En memoria de Rogelio
Villanueva.
Hace tres años,
un grupo de chefs que residen y trabajan en Valparaíso se reunieron para
realizar en el Parque Cultural de Valparaíso
un proyecto que titularon POPULAR CUISINE. Me ha parecido mencionar este hecho y dimensionarlo en lo que vale, a propósito de la reciente creación de un Área de Gastronomía en el CNCA.
El propósito
inicial de POPULAR CUISINE fue hacer evidente que la cocina es un discurso que pone en escena un
determinado estado del imaginario local. Poner en escena significa construir
una filiación culinaria y ésta la fuimos a encontrar en las prácticas de la
cocina popular porteña, que descubrimos en su vinculación con el discurso
antropológico de la pérdida (del amor), encarnado en el cuerpo vocal y musical
del bolero.
VECINAL, por
ejemplo, significó que un chef se hiciera cargo de invitar a unas mujeres
porteñas, conocidas en su barrio por una práctica doméstica decisiva en la
organización de la representación familiar.
En cambio, en
POPULAR CUISINE, un grupo de chefs tomó en consideración la depreciación de uso
de ciertos alimentos para recuperar saberes y facturas perdidas. Esto significó recomponer un gesto desde la
recuperación de los residuos. Fue así como el luche, el cochayuyo y la jibia
fueron la base para la manufactura de delicatessen inimaginables.
La puesta en
valor de un alimento depreciado apelaba a las memorias hogareñas que se dieron
cita mediante el acontecimiento de palabra que tuvo lugar luego del consumo.
Todos los asistentes comenzaron a comentar recetas familiares que se
convirtieron en eje de una memoria perdida.
La experiencia
de POPULAR CUISINE fue tomando cuerpo como una iniciativa que agrupó a un conjunto de chefs (Ursula Franco,
Ritta Lara, Cristián Castro, Cristián
Alvarez y Rogelio Villanueva) que tomaron este eje de trabajo como un modelo
práctico de intervención cultural.
He aquí la
paradoja. La filiación culinaria cuya imagen Rogelio Villanueva contribuyó a instalar, se vió perturbada con
su partida. Sin embargo, sus amigos chefs inscriben su memoria
en el presente de esta misma filiación y reprodujeron su imagen en la
repetición diferida de sus recetas.
En varias
ocasiones nos hemos reunido para
consumir unas elaboraciones complejas en su simpleza, que expresan la
sentimentalidad de todos. Primero, la de la familia de Rogelio: Camila, Tadeo y
Santi. Luego, la de los chefs, los del grupo POPULAR CUISINE: Ritta, Ursula, Bicho, Cristian. Finalmente, todos nosotros.
El proyecto POPULAR
CUISINE fue concebido como una
residencia en curso que puso en relación
a artistas y un colectivo de chefs (no artistas) que
instalaron en el espacio de arte
una práctica culinaria, que a su vez
operó como un vector de investigación de patrimonio inmaterial de la ciudad de
Valparaíso.
El gran objetivo
propuesto fue la reivindicación de la
cocina hogareña y revalorización de alimentos depreciados.
Entre los alimentos
depreciados están los interiores del animal. Pero depreciados en relación al
trato que tienen con ellos las clases dominantes en la ciudad. Las llamadas
clases sub-alternas no consumen carne de primera.
Ritta Lara, en una
conversación sostenida con quien escribe para una serie de programas realizados
por el Canal de Televisión de la Camara de Diputados, sostuvo una hipótesis
acerca del consumo de carne durante la década de los años cuarenta-cincuenta,
que había recuperado de relatos que le había hecho su abuela. Según este relato, las clases populares no
consumían con frecuencia carne de primera, razón por la cual se había alcanzado
grandes niveles de elaboración de comidas que empleaban alimentos rústicos, como interiores de vacunos, de
cerdo, de equinos; o bien, algas marinas como el cochayuyo, el ulte y el
luche. Esta ha sido la base para
construir una estrategia de recuperación de la cocina hogareña de Valparaíso,
como una de las vías de recuperación del patrimonio alimentario, pero bajo la
forma de una hipótesis culinaria ara la reconstrucción de una historia de la
alimentación de las clases sub-alternas en la región de Valparaíso.
