Existe un chiste que dice que la política de artes visuales
es un asunto demasiado importante como dejárlo en manos de los artistas
convertidos en gestores y en operadores de política vulgar.
Mucho se ha hablado de Cerrillos. Es un caza-bobos. Vale
decir, allí se concentra toda la
discusión sobre la justificación de un
centro de arte, para desviar la atención de la política nacional de artes
visuales.
Hasta el momento, los
planes puestos en funcionamiento por la
incompetencia del equipo de artes de la
visualidad conducen a reproducir las mismas prácticas
colonialistas ya fallidas destinadas a-enseñar-a-hacer-dossiers
a artistas de regiones. En otras ocasiones se dedican a contratar a sus amigos
para viajar a lugares extremos para realizar talleres
inclusivos y participativos, como si los
artistas de regiones fuesen alumnos suyos de taller de grado en alguna escuela perteneciente
al fraude santiaguino. Todo sea para
realizar una clínica con rasgos de pseudo-residencia, qe permita “reforzar” la
fotografía local y así poder cumplir con la cuota de “formación”
exigida. Bien por ellos. Después
hacemos un seminario para “enseñar” a
especular con los “foto-libros”. Al
menos, fotografía podría sacarle plata al fondo del libro para promover la
edición como plataforma sustituta para el desarrollo de su campo. No es
necesario gastar todo ese dinero en financiar el FIFV, que ya está funado.
Perdón, ¿todavía siguen con eso? ¿Cuánto
de su presupuesto destinan al fortalecimiento de las escenas fotográficas
locales? ¿Qué proyectos tienen con los
embriones de fotografía de jóvenes mapuches que se formaron gracias al trabajo
de mucha gente en la Araucanía, para contrarrestar la política reductiva de los
medios de comunicación nacionales?
Así no se hace una política nacional, dando la espaldas a
las iniciativas locales, que son muchas y que le demuestran a los pequeños
burócratas de Santiago que es posible innovar con pocos recursos, fuera de la
capital, que -por lo demás- es una
escena más provinciana que las escenas regionales; porque al final de cuentas mide sus aspiraciones con escenas como la de
Sao Paulo y Buenos Aires. Por eso tiene esa fascinación por ArteBA. ¿No les parece una vergüenza que la política
de artes visuales del gobierno de la Señora Presidenta esté montada sobre la “fantasmalidad” de una
feria de arte privada? ¿Y que por añadidura, opera en un nuevo contexto
político dominado por la centro derecha? ¿Pero que les está pasando? Ah, pero no se atreven a hacer esto mismo que
hicieron en Buenos Aires, en ARCO. Ni en SP.
No les da.
Por esta razón, los
artistas santiaguinos de la generación
de Camilo Yáñez y los que la anteceden necesitan un centro que satisfaga sus aspiraciones
ya fracasadas. Pero en ese fracaso no pueden acarrear al país entero. Porque se trata de artistas que ya no tienen ninguna posibilidad de carrera y
solo les queda soñar con disponer de miles de metros cuadrados, donde lograrán
ser exhibidos bajo ciertas condiciones mínimas, para que los vengan a ver unos
curadores que son traídos a Chile para
raspar la olla. Así no se hace una
política de internacionalización. Pero no
existe ninguna certeza de que estas invitaciones se conviertan en propuestas
formales para exponer en centros y museos de Brasil, México o Centro
América. No se si se han enterado pero la
crisis de los museos europeos apunta a las artes africanas y asiáticas. Es una
lástima, pero es “un signo de los tiempos”.
Solo cuando les recortaron el presupuesto los museos
descubrieron que debían refugiarse en las “artes de lo común”. ¿Es lo que hará
este centro en Cerrillos con las nuevas poblaciones anunciadas? ¿El arte les
servirá para legitimar una deficiente
política de vivienda popular? Ahora, Cultura ya no está destinada a hacer
prevención de riesgo social para el Ministerio del interior, sino que ha
descubierto su nueva funcionalidad en la construcción de compensación para el
MINVU.
¿Ven? Esto no lo pueden hacer ni con el teatro, ni con la
música, ni con el cine. Por de pronto, la Ministra del Teatro no se los
permitiría. Dejándose de cosas, Romero
es la única que tiene “política nacional”.
(Aplausos).
En tal panorama, ni los
metros cuadrados ni la remodelación arquitectónica resuelven la crisis de colocación
internacional de la generación de Camilo Yáñez. El tema es la política nacional. Muéstreme donde están sus expertos. ¿Cuál es la lectura que su equipo hace de las
escenas locales? Una región es un campo en extremo estratificado y tengo la
certeza de que carecen de conocimiento zonal y nacional de las realidades
locales. No disponen de un mapa de la
complejidad etnográfica que significa
reconocer la existencia de prácticas artísticas diferenciadas y temporalmente
encaramadas, en que se comparte la contemporaneidad de lo no contemporáneo.
Porque citar a Jean Rouch o Harald Szeeman no basta. Re-leer a Bourdieu e intentar “aplicar” el
modelito del Palais de Tokyo/ Beaux-Arts
es comparable a convertir “Copiar el Edén” en un guión para una muestra “indispensable”. No es necesario montar centros de urgencia
plástica, sino editar buenos libros que por lo menos tendrán la virtud de estar
en las vitrinas de las tiendas de los
grandes museos y centros en forma.
