Una pintura como la de Valenzuela Puelma, La lección de geografía, ha pasado a ser
una de las más populares entre la crítica y los artistas. Hace algunos años, Antonio Guzmán presentó en
la Fundación Migliorisi (Asunción, Paraguay) una pequeña “instalación
pictórica” en la que proyectó una imagen
de esta pintura, a la que le sobreimprimió otra, dibujada por él, de un Pinocho
con la nariz muy larga, que sustituyó la imagen del niño. Junto a la proyección, por un lado, se desplegaba una serie de
dibujos de escolaridad perturbada y perturbadora, en que un maestro con cabeza
de burro castigaba a los infantes que tenía a su cargo. Mientras que por el otro lado, Antonio Guzmán exhibió dos o tres sacos
(chaquetas) colgados dando la espalda.
No entraré a repetir la hipótesis que ya se ha hecho
obvia. Esta pintura realizada en 1883,
probablemente expresa la voluntad de una obra por legitimar mediante la imagen
la incorporación de nuevos territorios.
Por cierto, es una lectura muy conveniente para la corrección política
contemporánea y diseña el modo cómo se debe representar la voracidad de una
clase política para la que la pintura no hace más que ilustrar su pulsión
incontenible.
Es preciso agregar que en el momento en que Valenzuela Puelma realiza esta pintura
está teniendo lugar la Guerra de Pacificación de la Araucanía, con lo cual
podemos inferir que la pintura garantiza el despojo y encubre una
aniquilación. De todos modos, lo que
representa es siempre el acomodo entre Poder de la Imagen e Imagen del
Poder. Obvio, ¿no?
Recuperé un archivo de la obra de Antonio Guzmán en Asunción
y lo imprimí, recortando la hoja y
pegando un fragmento en un cuaderno
de apuntes. Lo descubro en estos
días, mientras preparo el ensayo para el catálogo del envío chileno a la Bienal
de Arquitectura de Venecia. La pintura
de Valenzuela Puelma puede ser entendida como la voluntad del manejo del
territorio. La instalación de Antonio
Guzmán, en cambio, puede ser advertida como la prueba del manejo del cuerpo. El mapa se aprende copiando sus trazos y
coloreando las zonas de conflictividad.
El Pinocho que miente sobre sus legítimas intenciones exhibe la marca de
su competencia, mostrando la metamorfosis del cuerpo del pincel en nariz de palo fálico
dispuesta a depositar en un instante la cantidad de grumo que asegure la ley de
fidelidad imaginaria. No deja de ser un
chiste, ¿verdad?, toda esta psicoanalización de pacotilla que provee de
materiales de gran valor para el desarrollo de nuestras investigaciones.
¿Con qué ropa? se pregunta Antonio Guzmán. Lo que caracteriza al maestro del cuadro es
la dimensión prescriptiva de su “percha” como preceptor. El niño-Pinocho es tan solo un verificado
receptor de voluntad territorial. Ya lo
he mencionado en otro lugar. Existe un
juego de palabras entre “mapa de Francia” y mancha de la polución
nocturna sobre la sábana de Luis XV cuando era un adolescente. Podía engendrar
a una sucesión; podía identificar su cuerpo con el cuerpo del Estado. Hay algo de eso en el Valle Central de Chile:
la diseminabilidad de los hijos de la oligarquía jugando cada verano, entre sí,
a poner la nariz.
A propósito de la ropa, cuando Balmes quería pintar un
cuerpo nunca pintaba un cuerpo, sino raramente. La mayor parte de la veces
pintaba una camisa o una chaqueta. Pintaba por ausencia dando a ver el vacío.
Era la única zona gráfica que se
confundía con las hilachas del sentido faltante. En cambio, para Antonio
Guzmán, la saturación de los cuerpos se da a ver en los detalles de sus
costuras significantes, en los cierres de la representación oligarca de la
transmisión de sentido. De este modo, Guzmán recupera la política de
línea que horada la superficie de retención de la seminalidad hacendal.
La mancha vendría a
ser un significante pictórico chileno
porque sería recogida en un pañuelo con el monograma del autor del grumo. La firma del título de propiedad pone de manifiesto la prueba de seminalidad
que la pintura chilena proporciona a sus propios referentes. La pintura certifica el dominio simbólico de
la tinta y del empaste, como fiel
expresión de la ideología del trazo inicializante con que con los
copistas reproducían la primera letra de los capítulos convirtióndola en un
espacio visual. En la cuenca de la
ilustración del paisaje humano reside la visualidad de la letra. ¿Qué es lo que el maestro del cuadro de Valenzuela
Puelma le enseña al infante-Pinocho? Que su su mano
señala el alcance de la transmisión vigilada y que la nariz de Pinocho
devela el valor de la palabra perturbada
que denomina la veracidad del campo de la pintura.
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