En la Bienal de Liverpool, Mario Navarro produjo una obra de
la que se conocen pocos elementos. En general, la foto más conocida es la carpa
instalada en medio de una feroz biblioteca. Pero también, lo que hizo fue
solicitar a pacientes en recuperación, pero
que tenían en común haber sobrevivido con secuelas severas a graves accidentes de tránsito,
dibujar la sala de comandos del proyecto Synco.
Después de la sesión en D21 con la delegación del X
Encuentro, escuché con extrema atención el relato que Ale Prieto me hizo de la
obra que va a montar en agosto en Galería Macchina. La crítica, en general, trabaja después de
los hechos. En mi caso, trabajo en la
producción de condiciones de producción formal específica. Es lo que entiendo
por crítica colaborativa.
Se trata de poner relación unas obras. Entonces, cuando me
habló del temblor familiar no pude dejar
de pensar en esta otra obra de Mario Navarro, en la que operaba el efecto de un
trauma que in/habilitaba la transcripción gráfica. Ale Prieto quiso hacer del trauma
un asunto común; es decir, recuperar una perturbación cuyo origen no tiene una
explicación muy precisa. De algún modo, quiso
trabajar la posibilidad de un “trauma portátil”. (En sentido estricto, todo trauma es portátil). Pero apuntaba al
hecho de que se hacía visible con una cierta normalidad. (Todo trauma se hace visible en la normalidad aparente de sus indicios). Y no
por menos portátil, menos permanente.
La diferencia con el trabajo de Mario Navarro es que Ale
Prieto no solicita la ejecución de un acto gráfico, sino la realización de un
gesto doméstico, como tomar una taza de café, abrir un paquete, tomar agua,
enhebrar una aguja, correr un mueble, disponer objetos en lugares reducidos,
etc… En el fondo, les solicita a un número determinado de personas que padecen
temblor esencial, que inter/actuen en un
mismo espacio escenográficamente determinado, en el que realizarán las acciones
que les indique el guión del montaje. Todos se dan cita para construir un
espacio común y disponerse a jugar un juego. Ese es todo el protocolo.
El temblor esencial[1] es un
trastorno neurológico que produce un temblor rítmico en manos, cabeza, voz, piernas o torso. En general, los temblores ocurren cuando la persona
afectada ejecuta acciones
como comer, beber
o escribir. Este
síndrome se
conoce
como Temblor de
Acción o Temblor
Cinético y
ocurre también
cuando el
afectado
se encuentra en
posiciones contra
la gravedad, como
cuando un
individuo extiende los brazos hacia afuera del cuerpo y los sostiene en esa
posición.
Los síntomas del Temblor pueden ser frustrantes y
embarazosos, ya que pueden llevar
al
paciente al aislamiento social. En algunos casos, puede ser muy molesto o
incluso des/habilitar causando dificultad con actividades
diarias como escribir, comer, beber o hablar. Cuando estos síntomas son
compartidos por los miembros de una misma familia, se le denomina temblor
familiar.
En las actuales circunstancias, el temblor familiar es
una metáfora del comportamiento de la escena artística como tal, que expone su
condición interna sin que se pueda impedir el aislamiento social del arte
chileno por (d)efecto acarreado de su
propio trauma de nacimiento. Pero al mismo tiempo es una sutil re/localización
de los ejes del trabajo de Ale Prieto,
donde incorpora indicios de “realidad autobiográfica” mediante la
hibridación de una narrativa audiovisual que
fija el registro irónico de “la vida de los otros”.
Me explica su operación video-gráfica. Será un
procedimiento tedioso, como un material de cámara sin editar. Pienso en los pacientes de Mario Navarro que
presentan daño neurológico severo por causa externa. Pero los “pacientes” de
Ale Prieto poseen algo que los sobrepasa: el temblor, que proviene de una causa
interna a cuyo origen se hace difícil acceder.
A menos que sea considerado, el temblor, como una somatización de un
trauma que no accede al lenguaje. Sería
una interpretación de pacotilla.
Consideremos que tan solo se trata de un exceso imperceptible que
determina “la percepción de ser percibido” (Berkeley). De modo que la afirmación del “yo” pasa por
el registro constructor de normalidad, que será saldado en la construcción de un
escenario, un “set de casa”, donde todo tiene que ocupar su lugar para resolver
la normalidad deseada y así conjurar la amenaza del trastorno.
En el catálogo recién publicado de la exposición (en)clave Masculino en el MNBA hay suficientes fotos de pinturas
en las que aparecen unas manos inquietantes que descansan sobre los hombros de
un infante. Son manos que no tiemblan. Era la “era” del arte chileno en que no
temblaba la mano para representar las relaciones internas en el orden de las
familias.
¿Desde cuando se hace evidente la existencia del temblor
familiar en el arte chileno?
Es una pregunta que no espera respuesta inmediata.
[1] International Essential Tremor Foundation, PO Box 14005 | Lenexa, KS 66285 | essentialtremor.org
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