En la columna anterior
sostengo que hay que montar experiencias de innovación. Es una manera
modesta y medida para no tener que usar la palabra “experimentación”.
Esta última se refiere a
algo relativo a in-edición, mientras que la innovación está definida en relación
al avance de algo que sirve de referencia.
El modelo que se ha revelado como posible de implementar es el del
Laboratorio. Así nos lo plantea la burocracia del CNCA, cuando sostiene el
montaje de un Centro de Arte “experimental”.
Pero no define en qué consiste dicho Laboratorio. Lo que se supone es que en su “interior”
habrá experiencias que definirán
propuestas que serán, a su vez, replicadas hacia el resto de las
regiones. De modo que la justificación
está hecha: se experimenta para
desarrollar las regiones y no para internacionalizar(se).
Lo anterior está muy bien, a condición de decidir quien será
el personal encargado de conducir y realizar los Laboratorios. ¿Habrá un “concurso”
nacional de propuestas? Porque tampoco se han definido los próceres que
seleccionarán las propuestas. Y luego, tampoco han sido definidos los formatos
en que dichas experiencias van a ser replicadas en regiones. De modo que
propongo que se entienda lo “experimental”, simplemente como el horizonte de
posibilidad para una innovación cuya garantía proviene desde fuera, como la
ciencia externa en relación al
proletariado (es un chiste).
Así concebidas las cosas, es de suponer que las instancias
de experimentación deben considerar la presencia de un staff de eminentes
artistas cuyas obras definirán las coordenadas de lo que tiene que
ad/venir. Pero esta iniciativa es de una
ingenuidad colonial abismante.
¿Quiénes serán los eminentes referentes locales que estarán
a cargo de estos Laboratorios? No me lo digan: serán tercerizados de manera
encubierta para que algún magister universitario fracasado se haga cargo. No es la manera.
Un Centro de Arte no existiría, probablemente, si la
universidad hiciera lo que corresponde. Pero no lo hace. No da garantías. Por
lo tanto, un Centro de Arte “experimental” debe
distanciarse de las academias chilenas. ¿De donde obtendrá su
garantización? Obviamente de una entidad extranjera que lo acredite.
¡Fantástico! Un Centro de Arte “experimental” debe contratar
una entidad que garantice, no solo probidad y calidad de trabajo, sino que debe
asegurar a lo menos una colocabilidad mínima en el circuito eminente del arte
contemporáneo. Lo cual exige de parte de
sus gestores una lectura de cuáles son esos circuitos y bajo que condiciones de
colocabilidad van a ejecutar el contrato.
Porque no se trata de alianza. Para hacer alianza hay que tener alguna
fuerza. Aquí, lo que vale es un contrato
para realizar un Laboratorio de experimentación cuyo objeto sea incrementar la
colocabilidad del arte chileno.
La iniciativa editorial de “Copiar el Edén”, por ejemplo,
fue planteada en este sentido; es decir, construir una colocabilidad editorial.
Lo único que logró fue la distribución de una “guía telefónica” con los nombres
y los números cambiados. Pero fue una loable iniciativa privada que se
convirtió en política de Estado. En este
caso, de lo que se trata es montar desde el Estado un protocolo de contratación
para asegurar la colocabilidad del arte chileno. Entonces, la primera discusión es sobre la
definición de la contratación.
Hay que fijarse, primero, en lo que los contratados posibles pueden significar y
luego en las zonas de inversión
posibles, tanto en lo geográfico como en lo funcional. Es decir, de si todo
esto se hace para llegar con proyectos asignables a las Ferias más
significativas; o bien, si esto se hace para lograr “enganchar” unas
exposiciones de artistas chilenos en museos y/o centros de arte importantes. Pero aquí, habría que apostar a qué museos y
a qué centros, ahora que los muesos españoles estén en una evidente crisis
financiera. Eso significaría que el peor negocio sería contratar a curadores
españoles. Entonces, ¿franceses? Ellos
mismos están medio fuera de la escena más eminente. Apenas pueden consigo. Si
bien, tienen algunas experiencias metodológicas muy interesantes. Pero nada de
eso asegura inscriptividad en el sistema (real) del arte. Entonces, ¿Alemanes? ¿Británicos? Salen muy caros. ¿Brasileros? ¿Argentinos?
Salen más baratos.
¿Contratamos a un equipo de una escuela estadounidense de
curatoría? ¿Enganchamos a un ex
-empleado de un gran centro de arte? Nada de eso garantiza una exhibición, a menos
que esté escrito en el contrato mismo.
De modo que la experimentalidad del Centro de Arte estaría
justificada solo como instancia de preparación de un equipo susceptible de
convertirse en “selección de colocación”, en el marco de una estrategia de
fortalecimiento de la Vanidad Estatal, para cuya promoción habría que contratar a su vez una agencia de comunicaciones para que
realizara el trabajo post-venta de
consecuencia.
¡Esto sería perfecto! Solo hay que definir la modalidad del
contrato y el procedimiento de selección de los artistas. Lo cual significa sostenerlos financieramente
durante los meses que dure el Laboratorio, incluyendo presupuesto razonable para producción de obras.
¿Cuánto se demorarán en esto? ¡Que sea rápido! ¡Que
comiencen ya! Que escojan a los cinco de
la fama. No se necesita más. Un equipo para nada numeroso pero “super”
competente. Pero con estadías largas
del conductor del Laboratorio, que debe
ser un extranjero eminente que esté dispuesto a aceptar la cláusula que he
señalado previamente. De este modo, Cerrillos sería un Centro de
Arte destinado a producir la colocabilidad
internacional del arte chileno.
Pero esto, no
significa para nada pensar en el
desarrollo de una política nacional de artes de la visualidad, sino tan solo,
montar un dispositivo de excepción
destinado a resolver la crisis de colocabilidad internacional del arte chileno.
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