El Coloquio ha sido muy importante. Si bien asistieron setenta personas el
miércoles y cuarenta el jueves, y si bien hay que restarles los doce
funcionarios del CNCA que estuvieron siempre presentes, hay que decir que el coloquio fue muy
importante, porque se cumplió finalmente la promesa que el asesor cuestionado
le había hecho a las comunidades de artistas y gente que se ocupa del arte.
Camilo Yáñez no pudo
evitar que se discutiera lo que ha mantenido en secreto y bajo el rigor
amenazante de los encuentros personales. Es decir, no hubo una sola mención al proyecto
de Centro de Arte en Cerrillos. En este
tema Yáñez puso todo su interés y no condujo la discusión del sector
tendiente a formular una política nacional. Lo único que hizo fue tensionar
innecesariamente el ambiente previo con
amenazas y reuniones informales
excluyentes, invitando solo a agentes de los que esperaba aprobación para un
proyecto en que la reforma arquitectónica era el punto clave.
Incluso quiso involucrar a personalidades especiales que venían de
visita a Chile, como el caso de Jaar y Camnitzer, pero le fue pésimo. Y eso que
no les hemos pedido la lista de personas a las que ha hecho ir a ver la
remodelación del aeropuerto, a partir de
la cual se le ha ocurrido sostener la metáfora según la cual éste será el
despegue del arte chileno.
Lo que ha quedado claro es que la ficción sobre el Centro ha
sido una gran pérdida de tiempo, porque
la base real para la discusión de la política nacional estaba en otro
lugar, respecto del cual se estableció de inmediato una gran coincidencia sobre el método de trabajo,
elaborado por Estudios, cuyas orientaciones todos los participantes aceptamos y
colaboramos en la redacción de las actas de mesas en las que se abordaron gran
parte de los tópicos que habíamos señalado en nuestras ponencias.
Se podría sostener que Estudios hizo como el “paco bueno”,
mientras Camilo Yáñez oficiaba de “paco malo”. Aún así, el trato de Estudios
fue amable y proyectual, de modo que se pudo trabajar sin problema alguno.
Todos entendemos que el proceso de discusión y validación de
la política es largo y complejo. Nadie piensa que las propuestas estarán
recogidas en su totalidad y en el sentido en que fueron planteadas. Pero eso es de otro resorte, mucho más
“político”, en el peor sentido. Es como
si hubiésemos trabajado en la “previa”.
Camilo Yáñez piensa en la “posteridad”.
Lo que hay que recalcar es que sin necesidad de tensionar el
sector, fue posible discutir sobre los
grandes desacuerdos e imprecisiones existentes,
porque en los dos últimos años el propio sector ha experimentado severas
transformaciones, sobre todo en el terreno de musealidad y de la administración
de recursos para internacionalización.
Esto ha sido muy importante: delimitar los desacuerdos, que son, en
primer lugar, conceptuales. No es algo a
lo que haya que tenerle miedo.
En concreto, existe una gran consciencia acerca del realismo
de una historia institucional desigual, y a lo menos, se espera que de aquí a
dos meses se llegue a formalizar algunas cuestiones decisivas sobre “creación”, producción de obra, circulación y mediación, de arte
contemporáneo. Es necesario poner el
acento en esta cuestión: la gestión (sistémica) de arte contemporáneo. El
futuro está en las obras. Es el diagrama de las obras el que define las formas
organizativas del campo.
Sin embargo, la vida de la “gente de a pie” del sector es el gran tema a seguir debatiendo. Ha sido una gran cosa poder establecer que a los artistas no se les
puede cargar con la mochila de la
alfabetización visual de la población.
Y que de paso, tampoco es posible desestimar la existencia de una visión
casi-pre-contemporánea sobre las
visualidades en regiones. Lo que tenemos
es un sector de desarrollo combinado y desigual.
Entonces, la pregunta sobre la justificación del Centro de
Cerrillos, del que no se habló una sola palabra, quedó
subordinada al privilegio de una exigencia previa: la política nacional, en
cuyo seno, dicho centro se inscribe. Pero como la primera no se ha definido
todavía, resulta incomprensible que no haya siquiera una ficción convenida para
validar el proceso de “centrificación” iniciado. Un centro no se define por su edificio sino
por su concepto de futuro. Y no lo vemos
por ninguna parte. Camilo Yáñez representa el fututo del operador político, que
trabaja en la “historia corta”, mientras que el futuro del arte están en las
obras que se están haciendo ahora, que nadie conoce, y que se proyectan como un
potencial de inediciones programáticas para cuya lectura es preciso disponer de
nuevas herramientas.
El Coloquio fue organizado por Estudios del CNCA, lo que dio
las garantías metodológicas necesarias
para llevar a cabo una actividad para la cual ya había un compromiso no
cumplido de parte del área de artes de la visualidad, que demostró no tener ni
cuerpo ni agallas para conducir este complejo proceso de participación en la
elaboración de una política nacional.
Incluso, haciendo un
sarcástico comentario a mi primera ponencia, el Señor Ministro hizo ver que la distinción entre arte y cultura, tal
como lo he planteado en mi primera ponencia, podía perfectamente ser asumida en
la organicidad de un Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Me pareció
que su intervención fue clara y precisa, en cuanto a acoger la viabilidad de
tal posibilidad; en el entendido que la radicalidad de la distinción puede dar
pie a una nueva consideración sobre el lugar de las artes visuales en la
estructura del Estado, sin olvidar que el
aspecto principal de la contradicción se localiza en la propia producción de obra.
Lo anterior significa poner a la Obra en el comienzo y fin
de todos los esfuerzos. No es posible subordinar la creatividad a la “difusión”, la “financialidad” y la “formación”. Estas son esferas de intervención
subordinadas, cuyo funcionamiento será aclarado por el carácter de la obra.
Existe en Chile una estructura de obras suficientemente consistente, cuyo
diagrama deben definir la administratividad
de la escena. Esa estructura de obras
determina unos ejes que existen y que es necesario hacer visibles, y que poseen claridades
suficientes como para definir a su vez programas de acción que combinen de
manera articulada una “política exterior” con una “política interna”, y que de
paso, aseguren el “discurso de posteridad” que permita recomponer los indicios
de institucionalidad en el terreno de la edición, la musealidad,
la conservación y el coleccionismo público.
Nada de esto es posible si no nos abrimos hacia lo ilimitado y superamos los límites de
la cultura (del cálculo ilustrativo del arte de hoy), como sostiene Max Loreau “destruyendo
la figura en la figura, el paisaje en el paisaje, el objeto en el objeto”,
teniendo por finalidad desencadenar lo no-visible hacia un nuevo visible, la
no-forma hacia una nueva forma, la ausencia hacia un tipo de nueva presencia
que signifique privarla de un Lugar Cultural para afirmar el Lugar del Arte.
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