La prolongación de La
exposición pendiente hasta el 28 de
febrero le deja a la crítica local una
“tarea pendiente”. Siqueiros es un artista interminable.
En El Mercurio del
18 de febrero, el mismo día de la carta de Farriol, se publica una pequeña
columna sobre el fallecimiento de José Ricardo Morales. Se señala en ella que en sus tiempos de
profesor destacaba por usar diapositivas y que llamaba la atención porque usaba
terno y corbata.
¿Qué habrán querido decir con eso? ¿Qué era un caballero a la antigua que
impulsaba una didáctica avanzada? Resulta
sorprendente esta mención. Hay en este
rescate una nostalgia de un país de caballeros.
El hecho no menor es que le protectaba
imágenes en sus clases. Es
curioso que otro refugiado le pusiera imágenes a la Historia de Chile (Castedo).
Y que un tercero, hiciera de la letra (tipografía), imagen (Amster). Es
lo que he denominado, en otro lugar,
la instancia
Winnipeg en la cultura chilena contemporánea. No cabe duda: José Ricardo Morales contribuyó
a que América se hiciera, pero de otro modo. Quizás, un modo que ya entró en el olvido-de-ser.
¿Qué tiene que ver todo esto con Siqueiros? José Ricardo Morales tenía un realista sentido
de la historia. En una conferencia suya, en el Centro de Extensión de la Universidad
Católica, habló de Siqueiros. Es
probable que la fecha coincidiera con una
ceremonia en la que sería
condecorado por el gobierno español. ¿Mediados
de los noventa?
En su conferencia, José Ricardo Morales se refirió a su participación
en la guerra civil española, donde tuvo
un mando en el ejército republicano. Morales
era muy joven y le cupo enfrentar responsabilidades extraordinarias. En esa conferencia
comentó que no durmió mientras
duró la guerra. Era una metáfora
de su rigor. Pero no le faltó el humor
analítico para referirse a Siqueiros y
rebajar el efecto heroico de las andanzas de quien llamaban El Coronelazo.
En efecto. José
Ricardo Morales hizo el relato de una tentativa de Siqueiros por tomarse una
posición enemiga, en un pueblo cercano.
La decisión había sido tomada luego de una noche de copas, en la que en
un momento determinado los
milicianos habían decidido dar este golpe de mano. Siqueiros
les ordenó subir a unos camiones y se fueron al combate. Pero esa noche había
una bruma tan espesa que los camiones se perdieron en la ruta y Siqueiros
y sus hombres no encontraron nunca al enemigo. Regresaron, de madrugada, al lugar del que
habían partido, sin haber podido combatir.
Quienes escuchamos con atención la conferencia no pudimos
dejar de pensar en la cruel fatalidad de la guerra española. La
fatalidad no es de origen divino, sino que la construyen los hombres. Y la padecen, sobre todo.
Pues bien: José
Ricardo Morales ya estaba en Chile cuando vino Siqueiros. No estoy del todo
seguro que se hayan encontrado. Sin
embargo, esto me recuerda que Siqueiros escribió sobre algunos temas
militares.
Todo el mundo coincide en que no se puede hablar de la obra
de Siqueiros sin hablar de política; y que no se puede hablar de política sin
hablar de cuestiones militares.
En
1938, Siqueiros revela su experiencia durante el conflicto (guerra civil española)
en varios textos de carácter castrense como “La ofensiva de la defensiva
moderna”, “Se defiende una zona y no una raya”, “¿La guerra moderna es
sólo movimiento y fuego?” y “¿La
fortificación militar como un problema de mimetismo?”.
Estos
textos, pocos en realidad, están en su
archivo. Me parece que jamás han sido
publicados. Es preciso recuperarlos y
hacer una edición crítica. Todos estos
títulos poseen una componente que sugiere unos efectos de pensamiento más allá del ámbito militar. Pareciera que Siqueiros, el interminable, no puede dejar de pensar en problemas militares sin referirse a la
pintura como “ciencia de la superficie”.
Cuatro
años más tarde, el 18 de enero de 1943, Siqueiros publica en tres periódicos de
Santiago de Chile (La Nación, La Hora y
El Siglo) el Manifiesto “!En la guerra, arte de guerra!”, precedido de la
siguiente advertencia: “Poco antes de partir a los Estados Unidos, Siqueiros
entregó a la Associated Press el siguiente Manifiesto,
comenzando su campaña por llevar a todos los artistas de América a realizar un
arte que ayude al esfuerzo de guerra de las naciones unidas”.
No
se sabe cual fue la respuesta de los
artistas chilenos de entonces. Aparte de
Carlos Hermosilla, por cierto.
Es
decir, lo que queda claro, es que entre 1937 y 1943 Siqueiros jamás deja de ser
un artista en guerra. Primero, como
militar, luego como agente, luego como artista. La guerra es la constante
diagramática en el triángulo militante/agente/artista. Sin embargo, la estadía en Chillán pasa a ser un descanso de retaguardia, que
abandona mediante esta proclama en la que señala su regreso a combatir en los
nuevos frentes que le ofrece el desarrollo de la segunda guerra mundial.
Cuestión
de contexto: en esos momentos, se
organiza una muestra de arte chileno en la ciudad de Toledo, en Ohio. ¡Que gran
logro! Mientras esto ocurre, a Siqueiros
le bajan una exposición en el MoMA. Y Matta
está en Nueva York haciendo work-shops
a los que asiste Pollock, que se amurra al fondo de la sala. Y la escultora chilena María Teresa Pinto y
su marido, el arqueólogo francés Gilbert Medioni –miembro del equipo cultural
de la Francia Libre en Nueva York- , publican un libro de fotografías sobre la
colección de objetos precolombinos de Diego Rivera.
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