En (en)clave Masculino,
Gloria Cortés dispuso las pinturas Prometeo encadenado y Sísifo, de Pedro Lira, una junto a la
otra. No tengo noticias de que hayan estado colgadas de este modo. Esta juntura
resulta ser extraordinaria. Sísifo ingresó
a la colección del MNBA en 1919, mientras que Prometeo acaba de ser adquirida, motivada por la necesidad de esta
juntura y para poder contar con dos
“pinturas viriles”, de la mano de quien se caracterizó, también, por realizar
emblemáticas “pinturas galantes”.
Sin embargo, la ostentación de la “pintura viril” valida su
contrario como recurso de encubrimiento, no tanto como el anverso de una
“pintura galante”, sino como expresión fantasmal de una pulsión homo-erótica.
De este modo, el “hombrón” de Sísifo abandona de modo ascendente la actitud
yaciente de Prometeo, respecto del
cual debemos señalar, al menos, cuatro detalles: 1) está tendido sobre una
roca, reuniendo la escena de la piedra
del santo sepulcro con el gesto de la
crucifixión; 2) la antorcha está casi apagada; no tiene llama; el fuego es apenas incandescente; 3) el sexo
masculino ha sido obliterado mediante el efecto cubriente de una gruesa
pincelada; 4) el águila que amenaza con devorar el hígado tiene cogote de
cóndor.
Lo que no podemos dejar pasar es el rostro feminizado de Prometeo, que espera la arremetida de una ave en la
que el pico se metamorfosea en saeta de una escena de sacrificio de San
Sebastián. Como tampoco se puede dejar de mencionar que el “hombrón” de Sísifo se asemeja demasiado a la contextura de los soldados mutilados que
han sido fotografiados como prueba de la
entrega de una prótesis de herido de guerra.
Solo ue en la pintura están retrato de cuerpo completo, en plena
erección gestual, poniendo en escena la distribución del paralelogramo de
fuerzas del impulso humano.
Entre ambas pinturas se puede establecer una línea que va de
la erección al desfallecimiento, donde
la flaccidez está orientada a consumir la rectitud del mango para incandescencia casi terminal. Se trata de un Prometeo carente de heroísmo
compensatorio, en que la antorcha está disponible solo para figurar el
desplazamiento del sexo obliterado; justamente, para hacerlo aparecer en otro
lugar. En cambio, a los pies
del Prometeo chilensis, Pedro
Lira re-figuraliza la condición de la política chilena post-balmacedista
mediante la silueta catastrófica de una ciudad en llamas. El deseo-de-polis aparece
representado “en clave” nobiliaria europea; solo en dicho continente hay
muros perimetrales en ciudades mediavales fortificadas. Balmaceda
es el síntoma habilitador de la barbarie de medio pelo que, disimulada en el cuadro del Mulato, expresa la medida inaceptable del mamarracho, en la acepción que Josefina
de la Maza plantea en el libro ya mencionado en entregas anteriores.
Entonces, si pensamos que estas pinturas son síntomas, el Prometeo de 1883 coincide con el regreso
de las tropas; sin embargo, coincide con el regreso del propio Pedro Lira a su país natal, en el que
encontrará aves de rapiña que querrán devorar sus hígado por traer consigo el
principio de la Luz. El aguila-condorizada no es más que un
emblema de la rapiña plebeya que anuncia una voracidad social de nuevo tipo,
que conducirá al país a la desolación narrada en la base del Sísifo, como
paisaje arruinado, en contraste con las arborescencias eminentes que sirven
para recordar la memoria de un paisaje “otro” en el Prometeo.
Un “otro” que no será comprable ni encontrable como referencia territorial en el Valle
Central.
Lo he señalado: estas pinturas se declaran como faros
simbólicos para re-ubicar las fallas
de la oligarquía en el período comprendido entre la post-Guerra del Pacifico y
la post-Guerra Civil. De nada le servirá
a Valenzuela Puelma pintar La lección de
geografía, porque el oligarca de Pedro Lira ocupará la escena
pictórica local de un modo análogo a la
Ocupación de Lima. Valenzuela Puelma
está en Paris y debe asumir el efecto directo de los quiebres simbólicos de la
sociedad que lo recibe, que a una década de la ocupación prusiana apenas
alcanza a soportar la “pérdida” de la Alsacia y
la Lorena. Mientras en Santiago se recompone el esfuerzo cívico del
recomienzo de la república: a cada día su afán.
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