Y en ese sentido, “Copiar el Edén”, pese a ser un muy buen libro malo,
funciona. Esa es, por lo menos, una inversión en un fraude altamente
estructurado que al menos produce un rédito ilusorio que calma las conciencias.
Ahora, el debate
sobre una política nacional no puede ser la expansión de los problemas de “la
Chile”. Ni para eso los académicos
hitóricos se ponen de acuerdo. El candidato a rector apoya la iniciativa de
Camilo Yáñez para dejar fuera al director del MAC, que se lamenta de haber
sabido del centro escuchando el mensaje del 21 de mayo. Lo cual no es efectivo porque ya había
elaborado una hipótesis que “amplificaba” el MAC desde Quinta Normal a
Cerrillos, pensando en que su sola existencia como un museo universitario
fracasado era la base del “centro de arte” efectivo para las generaciones
futuras. ¡Lo que Brugnoli quería era superar
a la escuela de su propia universidad para sepultar la epopeya de la Reforma
Universitaria y hundir el nombre de Balmes para siempre! Imaginen lo que sería
el Magister en Maltrato en Cerrillos.
Mitomanía académica que Camilo Yáñez derribó al “levantarle” Cerrillos y
ponerlo al servicio de la política escenográfica de Ottone. Por eso Brugnoli
está tan picado; porque pudo haber tenido Cerrillos para sí, y el otro le ganó
el quien vive. Por eso es una farsa
sostener que se enteró el 21 de mayo.
Desde fines del año pasado que se ríen de él en el CNCA porque le levantaron
Cerrillos a la Chile, incluida la
secretaria. Y en eso ocupan su tiempo. A
eso le llaman “hacer política”.
Como se verá, nada de esto es muy serio. La puesta en crisis
de las condiciones de exhibición conduce a sustituir la pulsión del colgaje y
de la instalación de gabinete por experiencias relacionales que están más cerca
de la animación social y cultural de comunidades vulnerables. De seguro, podrían tercerizar el manejo de
poblaciones barriales vulnerables y subcontratar a Galmet –por fin- para que les haga el trabajo
de campo. También pueden abrir una
sucursal de Balmaceda, para hacer talleres juveniles y montar experiencias de hackeo anti-imperialistas.
Pero eso que se supone será realizado en Cerrillos, no
legitima la decisión, porque eso querrá decir que harán trabajo con la “baja
cultura” solo para garantizar los recursos que necesitan para su “alta cultura”. Lo cual, en el fondo, es una frescura
estructural que se “chupará” toda la plata, en desmedro del desarrollo de las
escenas regionales, convenientemente
jerarquizadas. No se entiende cómo no se han rebelado las direcciones
regionales por semejante golpe al desarrollo local de las artes visuales.
No se les ocurrió nada mejor que inventar el nombre Macro
Zona, para juntar a varias regiones, con características relativamente
similares. Lo cual es un error, porque
no se determinado conceptualmente las fronteras.
Les pongo un ejemplo: el concepto inventado en Talca, en la Escuela
de Arquitectura, de la Ciudad-Valle-Central, obliga a entender cómo una zona
específica del territorio que va desde Rancagua a Chillán modifica las
relaciones del conocimiento y del paisaje, desde prácticas que superan las
disciplinas del área de artes de la visualidad y las problematizan como una
plataforma de intervención sin precedentes. Y que San Felipe, que es la última frontera del Norte Chico, antes
de entrar a la Metropolitana, se conecta con formas complejas de religiosidad
popular que “destruye” toda cercanía performativa. Al menos, la problematiza. Lo menciono,
solo para entender la naturaleza de los cortes, que obliga a recuperar
micro-zonas de gran singularidad, como el interior de la Quinta, y los bordes
de Placilla, que remiten a pasados históricos extremadamente diferenciados y
que en no todas partes el desarrollo del arte contemporáneo es unitario y
homogéneo.
Es más: hay zonas más tardo-modernas que pueden reproducir
sus condiciones en un largo plazo sin “traumas” significativos. En cambio hay zonas aceleradas, hasta diríamos alteradas, pero carentes de capacidad
de escenificar una producción, en las que se mantienen a duras penas, de manera
muy forzada, prácticas contemporáneas academizadas y acopladas al gusto dudoso
de las élites regionales.
Ahora, en el Norte Grande, el apoyo de las mineras está dirigido hacia las artes
del espectáculo; escasamente hacia las artes visuales. Estas no reditúan. ¡Que lástima! Y quienes ganan son siempre
artistas metropolitanos que son “contratados” para ir a construir un “mojón” en
las cercanías de Humberstone o de Caspana, cuando el territorio está ya mapeado
simbólicamente por las “chullpas”. Es
solo por poner otro ejemplo de cómo muchas prácticas sociales producen efectos
estéticos más consistentes que la propia producción de arte.
Entonces, el tema del
centro de arte no es el tema. El tema del debate es la política nacional.
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