martes, 21 de marzo de 2017

CECILIA JUILLERAT


Desde hace unos años he puesto mi atención  en los trabajos de artistas cuyas obras se despliegan utilizando recursos de los sistemas de corte y confección.  Existe una cierta fascinación por tomar el  patrón McCalls o Burda, para  hacer declinar de su despliegue, una  modalidad de trato con la representación del cuerpo, a través de la manufactura vestimentaria. 

En cierto modo, la ceremonia de la toma de medidas para  hacerse un traje anticipa simbólicamente el tamaño de la urna.  No sería impreciso pensar que el porte de ropa no fuera una manera de conjurar la angustia ante la muerte, llevando puesto consigo un  ataúd de trapo.  Sin embargo, existe un elemento intermedio que acompaña  el movimiento del cuerpo y que se pega a él como una condición inevitable de fijación; me refiero al  sudario. 

Uno de los relatos más bellos sobre estudios de exhumaciones en la zona del Mediterráneo próxima a Palestina tiene que ver con  el uso de  telas de barcas pesqueras que ya han dejado de cumplir sus funciones de navegación y pasan a proporcionar insumos a diversas prácticas de sepultación. Son telas remendadas hasta el cansancio material y que  se hacían disponibles para  que la “gente de a pie” pudiera envolver a sus deudos.  De algún modo, acostumbrados a un trato regional con las ceremonias funerarias andinas, nos señalan esta doble función de “envoltura” de la tela y de la vasija de barro que sirve de sepultura.  Existe, en estas prácticas “arcaicas” una cierta pasión por las envolturas.

¿Qué es lo que importa, en este terreno?  Habría que establecer dos cosas: la  importancia  reparadora de la envoltura y  el efecto  gráfico de los remiendos en las telas para uso  productivo. Entre envolver y remendar se instala una relación que nos va a conducir a montar una gran interpretación sobre las condiciones del sujeto psíquico. Lo sabemos muy bien: ¿qué hay  de más cercano que  la tela y la piel?



Pues bien: este es el momento crucial que permite  dar cuenta analítica del trabajo de Cecilia Juillerat. Toda envoltura supone la existencia de un despliegue; es decir, de la validación ostensible de la superficie; y para no ir más lejos, hablar de superficie es hablar de superficie de contacto; es decir, de una zona fronteriza conducida por una prohibición; que es, sin más, la prohibición del tacto.

El tacto debe ser habilitado porque existe algo así como una “jurídica de los cuerpos”, donde la consciencia de la cobertura pone en evidencia este doble juego del tacto y de su repliegue.

¿Qué es lo que hace Cecilia Juillerat?  Des / envuelve para expandir una tela que será un símil de piel, porque requiere trabajar por capas. En el entendido que se coloca de inmediato en un campo específico: el cuerpo de la pintura.  Sin embargo, se trata de un cuerpo casi desfallecido que vive amenazado por el fantasma del despegue de las capas básicas de protección.  Por eso,  no hay, prácticamente, humedad. Solo costura de capas sobre capas, como si fueran remiendos que corresponden a momentos temporales diferenciados,  pero que son remitidos a comparecer en una misma zona.  De este modo, entre piel y tela, la diferencia  se hace evidente en la materialidad del hilo y la factura de un tipo de  costura determinada, por cuya amplificación quedará marcada la herida.  Solo hay remiendo porque existe merma en la trama. La recomposición que depende de la toma del hilo a veces fracasa y se requiere una solución mayor, que consiste directamente en aplicar un parche.  Un parche, antes-de-la-herida, o “ante la herida” (delante de). Si por eso entendemos que a cada herida,  el parche  que corresponde,  como una especie de primeros auxilios.



En francés,  el parche, el esparadrapo, la vendita adhesiva, el apósito, se dice pansement.  Pero su homofonía lo acerca a la palabra española pensamiento. La pintura es un modo de pensar.  Pero René Passeron sostiene de inmediato:  oui, cést une pensé, mais, comme pansement.  Es un juego de palabras muy productivo.  Es un pensamiento, pero como un apósito, sobre la herida. Passeron agregará, un pansement sur le vide: un parche sobre el vacío.  De esto ya he hablado, en otra ocasión, comentando el aporte que tuvo Jean Lancri  en el desarrollo de mi trabajo.

Entonces, envoltura, despliegue, parchado, son operaciones mediante las cuáles Cecilia Juillerat sustituye los elementos fundamentales del dibujo por aplicación de patrones  y recupera el hilo perdido de los relatos infantiles, que va a recuperar de las ilustraciones de primeras ediciones de “Alicia en el país de las maravillas”, como expresión de aquellos sueños fundantes en la infancia.  Pero el traspaso de las ilustraciones va a ser seguido al hilo como ejercicio de remiendo; es decir, convertirá el dibujo, propiamente, en ejercicio de costura destinado a recuperar el hilo perdido. 

La entre-tela proviene de la industria de la confección, que se despliega sobre la corporalidad, pero tiene la función de proporcionar a la pieza una cierta  rigidez, una  especie de certera  consistencia protectora dispuesta a mantener las formas.  En el dibujo, a veces, hay que mantener las formas.  Lo que importa, en estas láminas, es la visibilidad de las costuras sobre las estratagemas mínimas de parche.   Porque en definitiva,  toda esta figuración sobrepuesta corresponde a una unidad compuesta de remiendos que llegan a cubrir la consistencia de la tela de origen, como cuando se habla de una “lengua de partida” en una traducción.  

Los remiendos son la marca de una fricción social y simbólica de los cuerpos.  Todo esto, para dar nacimiento a conjuntos de tela (género) en que la visibilidad del remiendo habla de la consistencia de los indicios de cobertura de los cuerpos. Pero de lo que habla es de la corporalidad de la imagen pespunteada, en algunos casos, hilvanadas en otro, preparando la disposición de costura propiamente tal. 



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