Acaban de despedir a
Ricardo Brodsky del Museo de la Memoria. Este officer boy de Enrique Correa es un
agente que se especializó en
pasar de un cargo a otro en la nomenclatura del Estado y de reparticiones
para-estatales, haciendo lo que mejor sabe, dar recados.
La pregunta es qué va a
hacer Enrique Correa para encontrarle un nuevo trabajo. Ya lo hizo
con Ernesto Ottone (Ministro) cuando dejó Matucana 100 y pasó a
ocupar la dirección del Museo de la Solidaridad, antes de encontrar el nicho de
la extensión para su nombre en la Universidad de Chile. Enrique Correa tuvo que sacar a José
Balmes de la dirección, con el acuerdo de los propios compañeros de éste
último. No es del todo incorrecto imaginar que éstos debían saldar unas deudas con una importante
parlamentaria socialista. José Balmes
era la moneda de cambio.
Enrique Correa no tuvo dificultad en hacer de colocador de valores en provecho de la
efectuación de procesosd de producción de influencia específica.
Es factible imaginar que
Enrique Correa no deje caer en más desgracias a su peón y en compensación
tendrá que conminar a Claudia Zaldívar a que deje el
cargo.
En el marco de la una futura campaña presidencial, es
absolutamente conveniente que la dirección de este museo esté asegurada por una
dependencia partidaria vinculada al "socialismo allendistamente
utopizado", para satisfacer las inversiones de lo que tendrá que
venir. Enrique Correa ya está pensando
en las presidenciales. Ricardo Brodsky
podría ser hasta sub-generalísmo de una pre-campaña en la calle República, con
un marco decorativo adecuado, formado por obras de gran expansión
simbólica.
Es muy probable que esto
sea por muy poco tiempo. Al menos tiene la ventaja de vincular la
Memoria de Allende con Allende en la “memoria” operativa de la Nueva mayoría en
crisis de representación, a la espera de algo mejor, mientras el fantasma de
una inculpación se congele en
calificación de irregularidad.
En este panorama de incertidumbre,
Claudia Zaldívar tendría sus días contados.
Mientras tanto, resulta obscena la dimensión de la indolencia cuando en El Mostrador se informa que este
acontecimiento de desvinculación fue el
producto de una larga, tensa y negociada reunión con el directorio de la empresa especialista
en Usos de la Memoria.
De inmediato, en el sector de
los Museos y del Patrimonio, se pensó en posibles reemplazantes. Los museos son como una retaguardia distributiva y Camilo Yáñez ocupa el primer lugar en la
lista. En círculos del CNCA se comenta
que su plan de desarrollo para el sector de artes visuales será
significativamente recortado y que una salida honrosa que premiaría su lealtad hacia el Ministro
Ottone sería destinarlo al Museo de la
Memoria. El Ministro ha declarado
en La Segunda de ayer que uno de los recortes era en infraestructura.
Sin embargo, Camilo Yáñez carece de reconocimiento en los
medios de las organizaciones de familiares.
De todos modos, en el sector de las artes visuales se desconfía a tal
punto de los propósitos de su gestión, que se ve con muy buenos ojos este destino reparatorio.
Aunque la mayor dificultad para
el directorio será impedir que los “usos
de la memoria” dejen de ser el recurso simbólico límite al que la crisis del gobierno recurre
como argumento ontológico, postulando la
hipótesis de la superioridad dramática
de una ética social determinada.
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