domingo, 10 de diciembre de 2017

OFERTAS ESCRITURALES


 Varias personas me han escrito para preguntar si el propósito de la empresa referida en la última columna era una broma o si, en verdad, fue un emprendimiento fallido.  Les preocupaba que en la actualidad curatorial no hubiese tentativas similares, destinados a favorecer la circulación de la producción del arte chileno. De este modo,  me preguntan si no es posible montar una oficina de apoyo para semejante propósito. Y lo primero que se ocurre,  para colaborar con las políticas iniciales de carrera, es la confección de un menú discursivo, clasificable según la oferta que las propias empresas de escritura pueden exhibir, atendiendo a la relativa facilidad que existe hoy día respecto de la capacidad imprentera nacional para mantener la producción de una gran cantidad de catálogos.

Imaginen ustedes lo que costaba, en los años noventa,  imprimir un documento de estas acarcterísticas. De partida, no había plata. Luego, no había quien escribiera. Los nombres en la plaza eran dos o tres y sus aptitudes ya estaban distribuidas. Se había terminado la alianza entre artistas y publicistas que hicieron posible que en los inicios de los años ochenta se imprimieran unos materiales que hoy día han adquirido precio en el mercado de documentos raros.

En la actualidad  los artistas disponen del Fondart y en las escuelas enseñan, no solo a cómo presentar “dossiers” (les llaman portfolios), sino que se entrena a estudiantes en la  confección de catálogos simulados, impresos en fotocopias de nueva generación, de modo que la impostura y el fraude institucional sea conjurado mediante objetos impresos que asumen el rol de fetiches familiares.  En cuanto a la producción ascendente, las condiciones del parque impresor ofrece ventajas inimaginables.  Nunca se ha publicado más, sobre arte, en Chile, que en la última década.

Un elemento importante en esta inflación ha sido el descubrimiento de que todo acto fallido universitario puede ser encubierto con una buena política editorial. De este modo, ha aumentado considerablemente la oferta de escritura y se ha rebajado también la edad de los sujetos de enunciación académica. La aparición de nuevas condiciones de impresión han abaratado los costos y esto ha hecho que editoriales/librerías sostengan a “precio justo” iniciativas de jóvenes investigadores, que en el año 2000 eran imposibles de considerar. 

En relación a lo anterior, la oferta de escritura de acompañamiento para los jóvenes artistas ascendentes ha aumentado de manera exponencial. Junto a esta ofensiva, han aparecido tres o cuatro revistas on line, que se han convertido en elementos de garantización blanda, que en el caso de las experiencias de residencias han demostrado su utilidad. En parte, debido a que una residencia es definida en general como “proceso”, de modo que exige el concurso de una narrativa que la ponga en una situación contextual prospectiva,  susceptible de convertirse en obra dura, en una mirada larga, que solo puede adquirir consistencia en soporte editorial, de preferencia impreso “como pobre”, lo que es más caro, pero al final, garantiza una consideración de rigor en la circulación internacional, porque recupera y reproduce un cierto aire “RDA” en el diseño.

Una vez resuelto el tema de la impresividad, viene el capítulo de conseguir las escrituras adecuadas. En este terreno hay una gran oferta, dependiendo de la valencia curatorial de servicio en la nueva de tendencia de trabajos orientados hacia una  nueva decoración pública.  En este sentido, ya he mencionado las residencias. Ahora se debe incluir  los laboratorios, que es el nuevo formato,  más flexible, luego de la merma experimentada por  la inevitable academización de las residencias. Hay tantas residencias en el mundo que ya han dejado de ser efectivas en los procesos de aceleración de carrera.  Sin desmedro de que para  relatos con pretensión analítica de residencias, ya se haya constituido un formato de escritura, en el que participan  escritores de mayor renombre que facilitan las conexiones internacionales. En este sentido, lo mejor es obtener una pluma extranjera con conexiones expansibles, de preferencia brasilera. 

