¡Ah! ¡Que maravilloso es practicar la mercuriología En el mes de febrero, a falta de noticias en
forma, la musealidad aparece como problema en El Mercurio. Ni siquiera es un problema. Apenas se
reproduce como síntoma de un desmantelamiento discursivo e institucional. Caracterizado por una escritura pulcra y de
sugerencias elusivas, en lo que concierne a cultura El Mercurio ha terminado por exhibir un extraño
enervamiento. Lo cual hace que su
lectura deba ser más cuidadosa que lo habitual.
Finalmente, vivimos para leer el diario.
Suponemos que en sus páginas están cifrados los signos de la vida pública.
La regla de lectura, aprendida en los relatos que hace Regis
Debray en una novela de título olvidable,
remite a las oficinas de análisis
de prensa practicados por los
destacamentos revolucionarios, que
recortaban centímetros cuadrados de trincheras impresas y bloques enteros de
portada, para señalar movimientos de fuerzas que solo operan en la ilusión del
dominio partidario como género literario.
Así las cosas, en el mapa del diario de ayer, la crónica
sobre la gratuidad en los museos apuntaba al efecto de su fracaso como
política, fácilmente vinculable con el deseo de que todo concepto de gratuidad
fuere concebido como la política de otro fracaso anunciado y no menos diferido,
en Educación. Sin embargo, esta
operación estaba coordinada con otras dos intervenciones, a nivel de página
editorial. La primera, una carta firmada por un abogado; la segunda, un ensayo
editorial de Nicolás Bär, sobre la realidad económica de los centros
culturales.
Fíjense ustedes que
en la página D12 el título es en extremo sencillo y apunta a determinar (una
vez más) la precariedad de los museos chilenos. Lo cual, no es ningún descubrimiento. En la página A2, Nicolás Bär entrega consideraciones generales de buena familia que
ponen en relevancia la filantropía y el rol de la empresa privada como
condición de conjura del fantasma de la
precariedad. Es decir, desde A2
regresamos a D14 con la lección ya aprendida y no queda otra alternativa que
someterse a la privatización total de la musealidad, para así poder garantizar
la disolución de su endémica condición –dicho sea de paso-, en manos de la
izquierda, que es lo que más parece dominar, como botín y como ejercicio de
reparación.
Sin embargo, el gran
“hallazgo” de Nicolás Bär es el haber
logrado instalar la diferencia entre museos y centros culturales; es decir, por
debajo de la línea, entre patrimonio y propaganda.
Justamente, es en este punto que El Mercurio “le presta ropa” al director de la DIBAM, cuando reproduce aquellas palabras en que admite que los recursos son insuficientes y que hay
una brecha entre dineros asignados a creación y a patrimonio, como si avalara
el subtítulo que lo precede, según el cual “Consejo de la Cultura se lleva la
mayor parte de los recursos”.
Lo que no se
especifica es el tipo de recursos
involucrados, aparte del dinero; me refiero, al capital laboral,
de partida. Contexto léxico en el
que Cabezas diría algo así como
“nosotros tenemos recursos, pero no disponemos de Recursos”. O viceversa.
Porque dentro de todo, lo que
autoriza esta página de ayer domingo en el Cuerpo D, es la preparación de
Cabezas como víctima de Ottone, de modo que se entienda por anticipado que no
pudo hacer más porque no solo no le dieron los recursos, sino porque fue objeto
de una compleja y extenuante caza de
brujas, al interior de su propio conglomerado. Todo se decide en los próximos días: ¿Será
Cabezas el Riquelme de Cultura? La Ministra Delpiano lo dejó caer hace
semanas, ya.
Antes de seguir con esta suposición estival, debo hacer referencia a un fenómeno visual de
proporciones, ya que en el mapa del deseo impreso, las fotografías
juegan un rol capital como anclaje. No
hay cosa más fascinante que reproducir el acceso al museo desde un punto de
vista que incorpore la masa escultórica de Rebeca Matte. Este emblema de la oligarquía reclama simbólicamente la recuperación
territorial del Petit-Palais remedado
y construido como un monumento a la vanidad de las familias fundadoras de la
república. El enervamiento de El Mercurio tendría que ver con la
ausencia de posesión de semejante lugar, que no estaría en manos de quien
debiera corresponder. Al menos la fotografía
satisface esta especie de solicitud arcaica de compensación de la ausencia. Esto es lo que se llama inconsciente-del-diario.
Ahora bien: si de ausencia se tratara, habría que reclamar a quien realiza
el primer des/bancamiento de los
restos imaginarios de una oligarquía quebrada; es decir, a la dictadura
de Ibáñez. Resulta curioso que el Unidos en la Gloria y en la Muerte de Rebeca Matte sea de la misma fecha. Es
así como se entablaba un “debate ideológico”, fundamentado en las obras.
El problema es que hoy, el arte chileno no produce obra alguna desde la cual se pueda sostener un debate
político e historiográfico de consistencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario