Cuando participé, como varios otros, en el Coloquio
para recoger insumos destinados a
la formulación de la Política
Nacional de Artes de la Visualidad, entendí que significaba legitimar un
procedimiento de trabajo que, a lo
menos, estaba garantizado por el rol que asumió el área de Estudios del CNCA.
De este modo no me podrían decir que no me restaba del proceso reflexivo, sabiendo que de todos modos, el destino de los conceptos
contenidos en mi ponencia iba a
experimentar una merma
significativa. La conversión de
unos conceptos analíticos en programas de acción específica está jalonada de
retenciones, desviaciones, reducciones y desnaturalizaciones parciales que
culminan en la redacción de un documento oficial de política, que tendrá que
ser aprobado por el Directorio del CNCA.
A lo único que se puede aspirar en estas circunstancias es a
que el trabajo iniciado por Estudios no sea
perturbado por la influencia nefasta en el Gabinete de Camilo Yáñez, artista interesante ya descendido
al estatuto de limitado operador
político.
Las ponencias del Coloquio señalaban un rango de problemas
sobre los que existe un diagnóstico en el CNCA. De hecho, si no existiese un
diagnóstico, ¿cómo justificarían Camilo Yáñez y sus secuaces la “política de
facto” que llevan a cabo en en área de artes de la visualidad?.
Las palabras “secuaz” y “de facto” se hacen necesarias para describir de manera muy precisa el rango
de relaciones internas que este operador construye, así como la política de
amedrentamiento de cuyos efectos tendrá que hacerse responsable en su
momento. Ya le hemos advertido que este
poder que ostenta es “emífero” y que sin necesidad de judicializar su
comportamiento, en un futuro próximo el juicio más certero de sus colegas será de
orden ético.
Las garantías de recepción de las observaciones y propuestas contenidas en
las Ponencias está dada por el área de Estudios. De hecho, hemos
concordado con otros actores del campo de la visualidad nuestra participación en la totalidad del proceso de reflexión, admitiendo el
imperativo de las mermas, porque de todos modos logramos instalar algunas
cuestiones de nuestro interés, que tendrán que ser consideradas al momento de
redactar la política.
Considerar no es sinónimo de admisión total de una batería
de argumentos. Solo significa que
ciertos temas ya no pueden volver a ser discutidos de la misma forma. En las condiciones en que ha sido planteado
este proceso no es posible esperar más, porque incluso, la pertinencia
teórica del área de Estudios está
siendo puesta a prueba al interior del
CNCA, por el propio gabinete.
A mediados de la semana pasada -22 de julio- fue firmada la aprobación de las Bases Administrativas
de Licitación Pública para la Sistematización de la Información y Generación de
Diagnóstico para el Diseño de Política Nacional
sectorial de las Artes de la Visualidad 2017-2021.
Semanas antes de la realización del Coloquio solicité a artesdelavisualidad@cultura.gob.cl
la publicación de los términos teóricos
bajo los cuáles se invitaba a dicho evento. No recibí nada. Ni siquiera un compendio donde
se diera a conocer los conceptos que justificaban la constitución de las áreas de fotografía, artes visuales y nuevos
medios, como si fueran dimensiones suficientemente justificadas para montar un
dispositivo de fomento de sus prácticas diferenciadas.
Nuevos medios, ¿incluye fotografía, radiofonía, videografía,
videojuegos, internet, instalaciones,
intervenciones públicas? Entonces, ¿por qué
inventar un “mono” que contiene a todos los otros, que por demás, poseen
una suficiente “trayectoria formal” en la
escena chilena? ¿Y fotografía? ¿No es acaso uno de los soportes
privilegiados de las prácticas de artes visuales más reconocidas? Entonces, es
un “coto privado” que administra Coddou para sus amigos. ¡ Si a lo menos
pensaran en la “creación” de obra; es decir, en el fomento y promoción de
foto-libros!, en vez de financiar festivales.
¿Y la pintura? ¿Por qué se convierte a la pintura en una zona de castigo? Los
principios de materialismo pictórico asociados a la Obra Dittborn son el fundamento
para una política de artes visuales. No
porque imponga sus condiciones para ser
“colgado” en Cerrillos, sino porque el diagrama de su obra es mucho más que
eso.
Todo lo anterior lo pienso en relación, nada más, que a la
producción de obra. Algunos insistirán en llamarle “creación”. Sea. Es en
función de esta producción que están pensadas algunas prácticas directamente asociadas, como las de archivo y
conservación-restauración, así como las
del ejercicio no menos directo de la crítica colaborativa (que no debe ser asociada a la investigación
universitaria).