En un encuentro realizado en San Antonio, Pilar
Hurtado, crítica gastronómica, leyó una singular ponencia en la que sostenía
que en los puertos chilenos, en general, se ha postergado el rol que ha tenido
el consumo de la carne; pero sobre todo, de la carne de interiores, ligado esto
a las costumbres culinarias de los
matarifes. Famosos en los relatos son as descripciones de los cocimientos de
que son autores, en las primeras horas de la madrugada, formando parte de un
rito laboral que ha alcanzado dimensiones míticas.
En general, las
costumbres culinarias de las clases populares
se reproducen a lo largo de la costa chilena. Un caso documentado que
nos puede ilustrar sobre la hipótesis de la residencia es el de Tocopilla y
está ligado a la inmigración inicial de los chinos. En la década del treinta,
la presencia china en las localidades del norte del país es significativa. Sin
embargo, esta es una situación que había comenzado havcia 1849 cuando el
gobierno peruano autoriza la inmigración de chinos embarcados en Cantón y
Macao, a través de lao que se llamó “política de consignaciones”. Estos chinos
eran Coolies (verdaderos esclavos) que vinieron a trabajar en las guaneras
ubicadas en el camino costero entre Iquique y Tocopilla.
En la década del treinta en el siglo XX, la
inmigración china se hizo notar en Iquique, probablemente favorecida por la
invasión japonesa a China, que provocó un gran éxodo. Sin embargo, esta presencia provocó en el
habitante autóctono una mirada de desprecio y de rechazo, ya que estos podrían
potencialmente “degenerar” la “raza chilena”.
En verdad, esto era un encubrimiento de una lucha de los chinos con los
comerciantes establecidos, ya que los primeros comenzaron a amenazar las ventas
de los segundos a través de la instalación de de negocios ligados a la venta de
carne y de venta de comida.
“Cabe decir que los
chinos, alrededor de la misma década merodeaban el sector del Matadero
Municipal recogiendo la sobras del faenamiento de los animales para la
obtención de la carne, es decir, de las guatas, las chunchules, las cabezas,
las lenguas, las patas, los corazones o los hígados, y unas ere de los llamados
mondongos. Todo lo que sobraba o bien, lo que no era “digno” de comer en la
época. Esas “sobras” o excedentes una vez recogidos, eran ofrecidos en pobres
carretones por el sector mísero e infausto llamado Manchuria”.
Lo señalado en este
fragmento no dista de lo que ocurre en San Antonio y Valparaíso, en relación al
rol de los mataderos municipales y al tipo de mano de obra que se emplea en sus
proximidades. Los chinos de referencia son reemplazados por otros sectores de
pobres que son excluidos de manera análoga en Valparaiso. Lo que importa es que
a través de la práctica de faenamiento de interiores, en el seno de una
residencia de arte, sea posible formular
una hipótesis acerca del desarrollo de ciertos aspectos de un imaginario
corporal porteño ligado a lo que en el léxico de la industria cárnica se
denomina el quinto cuarto.
Christian Castro,
que ha adquirido una gran experiencia de trabajo como chef en Italia, nos ha
puesto en la pista de este léxico. Nos
ha remitido importante información al respecto, pero sobre todo en relación al
origen de una cocina romana (de) pobre. Sin embargo, antes de entrar a formular
asociaciones y conexiones de gran
utilidad analítica para el desarrollo de nuestra residencia, será preciso
definir que es un quinto cuarto.
Cuando un animal se
lleva al matadero y se despieza, se extraen cuatro cuartos que son los que
componen la canal, los dos cuartos delanteros y los dos cuartos traseros. Pero
además de los cuatro cuartos, el animal se despoja de otros elementos corporales,
son los que se denominan quinto cuarto. El quinto cuarto es, por lo tanto, todo
lo que queda después de extraer limpios los cuatro cuartos del animal, por lo
que tiene además distintas clasificaciones, los despojos rojos, los despojos
blancos y los desperdicios o restos, es decir, algunas partes que pertenecen al
quinto cuarto siguen siendo consumibles, pero también las hay desechables.
