Imaginen ustedes lo que costaba, en los años noventa, imprimir un documento de estas
acarcterísticas. De partida, no había plata. Luego, no había quien escribiera.
Los nombres en la plaza eran dos o tres y sus aptitudes ya estaban
distribuidas. Se había terminado la alianza entre artistas y publicistas que
hicieron posible que en los inicios de los años ochenta se imprimieran unos
materiales que hoy día han adquirido precio en el mercado de documentos raros.
En la actualidad los
artistas disponen del Fondart y en las escuelas enseñan, no solo a cómo
presentar “dossiers” (les llaman portfolios), sino que se entrena a estudiantes
en la confección de catálogos simulados,
impresos en fotocopias de nueva generación, de modo que la impostura y el
fraude institucional sea conjurado mediante objetos impresos que asumen el rol
de fetiches familiares. En cuanto a la
producción ascendente, las condiciones del parque impresor ofrece ventajas
inimaginables. Nunca se ha publicado más,
sobre arte, en Chile, que en la última década.
Un elemento importante en esta inflación ha sido el
descubrimiento de que todo acto fallido universitario puede ser encubierto con
una buena política editorial. De este modo, ha aumentado considerablemente la
oferta de escritura y se ha rebajado también la edad de los sujetos de
enunciación académica. La aparición de nuevas condiciones de impresión han
abaratado los costos y esto ha hecho que editoriales/librerías sostengan a
“precio justo” iniciativas de jóvenes investigadores, que en el año 2000 eran
imposibles de considerar.
En relación a lo anterior, la oferta de escritura de
acompañamiento para los jóvenes artistas ascendentes ha aumentado de manera
exponencial. Junto a esta ofensiva, han aparecido tres o cuatro revistas on
line, que se han convertido en elementos de garantización blanda, que en el
caso de las experiencias de residencias han demostrado su utilidad. En parte,
debido a que una residencia es definida en general como “proceso”, de modo que
exige el concurso de una narrativa que la ponga en una situación contextual
prospectiva, susceptible de convertirse
en obra dura, en una mirada larga, que solo puede adquirir consistencia en
soporte editorial, de preferencia impreso “como pobre”, lo que es más caro,
pero al final, garantiza una consideración de rigor en la circulación
internacional, porque recupera y reproduce un cierto aire “RDA” en el diseño.
Una vez resuelto el tema de la impresividad, viene el
capítulo de conseguir las escrituras adecuadas. En este terreno hay una gran
oferta, dependiendo de la valencia curatorial de servicio en la nueva de
tendencia de trabajos orientados hacia una nueva decoración pública. En este sentido, ya he mencionado las
residencias. Ahora se debe incluir los
laboratorios, que es el nuevo formato, más flexible, luego de la merma experimentada
por la inevitable academización de las
residencias. Hay tantas residencias en el mundo que ya han dejado de ser
efectivas en los procesos de aceleración de carrera. Sin desmedro de que para relatos con pretensión analítica de
residencias, ya se haya constituido un formato de escritura, en el que
participan escritores de mayor renombre
que facilitan las conexiones internacionales. En este sentido, lo mejor es
obtener una pluma extranjera con conexiones expansibles, de preferencia
brasilera.
En el terreno de los laboratorios, las escrituras más
eficientes son las de procedencia argentina, porque aportan un quantum de referencias literarias y
psicoanalíticas que no se consigue en Chile, y que presentan un rendimiento de
conectabilidad, sobre todo para circular en un ambiente hispano, ya sea en el
sur de los EEUU como en la propia península ibérica.
Por su parte, los
artistas que no practican el formato de
las residencias y de los laboratorios deben conformarse con la ocupación de
lugares convencionales de exhibición, para lo cual deben disponer de una
batería de escritura que responsa a las necesidades de reconocimiento de los
temas involucrados, en el marco editorial ya definido por la institución de
acogida. En este sentido, ya se puede encontrar especialistas en crítica desde
los géneros, escritores sobre corporalidades en tránsito, estudiosos de la
exhibición de archivos, ensayistas que
reflexionan sobre las nuevas formas de relación entre arte-y-política, académicos
eficientes que resumen trozos de antología, donde abundan las citas de J. Butler, Chantal
Mouffe, Karen Cordero, Andrea Giunta,
entre otr@s. En cambio, los que buscan asegurar un camino a través de
las dependencias de la “nueva escultura”, deben
acudir a los buenos oficios de
quienes se esfuerzan por encontrar el fragmento adecuado de Zizeck, destinados a fortalecer una reflexión local
sobre el estatuto de los cuerpos, después de la deflación simbólica acaecida
durante la post-dictadura.
En cuanto al paisaje, la oferta se ha acrecentado gracias a
la proliferación de residencias en lugares extremos y en comunidades carentes.
Lo curioso y digno de estudiarse es que las comunidades carenciadas pasan a
formar parte del paisaje; es decir, están más cerca de la naturaleza, en una
abierta alusión a la categoría del “buen salvaje”. Este es un tema que fascina
a los escritores e investigadores jóvenes: la defensa de causas extremas, ya
sea tengan lugar en la cordillera, en el desierto, en el mar, en los ríos, en
los bosques.
Pero las ofertas más significativas son aquellas destinadas,
no tanto a consolidar comienzos de carrera en un circuito exterior cercano,
sino a fortalecer lo que ya se tiene, en la academia. De ahí que en ese caso yo
recomiendo que se recurra a escrituras provenientes del complejo
Arcis-la-Chile, donde la referencia inicializante a W. Benjamin es de rigor. Esas
escrituras se inscriben en un nicho auto-referente y tienen la virtud de fortalecer relaciones ya
transitadas pero siempre útiles, con emblemas de la ciencia argentina que
transfiere la tucumanización
ardiente del arte chileno como categoría retrasada, pero siempre portadora del
sujeto de la historia.
Ahora bien: la última oferta de escritura ha sido cubierta por los “ejercicios”
de visitación de colecciones públicas y privadas, convertidos en un nuevo género curatorial, en el que algunos logran incluir algunas
hipótesis contrahechas ya reconocidas por
académicos españoles y que han dado
en llamar “crítica institucional”. Se
han hecho hasta doctorados gracias a la inflación de la experiencia del MNBA en
la última década. En ese caso es preciso reconocer la existencia de un grupo
de artistas que han adquirido la especialidad de citar e
interpelar a la tradición, dando pie al montaje de una gran ola
revisionista. Ese viene a ser un nicho
muy productivo y que tiene gran prestigio. Para eso, los académicos vinculados
a la UDP y a la UAH ofrecen diversas
alternativas, donde aseguran una citacionalidad
erudita y consolidada, con guiños a instituciones extranjeras dedicadas
a la explotación de archivos y con decididas “bajadas” a las teorías de
activación de las memorias, donde el
recurso a Todorov parece obligatorio.
La clave de todo lo anterior está en definir cual es la editorialidad que está puesta en juego, en que debe quedar manifiesta una cierta
dependencia simbólica de la gráfica polaca o alemana democrática de fines de
los años sesenta, porque en términos de diseño no hay nada mejor que recuperar
los indicios de una época mítica, en el terreno de la letra (del inconsciente escena-gráfico).
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