe o
Téllez en los ochenta. Es bueno establecer
distinciones porque las coyunturas son diferenciadas.
No todo es lo mismo, no todo vale lo mismo. La escritura sobre arte no es homogénea. Eso
ya lo sabíamos desde mediados de los ochenta cuando Patricio de la O adquirió
una colección entera de esa revista. Nos
pasamos esos años estudiando esos materiales, porque era evidente que las
imposturas analíticas del momento impedían ver el bosque.
Entonces, ahora que acaba de fallecer Julio Escámez, ¿no
sería oportuno reproducir, que sea, como un homenaje, ese bellísimo texto escrito por Enrique Lihn, cuando Escámez regresaba
de un viaje y hablaba de Giotto?
Los jóvenes lobos de la crítica garantizada, ¿alguno de
ellos conoce a Julio Escámez? Disculpen: ¿Camilo Yáñez ha visitado, alguna vez,
la Farmacia Maluje? ¿Cómo puede hablar de las escenas regionales?
La encargada de artes visuales, ¿qué sabe de lo que ocurre en el
país? ¿Qué ha escrito? ¿Qué escenas ha
visitado?
Por ejemplo: ¿En qué se puede comprometer el CNCA en la investigación sobre la destrucción del
mural de Escámez que éste había pintado en la sala de sesiones de la
Municipalidad de Chillán en 1972? ¿Sabían que fue destruido por los militares?
¿Alguien ha hablado de restitución? ¿Los
pongo en contacto con Fidel Torres, que es el que más de este asunto en
Chillán?
Entonces, ¿por qué no hacer un homenaje a Escámez? Es historia, nenes, nada más. No es necesario que les “guste”. Es cosa de
trabajar en los textos y someterse a la tarea de indagar en los archivos. ¡Ah! Y sobre todo, poner en suspensión
crítica los relatos orales de los próceres.
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