Hay días así. Fui al MNBA para visitar unas exposiciones. En
la Sala Matta, había una feria de pulgas. Después me enteré que era una
exposición. Nunca he visto algo más mal montado y rotulado a la rápida en este
museo. Era la exposición de un moralista que manifestaba su total desprecio por
la obras y los artistas. Quedaba muy claro que se trataba de este tipo de
exposiciones que se hacen para cumplir con los PMG , en cada servicio.
El hecho es que la única obra que reconocí como digna de ser
reconocida en un informe sobre restos perdidos, fue la obra de Mario Soro. Aún
así, se entiende que las vitrinas están de más. Bastaba con el colgajo. Pero es comprensible que en una exposición aspiracional, la realidad del montaje desmienta
el título: “Menos es más”.
Los esquemas gráficos obtenidos de un manual de ortopedia
del siglo XIX cumplen el rol de atributo pedagógico destinado a sostener, al
menos, la imagen de los cuerpos afectados por graves perturbaciones de los
miembros inferiores. Sin embargo, para
efectos de su disposición reparatoria sobran en demasía, restando toda
potencialidad enigmática al complejo en
exhibición. Aún así, son las piezas que mejor se sostienen. Uno, porque cuelgan y hablan de la gravedad
de los cuerpos, y dos, porque acumulan la reversión del ex-voto, que denota un campo fantasmático, por
sustracción, de las artes del caminar.
Gran artista, Mario Soro. No debiera estar en esta confusa
amalgama que sirve solo para evaluar el desempeño de un funcionario, que por lo
demás, encierra en un terreno sesgado y colonializado, la categoría de
género.
Una vez abandonado el espacio ferial, pasé a la sala Blanco
y me encontré en medio de una jornada que reunía a más funcionarios. No estaba invitado. Solo fue una casualidad. Por un
lado, los funcionarios de museos de la DIBAM; por otro lado, los encargados de
la cuestionada “macro-zona” de “artes de
la visualidad” del CNCA.
No hago más que hacer ingreso, cuando escucho el
discurso de una de las curadoras del MNBA poner en duda la pertinencia que
tendrían los operadores y operadoras de la macro-zona acerca de cuestiones
museales específicas; justamente, porque el CNCA carece de experiencia
conceptual y pragmática en la materia.
Lo cual era reforzado por cuestionamientos hacia la noción de “museo de
arte” que se maneja desde el CNCA, que a toda vista, denota un desconocimiento
de la realidad de la musealidad chilena, en que la permeabilidad fragilizada y
precarizada de la constituye obliga a redefinir las pautas que estaban
descritas en un documento de trabajo al
que no tuve acceso.
Sin embargo, otros intervinientes se referían a él como un informe ya
superado por la realidad de la articulación entre historicidad ilustrable,
ilustración historizada, visualidad subordinada al discurso de la historia,
autonomía relativa referida a la visualidad implícita de los materiales en un
museo de historia regional, sin dejar de considerar que el rubro “fotografía
patrimonial” atravesaba la totalidad del espectro identitario, alojada en
archivos regionales diversos, que denotan el imperialismo colonial de la
tecnología de registro en la invención subordinada del territorio.
Sin embargo, en las divagaciones explicativas del personal
del CNCA se dejaba escuchar con profusión catecúmena la palabra
“instancia”. Como se sabe, toda
instancia es reflexiva y se espera que de su ejercicio emanen directivas de
transformación efectiva del estado de cosas existente. Recordé que la
referencia estaba mutilada, porque los intervinientes no completaban la parte
que correspondían a “la economía”, y por otra parte, habían omitido la apertura
que recurría a la palabra “determinación”.
Los Antiguos ya sabrán a que frase me refiero:
“determinación en última instancia de la economía”. En el CNCA, este léxico
perturba las consciencias ingenuas de la imagen que tiene de sí. Lo que no
pueden omitir, en todo caso, es la determinación en última instancia de la
razón funcionaria, obligándose a marcar, a pocos días del término de un
gobierno, el acto ritual por el que invocan el deseo de continuidad
arrolladora, bajo la excusa de una participación en que las escuchas están
rigurosamente condicionadas.
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