A Farriol le llueve sobre mojado. El Mercurio no lo quiere. ¡Ni que
el diario fuera el difusor de la política del gabinete de Cultura! Ya nadie sabe para quien trabaja. Entonces,
¿a quien representa quien hace
las preguntas? No la descalifico, solo
pongo sus palabras en perspectiva. De
todos modos, el tema no es la gratuidad. Siempre fue una medida populista que no
garantizaba el aumento de la afluencia de público. Incluso, la masificación de la afluencia de
público al museo puede ser el síntoma de una gran equívoco. Buenísimas exposiciones pueden tener poco
público; es decir, el que corresponde. Más aún, cuando el aumento de las visitas tampoco tiene que
ver con la “calidad” de la programación.
Lo que está en juego es el concepto de mediación, porque define,
sea cual fuere la programación, una política de relaciones del museo con sus
públicos diferenciados.
Desde que el museo fue convertido en “centro cultural”, a
fines de los años sesenta, se dio inicio una grave depreciación de su función en relación al trabajo con la colección. Una noción como ésta no existía en ese
entonces. De hecho, el concepto de recuperación de colecciones es
relativamente reciente y está ligado al nacimiento del Centro Nacional de
Conservación y Restauración, en 1982. El
trabajo inicial de re/puesta en valor del acervo del MNBA le corresponde a la dirección de Milan Ivelic. Pero en ese sentido, Milan prolongó la
ideología culturalista de Antúnez. Al
menos, en todos los años que estuvo a la cabeza, actuó siempre como algo más
que un director, porque ese era el
estatuto simbólico del cargo. Sin
embargo, fue demasiado prudente ante la autoridad política. Pero esta es una apreciación que no reduce la
dignidad con que sostuvo el cargo.
Independiente de lo anterior, en paralelo al avance del Patrimonialismo Global, se ha
instalado una tendencia creciente entre los profesionales del sector del
patrimonio en considerar que un Museo de
Bellas Artes se debe a la puesta en
valor de sus colecciones y no a fungir
como un mediocre sustituto de una galería nacional de arte. La contemporaneidad del museo se juega
en hacer contemporáneo lo
no-contemporáneo; no exhibiendo obras de artistas contemporáneos. Dicho sea de paso, las consagraciones y
reconocimientos de carrera de los artistas contemporáneos debiera tener su
propio “templo”. La carga contemporánea
del MNBA se explica por la miseria institucional del MAC, en parte.
Esta situación de dominio de lo contemporáneo fue sintomática cuando muchos de quienes se presentaron al concurso del 2013 fueron
precisamente artistas contemporáneos, que no tenían ninguna posición sobre la
puesta en valor de las colecciones. Todo lo contrario. No tenían la menor empatía con el acervo. Ni
lo conocían. Farriol, por ejemplo,
¿conocía la colección? Ya no es
necesario hacerse la pregunta.
De todos modos, no sabemos si la actual dirección completó o
modificó o reforzó los términos del Plan de Desarrollo Estratégico que se
supone existía con la anterior administración.
De modo que el punto no es el de
la gratuidad ni el del aumento o decrecimiento de las visitas. El verdadero
punto a discutir es el Plan de Desarrollo. Y para ser justos, al actual director se le ha dotado con
mayores recursos para implementarlo, aunque el Plan, ningún
miembro de la comunidad artística lo conoce.
Sin embargo, nada de ello parece justificar la encuesta de El Mercurio, empeñada en
descalificar a Farriol con cifras en la mano, disponiendo la ventaja de responder su escueta carta del 18 de febrero con una crónica de una página entera el día 20. ¡Y continua hoy domingo con el relato de “insólitas situaciones que
desnudan precariedad de los museos chilenos”,
lo cual nos da serios indicios
para pensar que a Farriol le tendieron una emboscada comunicacional, que en los “hechos de papel” ha sido absolutamente efectiva.
Si se instala la idea de que El Mercurio favorece la
caída de Farriol, el director de la DIBAM no debiera estar muy
contento que le dicten la política desde
un diario. Sin embargo, el Ministro Ottone se debiera frotar las
manos porque esta ofensiva del diario legitima su propia usurpación. Sin
embargo, en la base de la crónica de hoy, Cultura es colocada como la gran
culpable de la depreciación del
Patrimonio, abriendo un nuevo flanco de polémica, ya que en el horizonte, lo
que emerge como problema es la
inutilidad de los fondos para “creación”,
junto al financiamiento de los “centros culturales” en que se da a entender que son como
dispositivos de propaganda del gobierno.
Como he dicho, ya nadie sabe para
quien trabaja.
¿Acaso en El Mercurio
no han pensado que al quitarle el piso a Farriol están desautorizando de manera indirecta la política de Magdalena Krebs en la DIBAM?
Al final, no han sido claros en separar las aguas. Debieran pensar en esta hipótesis y en la
injusticia implícita de esta campaña. Incluso, el asedio a Farriol llega hasta
fomentar la distribución de los entrevistados del sábado como si algunos de ellos ya fueran candidatos
del propio diario; lo cual no deja de ser un acto de osadía que los puede
quemar antes de que la carrera se inicie.
El caso es que si el Ministro Ottone, legitimado por El
Mercurio, despide a Farriol, debiera iniciar de inmediato el llamado a
concurso. En tal caso, el diario ya no podría vigilar
la transparencia del proceso porque ya habría exhibido la preferencia
por un candidato. Ya conocemos de qué
manera este gabinete convierte los concursos en ceremonias de
ratificación de decisiones ya tomadas.
Tampoco digamos que es una sorpresa. Es lo que es.
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