La exportabilidad no existe.
Lo más probable es que la colocación del arte chileno esté determinada por factores que no pueden
ser recuperados por estudio alguno.
¿Colocar, donde?, ¿En qué circuito?, ¿Mediante qué
plataformas? Estamos hablando de dos, principalmente: Ferias y Bienales. No
son las únicas. Está el circuito de primera, de segunda, de
tercera. ¿A qué circuito internacional
pertenecen las galerías chilenas? Es muy
posible que una adecuada articulación entre ferias y galerismo suficientemente acreditado por instituciones
discursivas pueda proporcionar un espacio de inscripción más eminente que el
que actualmente conocemos. Sin embargo, dicha adecuación no resulta evidente a
simple vista.
No diré cuáles. Son solo dos las galerías que cumplen con las exigencias del sistema
internacional real; es decir, que soportan mantener inversiones de colocación
consistentes y cuyas acciones se traducen en reconocimiento museal
internacional. Porque las bienales, en
general, favorecen a artistas que están representados por galerías
extranjeras.
También, entre las bienales, hay que hacer
distinciones. Solo tomemos como
referencia determinante las de Venecia y de Sao Paulo. El resto es de segundo y
de tercer orden. Al igual que la participación en ferias. Las hay de primera,
de segunda, de tercera. La cuestión es
saber si se cubren los costos mínimos, porque de todos modos, la inversión es
más compleja; no se recupera de inmediato y no es, estrictamente hablando,
económica. A veces, para estar en el negocio real, hay que invertir más de lo
que se recupera. ¿Qué galería posee
cobertura para sostener una inversión simbólica de envergadura, en un plazo
mediano?
La hipótesis de la exportabilidad depende de la colocabilidad. En algún momento, pensamos que la
exportabilidad era un potencial, a condición de transformar drásticamente el
modelo de negocios del galerismo.
Lo que fue planteado en el 2008 como un deseo complejo y
problemático, sin embargo, no fue refrendado por esfuerzo alguno. No fue posible. Los niveles de inversión no fueron
suficientes para satisfacer las expectativas.
Como digo, fuera de dos galerías, no existe posibilidad de cumplir con
las más mínimas exigencias que hoy día
plantea la colocabilidad.
Más aún, cuando ha habido una regresión en los criterios
empleados por las autoridades del CNCA, en lo que a bienalidad de artes visuales se refiere. En vez de sostener una política de alianza
entre Estado y galerismo extranjero consolidado, en provecho de la inscripción de artistas
ya reconocidos en el sistema de arte internacional, ha resuelto
favorecer opciones de premiación por
servicios cumplidos a artistas de
retaguardia, sin siquiera cuidarse de resolver
severos conflictos de interés.
El problema con la exportabilidad es que está determinada
por el horizonte de demanda. El punto a resolver es a qué tipo de demanda
vamos a responder. También existen
demandas de primera, de segunda y de tercera. Solo hay que fijar los rangos de las ligas
en las que estamos dispuestos a cumplir algún papel. De este modo, nadie
se engañaría.
Al “arte político”
chileno de los ochenta ya le fue fijado un precio. No quedan muchas
obras, y las que quedan son rarezas que pueden aumentar su precio, solo hasta
un rango razonable. Lo cierto es
que la oferta es limitada.
Lo único que salva,
es el “mercado de los papeles”; es decir, de los documentos. Y de eso,
podría existir un problema, en la medida que las instituciones de archivo
nacionales no estarían en condiciones de competir con instituciones
extranjeras. Entonces, lo que ya está
ocurriendo es que importantes fuentes primarias y especímenes bibliográficos de
gran valor ya están en bibliotecas y centros de documentación de prestigiosas
instituciones del Primer Mundo.
Resulta increíble que se sostenga una hipótesis sobre
exportabilidad cuando ni siquiera es posible salvaguardar el patrimonio de las
artes visuales.
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