miércoles, 13 de diciembre de 2017

VISITA AL MUSEO.


Hay días así. Fui al MNBA para visitar unas exposiciones. En la Sala Matta, había una feria de pulgas. Después me enteré que era una exposición. Nunca he visto algo más mal montado y rotulado a la rápida en este museo. Era la exposición de un moralista que manifestaba su total desprecio por la obras y los artistas. Quedaba muy claro que se trataba de este tipo de exposiciones que se hacen para cumplir con los PMG , en cada servicio.

El hecho es que la única obra que reconocí como digna de ser reconocida en un informe sobre restos perdidos, fue la obra de Mario Soro. Aún así, se entiende que las vitrinas están de más. Bastaba con el colgajo. Pero  es comprensible que en una exposición aspiracional, la realidad del montaje desmienta el título: “Menos es más”.

Los esquemas gráficos obtenidos de un manual de ortopedia del siglo XIX cumplen el rol de atributo pedagógico destinado a sostener, al menos, la imagen de los cuerpos afectados por graves perturbaciones de los miembros inferiores.  Sin embargo, para efectos de su disposición reparatoria sobran en demasía, restando toda potencialidad enigmática al complejo  en exhibición. Aún así, son las piezas que mejor se sostienen.  Uno, porque cuelgan y hablan de la gravedad de los cuerpos, y dos, porque acumulan la reversión del ex-voto,  que denota un campo fantasmático, por sustracción,  de  las artes del caminar. 

Gran artista, Mario Soro. No debiera estar en esta confusa amalgama que sirve solo para evaluar el desempeño de un funcionario, que por lo demás, encierra en un terreno sesgado y colonializado, la categoría de género. 

Una vez abandonado el espacio ferial,  pasé  a la sala Blanco y me encontré en medio de una jornada que reunía a más funcionarios.  No estaba invitado. Solo fue una casualidad.  Por un lado, los funcionarios de museos de la DIBAM; por otro lado, los encargados de la cuestionada  “macro-zona” de “artes de la visualidad” del CNCA. 

No hago más que hacer ingreso, cuando escucho el discurso de una de las curadoras del MNBA poner en duda la pertinencia que tendrían los operadores y operadoras de la macro-zona acerca de cuestiones museales específicas; justamente, porque el CNCA carece de experiencia conceptual y pragmática en la materia.  Lo cual era reforzado por cuestionamientos hacia la noción de “museo de arte” que se maneja desde el CNCA, que a toda vista, denota un desconocimiento de la realidad de la musealidad chilena, en que la permeabilidad fragilizada y precarizada de la constituye obliga a redefinir las pautas que estaban descritas en un documento  de trabajo al que no tuve acceso. 

Sin embargo, otros intervinientes se referían a él como un informe ya superado por la realidad de la articulación entre historicidad ilustrable, ilustración historizada, visualidad subordinada al discurso de la historia, autonomía relativa referida a la visualidad implícita de los materiales en un museo de historia regional, sin dejar de considerar que el rubro “fotografía patrimonial” atravesaba la totalidad del espectro identitario, alojada en archivos regionales diversos, que denotan el imperialismo colonial de la tecnología de registro en la invención subordinada del territorio.

Sin embargo, en las divagaciones explicativas del personal del CNCA se dejaba escuchar con profusión catecúmena la palabra “instancia”.  Como se sabe, toda instancia es reflexiva y se espera que de su ejercicio emanen directivas de transformación efectiva del estado de cosas existente. Recordé que la referencia estaba mutilada, porque los intervinientes no completaban la parte que correspondían a “la economía”, y por otra parte, habían omitido la apertura que recurría a la palabra “determinación”.

Los Antiguos ya sabrán a que frase me refiero: “determinación en última instancia de la economía”. En el CNCA, este léxico perturba las consciencias ingenuas de la imagen que tiene de sí. Lo que no pueden omitir, en todo caso, es la determinación en última instancia de la razón funcionaria, obligándose a marcar, a pocos días del término de un gobierno, el acto ritual por el que invocan el deseo de continuidad arrolladora, bajo la excusa de una participación en que las escuchas están rigurosamente condicionadas.


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