Antes del ingreso al frente interno, como se le llamaba, los
compañeros de otra facción abandonaron La orquesta roja y se pusieron a leer El
chacal. Este fue un cambio radical
en la estrategia de formación de cuadros para la lucha insurreccional. Incluso,
nos recomendaban ingresar al Metro de Paris, sin pagar, para habituarnos a
desarrollar un “espíritu
infractor”. Había que combatir el
pacifismo histórico del movimiento popular chileno.
A los que no iban a Cuba, les quedaba la lectura de El Chacal, para desarrollar hábitos de
caracterización en condiciones extremas de lucha clandestina. Lo que no estaba escrito, pero se sabía, era
que todos los que viajaban a Cuba lo hacían por Praga. Entonces, tenían que
salir por Le Bourget, donde los RG franceses le tomaban una foto a todos los
que embarcaban en esa dirección. Todos fichados.
El problema para “nuestra” orquesta roja fue que a su regreso a Francia, a la espera de ser
enviados al frente interno, corrían el riesgo de ser controlados por la policía
y no tenían un relato consistente para demostrar donde habían estado en el
último año. Además, no tenían papeles.
Entonces, entraron en clandestinidad, en la propia Francia, a la espera
de ser enviados a Chile, a combatir.
Entonces vino un compañero que les dijo sin anestesia: “¿a combatir? Pero si perdimos la guerra. Los van a estar esperando a la bajada del
avión”. Y decidió cancelar el plan
de regreso. Es de imaginar la dimensión de la decepción.
Se habían pasado un año estrenando en Cuba para ser enviados al interior y ahora les impedían el ingreso. Era una manera poco honrosa de terminar una
carrera de combatiente. Pero esa
decisión les salvó la vida. Dejaron de leer El
chacal, olvidaron La orquesta roja,
y aprendieron a pagar el boleto del Metro. Algunos, de todos modos, se fueron a El
Salvador, para –al menos- combatir con una arma en la mano y salir a página
completa en reportajes del Paris Match.
Desde ese entonces, las luchas por el control del frente
externo se desplazó hacia la representabilidad de los discursos. El
onegismo pasó a configurar el frente de
producción de la ficción pactada
para caracterizar a la dictadura,
en la perspectiva de una construcción de alianzas adecuada. Los compañeros que pensaban que el destino
debía estar definido por los intereses de un movimiento popular deseado a su
medida, no entendieron que el regreso de los veteranos suponía otro concepto de
construcción de redes, pero que sobre todo, el síndrome de la resistencia
francesa bajo la Ocupación ya había sido superado por el dinero del Consejo
Mundial de Iglesias y por la elección de Mitterand, que reorientaría las
inversiones del accionalismo –entre Touraine y el cura Arroyo-, pasando por las
reversiones italianas, sin olvidar el millón de dólares que entregó Kadaffi,
creyendo que apoyaba la lucha armada que ya había sido olvidada.
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