En el terreno de los laboratorios, las escrituras más eficientes son las de procedencia argentina, porque aportan un quantum de referencias literarias y psicoanalíticas que no se consigue en Chile, y que presentan un rendimiento de conectabilidad, sobre todo para circular en un ambiente hispano, ya sea en el sur de los EEUU como en la propia península ibérica.

Por su parte,  los artistas que no  practican el formato de las residencias y de los laboratorios deben conformarse con la ocupación de lugares convencionales de exhibición, para lo cual deben disponer de una batería de escritura que responsa a las necesidades de reconocimiento de los temas involucrados, en el marco editorial ya definido por la institución de acogida. En este sentido, ya se puede encontrar especialistas en crítica desde los géneros,   escritores sobre  corporalidades en tránsito, estudiosos de la exhibición de archivos,  ensayistas que reflexionan sobre las nuevas formas de relación entre arte-y-política,  académicos  eficientes que resumen trozos de antología,  donde abundan las citas de J. Butler, Chantal Mouffe, Karen Cordero, Andrea Giunta,  entre otr@s.  En cambio,  los que buscan asegurar un camino a través de las dependencias de la “nueva escultura”, deben  acudir  a los buenos oficios de quienes se esfuerzan por encontrar el fragmento adecuado  de Zizeck,  destinados a fortalecer una reflexión local sobre el estatuto de los cuerpos, después de la deflación simbólica acaecida durante la post-dictadura.

En cuanto al paisaje, la oferta se ha acrecentado gracias a la proliferación de residencias en lugares extremos y en comunidades carentes. Lo curioso y digno de estudiarse es que las comunidades carenciadas pasan a formar parte del paisaje; es decir, están más cerca de la naturaleza, en una abierta alusión a la categoría del “buen salvaje”. Este es un tema que fascina a los escritores e investigadores jóvenes: la defensa de causas extremas, ya sea tengan lugar en la cordillera, en el desierto, en el mar, en los ríos, en los bosques. 

Pero las ofertas más significativas son aquellas destinadas, no tanto a consolidar comienzos de carrera en un circuito exterior cercano, sino a fortalecer lo que ya se tiene, en la academia. De ahí que en ese caso yo recomiendo que se recurra a escrituras provenientes del complejo Arcis-la-Chile, donde la referencia inicializante a W. Benjamin es de rigor. Esas escrituras se inscriben en un nicho auto-referente y  tienen la virtud de fortalecer relaciones ya transitadas pero siempre útiles, con emblemas de la ciencia argentina  que  transfiere la  tucumanización ardiente del arte chileno como categoría retrasada, pero siempre portadora del sujeto de la historia. 

Ahora bien: la última oferta de escritura  ha sido cubierta por  los  “ejercicios” de visitación de  colecciones  públicas y privadas,  convertidos en un  nuevo género curatorial,  en el que algunos logran incluir algunas hipótesis contrahechas ya reconocidas por  académicos españoles  y que han dado en llamar “crítica institucional”.  Se han hecho hasta doctorados gracias a la inflación de la experiencia del MNBA en la última década. En ese caso es preciso reconocer la existencia de un grupo de  artistas que  han adquirido la especialidad de citar e interpelar a la tradición, dando pie al montaje de una gran ola revisionista.  Ese viene a ser un nicho muy productivo y que tiene gran prestigio. Para eso, los académicos vinculados a la UDP y a la UAH  ofrecen diversas alternativas, donde aseguran una citacionalidad  erudita y consolidada, con guiños a instituciones extranjeras dedicadas a la explotación de archivos y con decididas “bajadas” a las teorías de activación de las memorias,  donde el recurso a Todorov parece obligatorio. 


La clave de todo lo anterior está en  definir cual es  la editorialidad  que está puesta en juego, en  que debe quedar manifiesta una cierta dependencia simbólica de la gráfica polaca o alemana democrática de fines de los años sesenta, porque en términos de diseño no hay nada mejor que recuperar los indicios de una época mítica, en el terreno de la letra (del inconsciente escena-gráfico). 

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