Es una desgracia para el desarrollo de nuestros trabajos
independientes tener que ocuparse de los excesos de habla del Ministro de ceremonias, porque hace
perder mucho tiempo. Habría que disponer
de un blog especialmente destinado a comentar las tonteras que dice y denunciar
las operaciones encubiertas de sus hombres de mano. En lo que nos compete, no hay que
permitirle, ni a él ni a sus secuaces –a
estas alturas ya lo son- la indolente
implementación de proyectos que se adelantan a la cobertura jurídica que debiera contenerlos,
porque todavía no ha sido sancionada en el parlamento la ley para un nuevo
ministerio.
Sigamos avanzando en el estudio e interpretación de unas
coyunturas en las que la combinación “arte y política” no necesitaba ser
nombrada para operar como tal. Todavía no se había convertido en el negocio
iconográfico y programático que fue montado durante el comienzo de la
Transición Interminable.
Hace exactamente un año escribí APUNTES SOBRE LA EXPOSICIÓN DE UNA SELECCIÓN
DE LA COLECCIÓN PEDRO MONTES, en cuyas páginas iniciales sostuve lo siguiente: “En la misma sala, dos retratos más: Dávila y
Smythe. Retratos a lápiz. Aquí no hay carne. Solo retracción y fijación de la
nostalgia. El retrato de Smythe es una transferencia de un afiche para un
concierto en homenaje a Gardel y está fechado en 1974. Este es uno de los cuatro dibujos que
Smythe colgó en la exposición de Leppe en Carmen Waugh. Así se daban las cosas.
Leppe invitaba a Smythe a intervenir (en) su propia exposición. Y durante ésta,
había una banda sonora “de fondo”. Se trataba de la canción de Ramón
Aguilera, . Diré que en este dibujo está escrito el
programa de la obra de Leppe entre 1979 y 1981. Pienso en al menos dos: 1) la
PRODUCCIÓN DEL VIDEO DE LA MADRE, en que Catalina Arroyo habla, en primer
plano, para entregar rudimentos de la historia de la sentimentalidad de
Leppe; y 2) la performance EL DIA QUE ME QUIERAS. Lo sorprendente
es esto: una anticipación de la obra de Leppe en una pieza de Smythe. Esto no
hace más que apuntar a las complicidades formales, afectivas y sensibles que
anudan la relación entre ambos artistas. Aquí, en este dibujo, estaría “la
prueba” de que la sentimentalidad de Leppe está “del lado” de Smythe, en la
proximidad de 1975, y que ésta irá adquiriendo, con posterioridad, la cobertura
vigilante de la escritura de Nelly Richard.
Este sería el momento en que habría disuelto la complicidad con Smythe, acelerada por el
viaje de este último a Italia. Insisto, por eso mismo, que el punto de partida de la escena-grafía de la madre, en
Leppe, se realiza en la cercanía formal de Smythe.
Lo que vendría luego sería es la escritura de una Segunda Entrega,
destinada a trabajar sobre la
complejidad que significó la obra de Francisco Smythe, en dos momentos que me
parecen cruciales para una relectura de dicho período: 1974 y 1977. Complejidad
abordada desde la exhibición de
las obras que pertenecen a Paulina Humeres y que fueron exhibidas en la Galería
D21, desde septiembre del 2015 en adelante. En este sentido, esta exposición
fue una expansión de la anterior, en la que solo había un solo dibujo de
Smythe: Retrato de Gardel. Y en esta
medida, la Segunda Entrega es una expansión de la Primera, pensada para
completar el análisis iniciado sobre el carácter de esa coyuntura gráfica de
1974, a la que ya me había referido a propósito de los dibujos de Dittborn realizados en 1973. Ocasión para la cual incorporé al análisis la
denominación “sistema de bellas artes”, con el propósito de designar el espacio
contra el cual luchaba –formalmente- Dittborn.
Sin embargo, dejé para más adelante las precisiones acerca de la
configuración de este sistema y su modo de comportamiento en dicha coyuntura.
Ha llegado el momento de continuar con dicho análisis, porque es preciso
distinguir en dicho sistema la existencia de dos sub-sistemas, que denominaré
“sistema gráfico” y “sistema manchístico”. Este último estará referido a sus
dos vertientes que designaré con dos nombres “antiguos” que provocarán el
horror de no pocos contradictores,
acostumbrados a la corrección política en el método y en las formas de
narración de la pulsión de continuidad: el manchismo
idealista y el manchismo materialista. El primero, representado por Couve, el
segundo, por Balmes.
Cuando menciono el “sistema” contra el que Dittborn se
levanta (insurrección de los signos) me refiero a ambos sub-sistemas y a la
hegemonía del segundo sobre el primero,
a partir de la re-lectura que éste hace de la pintura de la pintura de Burchard
como su “instancia de origen”, y que repercute en el espacio de la Facultad de
1970 a 1973. Se entenderá por qué esta
introducción se hace necesaria porque
redefine el rol que en la
Facultad tiene la construcción de un “sistema gráfico” a partir del reconocimiento institucional de
una práctica estudiantil caracterizada por la pobreza, en el uso de materiales
básicos para satisfacer las exigencias de una enseñanza desde ya
precarizada.
Los estudiantes no disponían de los medios necesarios para
adquirir telas de calidad sobre las
cuáles poder realizar las pinturas de gran formato (para la época) que las
nuevas referencias informativas planteaban.
En cambio, la pintura plebeya depresiva se conmovía y se auto-complacía
en el pequeño formato, para cuya
realización tampoco invertía una gran
cantidad de materiales, especialmente óleo de buena calidad. La pintura de los estudiantes pasó a ser
ejecutada sobre papel estraza “tamaño
mercurio” mediante el empleo de pintura al acrílico. El “tamaño mercurio” era
lo suficientemente grande como para acoger las inversiones gestuales de la
nueva enseñanza sesentera que había
comenzado a consolidarse progresivamente desde el arribo a Santiago de la gran
exposición italiana que aparece consignada en la portada de la Revista de Arte
Nº 8 (II época, julio-agosto 1957).
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