Según algunas
lecturas, los cuartos del despiece animal se repartían así: El primer cuarto
para los nobles, el segundo cuarto para el clero, el tercer cuarto para la
burguesía, el cuarto cuarto para los soldados y el proletariado se quedaba con
lo que podían del quinto cuarto.
Por ejemplo, el área
de matadero en Roma es el lugar donde todavía se pueden encontrar alimentos tradicionales de Roma. La zona se conoce a
menudo como la "panza" o "matadero" de Roma, y fue habitada
por los carniceros. La cocina romana
(de) pobre incluyó el "quinto
cuarto".
En el 2007 fue
invitado al Pabellón G de la Documenta de Kassel el afamado cocinero catalán
Ferrán Adria. Sin embargo, el punto de partida de POPULAR CUISINE no es ni Ferrán Adria ni
Tiravanija, por mencionar a algunos nombres que han puesto en los medios y en
la crítica las relaciones entre arte y culinaria. Más bien, en una dinámica totalmente
opuesta, toman como referencia el restaurant montado por Gordon Matta-Clark
en el Nueva York de los años setenta, en medio de una crisis urbana de
proporciones que condenada a los artistas a vivir en condiciones extremadamente
precarias, por lo que su primera idea fue sostener un comedor público para
artistas, que a la vez de resolver un problema básico de alimentación para un
grupo de no-garantizados por la seguridad pública, se convirtiera a su vez en
un lugar de encuentro y de confraternización de los artistas. Esta experiencia
se organizó en torno al restaurant FOODS, que funcionó en 1971.
A fines del 2014 se
planteó la posibilidad de desarrollar un proprama de arte y culiniaridad en el Parque Cultural
de Valparaíso, en el marco de una fallida
Bienal del Fin del Mundo. Lo que
nos propusimos en esta ocasión fue recuperar esta hipótesis de Matta-Clark y
montar la hipótesis de una residencia
culinaria en un espacio de encuentro y de confraternización entre artistas y
comunidades.
La propuesta, no realizada,
tuvo tres dimensiones:
1.- Sector
profesional: Consistiría en un taller de
manufactura de interiores destinado a un público de profesionales que comparten
con POPULAR CUISINE el eje de investigación sobre historia local, a partir de un aspecto de cocina (de) pobre. En este
punto, cocina (de) pobre será sinónimo de cocina hogareña. Esto implica
organizar durante una semana encuentros de trabajo y de conversación entre el
invitado, los anfitriones y los participantes del taller.
2.- Sector
comunitario: Consistiría en un taller de manufactura de interiores destinado a
un público formado por dueñas(os) de casa de reconocida experiencia en la
cocina hogareña y que son agentes relevantes en el barrio o en el seno de una
comunidad. Lo que importa, en este
encuentro, es el contacto con una memoria activa de la culinariedad hogareña
del puerto. No se trata de invitar, en este caso, a profesionales, sino a
vecinos, cuyo trato con la cocina elaborada de los pobres de la ciudad
se constituye en un elemento de cohesión de la vida social.
3.- Sector de la
crítica de ciencias sociales: Consistiría en un seminario de tres días, en el
que participarían connotadas personalidades
de la crítica de arte, de la
crítica literaria, de la crítica gastronómica y de disciplinas universitarias
del área de las ciencias sociales
(historia, etnografía, sociología).
Esto significaba invitar a nueve de estas personalidades para que
realizaran un seminario en torno a tres temas que atravesarían la residencia y
que a título de ejemplo, podrían haber sido los siguientes: a) Estado general de la
culinaria en una ciudad puerto; b) De la
“olla del pobre” a la “olla
común” en las luchas sociales; c) El quinto cuarto: arte y escritura.
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