Lo que sorprende de sobremanera es cómo el CNCA renuncia a
ser el activo promotor de un tipo de producción de conocimiento que incide
directamente en la formulación de sus políticas. El recurso a la tercerización del trabajo de
producción conceptual interna de un servicio público es causa directa de su
“jibarización” estratégica; y por consiguiente, de un adelgazamiento de la
crítica institucional.
¡Que curioso resulta someterse a una licitación para
realizar un análisis que debe ser confrontado en el curso de un proceso para el que Estudios ya señaló sus plazos y
métodos en el Coloquio recién pasado!
El área de Estudios del CNCA posee las capacidades
suficientes para asumir ese trabajo. Y si no, es necesario dotarlo de dichas
capacidades. Porque tiene por efecto directo el fortalecimiento de
la capacidad de diagnosis del Servicio. Y la
diagnosis de un Servicio recoge el
acumulado de una deliberación interna
que anticipa en cierto modo una política de acción. Porque se trata de un tipo de conocimiento
que responde a las exigencias, tanto de las comunidades de artistas como de sus
imaginarios locales. En el entendido que
los artistas visuales están inmersos en una trama de transferencia informativa
que los sitúa en una condición etnográfica singular y según la cual responden
de manera simbólica y formal a los imperativos que sus comunidades sociales les
demandan en la complejidad de sus relaciones.
De ahí que sea muy significativo respetar la diagnosis de un Servicio,
porque de este modo no se abandona la obligación de generar una política, no
desde la “clientela”, sino desde los imaginarios de las comunidades de
productores de arte.
Analizando las bases
mencionadas, que reproduce términos como “producto”, “mercado público”,
“oferta técnica”, parece haber sido redactada para que participen en la
licitación -¡que palabra para el léxico de las artes de la visualidad!- solo
oficinas de asesoría y/o consultoría en estudios generales de cultura, porque
no existe en el país ninguna oficina ni agencia habilitada para realizar esta
solicitud relativa al campo de las artes visuales.
De modo que podemos sospechar que se trata de una solicitud
con nombre y apellido, destinada a no perturbar la hoja de ruta que ha impuesto
el arbitrario comportamiento del asesor Yáñez, donde se señala que el equipo
ganador tendrá que “someterse” al control de la “contraparte técnica” del CNCA.
Dicha contraparte -¿es Estudios o
simplemente se trata de un eufemismo? ¿La
contraparte es Yáñez? ¿Esto no supondría que dicha contraparte estuviera en
posesión de un pre-diagnóstico a partir del cual debiera ejercer el mentado control discursivo? ¿Cuál es ese pre-diagnóstico? Es un discurso que el asesor cuestionado se ha
cuidado de no hacer público.
De hecho, la enumeración de obligaciones que señalan las
bases, perfectamente podrían haber sido socializadas en las mesas de trabajo
pensadas en el Coloquio para ser
desarrolladas en el curso del año. Las fuentes primeras y secundarias a las que
se refiere las conocemos todos quienes hemos elaborado hipótesis de desarrollo
para el sector. La sistematización de estas informaciones no
proviene del trabajo de “focus group”, sino del análisis de obra y de las condiciones
bajo las cuáles se reproducen las prácticas.
Hay que poner en el centro de la reflexión sobre política
nacional de artes visuales la PRODUCCIÓN DE OBRA, y no la difusión ni la
formación. La difusión es un asunto relativo a la “industria de las
instituciones de exhibición” y la formación tiene que ver directamente con el
“mercado” de la educación superior. La
edición crñitica no ni formación ni difusión, sino productora del “discurso de
posteridad de obra”. Algo completamente
distinto.
Mal se podría
solicitar a entidades universitarias que
participaran en esta licitación, si no están habilitadas para elaborar informes
con este tipo de exigencias. A menos que
inventen consorcios ad hoc y contraten
a sociólogos e historiadores de arte “acreditados” para resolver las “cuestiones de método” y de
“recolección” de la información. ¿No
sería el diagnóstico sino el reflejo de una política académica en particular, en desmedro de
otras? Pero en ese caso el CNCA estaría privilegiando a una universidad en
particular. Sabiendo de antemano que en este terreno no hay ninguna universidad
que de garantía. Las prácticas de arte más significativas tienen lugar fuera de
la universidad y escapan de las determinaciones que algunos enclaves académicos quisieran ejercer. Una política
nacional de artes visuales no puede ser el reflejo de los prejuicios y de las
ineptitudes de un aparato de “formación”. Ni tampoco debe ser el espacio
especulativo de agencias ocupadas en desarrollar “marcas sectoriales”. Menos
aún, debe transformarse en campo de operaciones para proyectos de
administración de gestiones culturales generalistas, tramadas a partir del uso de información privilegiada.
Vuelvo a insistir: hay que poner la PRODUCCIÓN DE OBRA en el
centro de la reflexión sobre política nacional de artes visuales.
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