viernes, 25 de marzo de 2016

OBRA DE ARTE INSTITUCIONAL.


La exposición del cuadro de Botticelli ya terminó. Magro espectáculo para celebrar los diez años del mall para  escolares cuya directora aprende en la medida que realiza las exposiciones.  Este es un caso extremo de formación profesional por uso y abuso de un cargo.   Al menos podemos pensar que la dirección de una institución termina formando a los directores, cuando no  vienen formateados para cumplir el rol encomendado.   El rol, como diría  Touraine, termina por determinar el formato.

No se ve todos los días  de manera tan evidente  que una funcionaria  socialista realice un programa neoliberal para implementar una programación social-cristiana. Ni en los mejores tiempos de Veckemans hubiésemos alcanzado algo mejor. 

De todos modos, la experiencia con el Botticelli fortalece la escolaridad del programa de exhibiciones, en su carácter más decisivo: ¡donación de insumos para el consuelo de los pobres de espíritu!  De paso,  asociar  la Madre con el Niño de La Moneda con la Patrona de Viña Carmen.   El espíritu de la Concertación se prolonga como política de reparaciones blandas, para tener que omitir lo fundamental. En esta lógica, Lagos, como la mayor expresión del Síndrome Centro  Pompidou,  da lecciones de historia. 

Justamente. La exposición Album de Chile es el caso ejemplar  de una lección de historia.  Debió haber sido LA EXPOSICIÓN  destinada  a celebrar estos diez años de funcionamiento  del CCPLM como empresa de blanqueo temático.  El Rostro de Chile servía de antecedente, pero nadie allí lo sabía.  Salvo Gonzalo Leiva, que tuvo que resistir el  maltrato.  Y luego, hacerse cargo de la expansión  de la noción de retrato hacia la representación de la nación; lo que no deja de ser  problemático. 

No es fácil montar una exposici so es imposible.  El CCPLM no esta en cional.  De seguro no era posible porque   su car encomendado.  De todos modos, la experión de  esta  naturaleza. El CCPLM no esta en medida  de entender  que una gran exposición de fotografía le  puede resolver un problema de destino identitario institucional: “el centro de todos los chilenos”. 

Una exposición de fotografía pone en escena la disolución de toda posibilidad de blanqueo simbólico.   Las imágenes proyectan la decibilidad de lo que la propia política del CCPLM ha encubierto por mandato; es decir, la representación de Chile. 

Insisto en que  ésta debió ser la exposición para un aniversario nacional-popular.  Quizás, no lo fue, porque por debajo de la lógica visual que sostiene la exposición permanece viva la tradición de la fotografía judicial.  ¿Y no queremos esa asociación, verdad?

Otro caso extremo de formación profesional a costa del erario nacional  es el proyecto de Camilo Yáñez,  que disimula  una gran obra personal entendida como Obra Institucional.  

En la medida que avanza el proyecto, el artista aprende  cómo es posible desmantelar de manera crítica el trabajo de la documentalidad, para ponerla al servicio de una estrategia de promoción de acciones  reductivas  que  busca emular los trabajos de Matta-Clark, pero en este caso, se trata de forados en centros de documentación que distan mucho de ser edificaciones en abandono. 

Lo fascinante de este asunto es que la Obra Institucional de Camilo Yáñez exige una producción de abandono  destinada a legitimar el montaje de los dispositivos de demolición y de secuestro de obras.  Esta producción de abandono ha sido la gran producción histérica del arte chileno concertacionista,  que vive de la memoria  contra-hecha de la victimalidad representativa. Nada de esto pudo haber sido mejor  pensado, sin haber ensayado con creces algunas experiencias anteriores de explotación de zonas de fragilidad institucional.  En este sentido, Camilo Yáñez representa la mejor disposición de la histeria académica que ha hecho de la ostentación de fragilidad una política de arte.

Contrariamente a la política del CCPLM, en su enciclopédica escolaridad,  la Obra Institucional de Camilo Yáñez   proporciona reconocimiento oficial a una gran invención formal, que consiste hacer obra desde el abuso de confianza institucional.  A condición, claro está, de ocupar un lugar relevante en la institución, para adquirir un conocimiento certero de su fragilidad, como ocurre –por ejemplo- en el MNBA   y en algunas escuelas de arte.  

Todo esto indica que estamos en los umbrales de una nueva era. Camilo Yáñez está haciendo historia.  Si con Correa/Brodsky se consagró el negocio de la memoria, con el Ministro de ceremonias se ha dado comienzo al “ab/uso de los documentos”, como lo depone en sus evacuaciones recogidas en  el último número de La Panera. La risible de esta situación es que así como la señora presidenta escoge a Don Francisco para hacer anuncios nacionales, este ministro escoge la revista de una galería privada para hacer anuncios nocionales de envergadura nacional.  

No es risible  que la explotación mediana de los cuerpos haya dado lugar a la expoliación  mediata de la letra. 

Hay que ver de qué manera  el ensayo de esta modalidad de violación material del documento  ya fue puesto en forma anticipada como iniciativa de conocimiento en el espacio universitario,  en una operación ejemplar habilitada por el propio Rector Peña al admitir la contradictoria operación metodológica destinada a producir el impedimento de lectura (del origen).

El próximo paso, que no debiera sorprender es  la selección de esta Obra Institucional  como envío a la próxima Bienal de Venecia.  Se avecina una férrea disputa interna.  Hamilton fue visto en Santiago.


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