miércoles, 13 de julio de 2016

¿QUÉ PUEDE SER UNA MACRO-ZONA?


En estos momentos, Claudia Segura (Bogotá), Mario Opazo (Bogotá),  Fabio Cypriano (Sao Paulo) y Rodolfo Andaur (Iquique) viajan a visitar las guaneras al sur de Chanavaya. Este es el nombre de una caleta al sur de Iquique. Proviene de la modificación de la voz inglesa “China Bay” y se refiere a la presencia de coolies chinos que trabajaban en las guaneras antes de la guerra de 1879.  La modificación de la lengua precede a la modificación del territorio. Una pequeña investigación sobre las escenas locales implica un estudio de las modificaciones de la lengua, porque es lo que precede a la instalación de ciertas prácticas complejas, como la de los chinos que se encargan en la Tocopilla de comienzos del siglo XX del comercio de los interiores de las reses faenadas en el matadero. Todo esto se refiere al estatuto que adquiere en los puertos el consumo de la carne de segunda, que en italiano se denomina cucina povera. Y cuyo desempeño en la sobrevivencia de generaciones de porteños salta a la vista en los hábitos de consumo de carne fuera de los cerros gentrificados de Valparaíso, que introducen la comida vegetariana para satisfacer la hipocresía de dominio de los nuevos propietarios. Las modificaciones de la lengua previenen contra las modificaciones del uso de los suelos cuando los locales no pueden competir contra las inversiones extranjeras.

Entonces, es posible armar una macro-zona simbólica entre Valparaíso, Iquique y Tocopilla, solo siguiendo las tripas de sentido que están comprometidas  en los chunchules. Pero esta macro-zona no tiene habilidad presupuestaria en el CNCA, porque la burocracia de su gestión fue pensada  para no tener que pensar en los relieves finos de las producciones sociales locales.  La culinaria, entonces, puede ser un eje de recomposición del imaginario de las clases sub-alternas en puntos clave de la costa hacia el norte.  La ciudad se reconoce en el laberinto de tripas que anticipa el laberinto habitacional abigarrado que cobija a los tripulantes que regresan después de servir en la marina mercante, trayendo costumbres residuales en el fondo de sus sacos de lona.

El día de ayer, esta delegación que hoy se encuentra en Chanavaya asistió a un encuentro con Bernardo Guerrero, una de las personas que más sabe de La Tirana.  Las coreografías barriales que se preparan durante el año para enfrentar esta festividad presentan una severa exigencia a las prácticas coreográficas contemporáneas. Seremos fieles al reconocimiento de los efectos estéticos de estas prácticas.  ¿Que “se puede hacer”  desde la estructura de estas coreografías realizadas para “homenajear” a la Virgen/Pachamama?  El minimalismo de la lectura debe dar pie a producciones de otro carácter y considerar, al mismo tiempo, el efecto cruzado de las inversiones simbólicas inscritas en la vestimentaria que circula entre Oruro, Tacna e Iquique.  ¿Ven? Esta es otra macro-zona, que se dibuja desde el pequeño tráfico de la indumentaria ceremonial, que sigue la huella de la pertinencia manual del corte y confección: se compra la pieza en Oruro, se modifica en Tacna, se prueba en Iquique. Esta noción terminal de prueba es capital para comprender de qué manera están hechas las cosas y de cómo en el camino son modificadas las medidas. 

Mañana, de seguro, la delegación visitará Pisagua. El viaje es largo. Hay que ir especialmente. Pero el encierro en un vehículo hace que el encuentro se convierta en un seminario rodante acerca del destino de los cuerpos en una zona que esta vez será reconocida por el estudio de sus estratos. Lo cual supone una excavación para recuperar los restos de tres edades:  pre-colonial,  guerra del Pacífico, asesinados por la dictadura.  Es otra macro-zona, que obliga a trabajar sobre los imaginarios de la excavación, determinando de manera no ilustrativa algunas producciones decisivas para el arte chileno contemporáneo.

Entonces, las macro-zonas son retículas de sentido que se amarran a partir de las hilachas más significativas que dejan libres, justamente, para poder amarrarse unas a otras.  La lengua, la tripa, la capa de ropa, la sobrecubierta de memoria material recuperada para operar, efectivamente, como generador de trazabilidad simbólica, dibuja en el territorio un mapa de intensidades que supera las emanaciones del imaginario restrictivo del arte contemporáneo, que viene a operar como el proceso de condensación en el “trabajo del sueño”. Eso es porque una macro-zona debe ser leída como un acertijo  y no como una entidad administrativa que fija las normas de gestión para justificar su propia reproductibilidad institucional. La macro-zona es un método que registra la sismo-grafía de los imaginarios locales y organiza las jerarquizaciones zonales, durante una unidad de tiempo determinada, poniendo en función las energías de agentes que pueden ser artistas, pero que en su mayoría no lo son, y que sin embargo, padecen los efectos de sus desplazamientos de lengua, como en el caso del nombre Chanavaya,  que remite a la memoria dura de la “bahía de los chinos”, descrita en inglés para pasar a nutrir los registros de la exclusión máxima.

Debiéramos concebir, entonces, fórmulas administrativas que nos permitan proporcionar servicio  a los ejes de trabajo determinados durante una unidad de tiempo ya determinada. Hay que buscar las formas de definir estos ejes y validar en el seno de las comunidades los procedimientos de lectura que se requiere y de su conversión  consecuente en gestión de intensidades.

En efecto, la macro-zona puede ser un procedimiento de lectura y de conversión en acción  de un conjunto de enunciados definidos en el curso de una negociación problemática con una comunidad local determinada.  

1 comentario:

  1. Entonces, las macro-zonas son retículas de sentido que se amarran a partir de las hilachas más significativas que dejan libres, justamente, para poder amarrarse unas a otras,

    fELICITACIONES, un aporte muy preciso, en tiempos de desconexión

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