lunes, 11 de abril de 2016

LOTA, LOTA, LOTA


En relación a Cálculos Tontos, Guillermo Labarca y Edgardo Neira,  el primero desde Madrid y el segundo desde Concepción, me hacen observaciones críticas.  El primero me hace descubrir como ejemplo de análisis social confirmativo  la obra de Balzac, Fisiología del matrimonio.  

La conyugalidad es tan solo un telón de fondo para trabajar sobre estadísticas que convierten a la escena plástica en una escena conyugal.  Desde que se inventara la fatalidad descriptiva de la “escena de avanzada”, toda la plástica chilena no ha sido más que una declinación del modelo del salón cortesano, en que bajo una higuera,  una gran matrona controlaba las disputas de un nicho  paranoico destinado a revelarse como una escena  de arte. 

Sin embargo, hay algo maravilloso en todo esto, ya que me hace recordar una frase que sostyvo Enrique Correa en plena Unidad Popular, para denunciar  la  ilegitimidad  del acuerdo político entre el Partido Nacional y la Democracia Cristiana,  que establecen las bases  jurídicas que les debe autorizar moralmente el derrocamiento de Allende. 

Correa los acusa de  concluir un matrimonio sin libreta. ¿No es acaso significativa esta metáfora  que define el carácter de una alianza mediante el recurso a la figura del concubinato? ¡El pacto de la oposición es sometido a la comparación de una referencia de conyugalidad perturbada!  Esta metáfora nos aclara, a cuarenta años de distancia, cual era el tipo de relaciones que el propio Correa tenía con la noción de legitimidad.

Sigamos: Guillermo Labarca me señala una frase de Alain Touraine, el gurú de la sociología  flacsiana –resguardada hoy día por Peñailillo-,  por la que sostiene que Balzac es el mejor analista de la sociedad francesa; es decir, el pater familias de la disciplina.  ¡Y vaya que no!. La sociología chilena  se ha  convertido en  una gran escena  de la vida conyugal. 

Pero a propósito de Touraine, no puedo sino conectar dicho nombre con la observación que me hace Edgardo Neira, al reclamar la existencia de “producciones de nicho”  que pasan a sustituir la producción de arte.  Más bien,  me da a entender que las producciones de arte son producciones de nicho.  Y que al final,  estas columnas no hablan del espacio de arte, sino de otra cosa. 

Entonces,  Touraine aparece citado como autor de un libro publicado en 1966: La conciencia obrera.   Libro difícil de encontrar hoy día.  Lo que no se sabe (mucho) en el ambiente de arte, es que existe un estudio sobre la conciencia obrera en dos empresas chilenas, las minas de carbón de Lota y la usina de Huachipato, realizado por el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad de Chile, en 1966.  Traduzco la ficha francesa.  Lo interesante es que el estudio está firmado por Torcuato Di Tella, Jean-Daniel Reynaud y  Alain Touraine.  Habrá que buscar el texto original, publicado en 1966, a partir de un estudio realizado en años anteriores.  El ejemplar debe estar en la biblioteca de Flacso. ¡Huy, que miedo!

Lo que sospecho es que Touraine arma su prestigio a partir de este estudio, que no es, nótese bien, sobre conciencia de clase, sino solo “conciencia obrera”,  lo cual denota la vigencia de su momento pre-marxista, cuando todavía no se convierte en el operador, no ya de la sociología de las transformaciones sociales (sic),  sino de los productores de insumos en asesoría política de los gobiernos de la Concertación Inicial.  

Touraine me tiene sin cuidado. Me importa  su discurso solo por  lo que dice de Lota, cuando ya no hay esperanza. Solo es posible estudiar la conciencia obrera cuando ésta se presenta en un estado avanzado de deterioro.  Ninguna novedad. Esto proviene de Alfred  Métraux, el maestro de la etnología francesa, que sostiene que solo es posible estudiar a las sociedades  “primitivas”, cuando éstas presentan un avanzado estado de descomposición.  Cuando están “un poco podridas”. 

Touraine escribe después de la gran huelga de 1960, que quedó en segundo plano de las noticias porque vino el terremoto del 21 y 22 de mayo.  Sin embargo, hay que consultar el blog de Virginia Vidal, para obtener una información de importancia capital para la historia regional, en la cual Edgardo Neira es un especialista.



Virginia Vidal[1] entrevista  a doña Carmen Pinto Luna, que fuera  secretaria del gerente general de ENACAR en 1973, Isidoro Carrillo. 

Doña Carmen relata:

Treinta y cinco mil personas  marchamos a lo largo de 40 kilómetros, en medio de un bosque impresionante de banderas. Al salir de Coronel, en un lugar llamado Escuadrón, se sumaron a la marcha los mineros provenientes de Curanilahue y Lebu. Los estudiantes de la Universidad de Concepción y representantes de los sindicatos de empresas de la provincia, estaban apostados a la vera del camino con bebidas, alimentos y material de primeros auxilios. Al llegar al puente sobre el río Bío Bío, fuerzas de carabineros intentaron impedirnos el ingreso al centro de la ciudad. Recuerdo haber sentido mucho temor en la travesía pues el puente se cimbraba al paso interminable de tanta gente. Pocos días después quedó inutilizado por efecto del doble terremoto, el del veintiuno de mayo en Concepción y del veintidós de mayo en Valdivia”.

¡Como no voy a recordar ese día! Los colegios cerraron antes y nos enviaron a la casa. La ciudad sería “invadida” por las hordas de mineros. Entonces, con unos compañeros del colegio francés, nos dirigimos a mirar hacia la zona de la plaza de los Tribunales, donde sería la concentración. Mi madre, con sus amigas de un grupo de Iglesia, atendía un stand que servía sándwiches  y otros alimentos a las mujeres de los mineros. Mis compañeros y yo seguíamos a distancia prudente a los grupos de mineros, algunos de ellos rezagados, que marchaban por la calle Chacabuco. 

Pero Virginia Vidal hace una cosa extraordinaria, al describir la siguiente situación:

 En enero de 1960, los poetas Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti asistieron al Primer Encuentro de Escritores Americanos, con los auspicios de la Universidad de Concepción, organizado por Gonzalo Rojas. Éste los invitó a bajar a la mina. Y bajaron. Ferlinghetti escribió un poema sobre esta experiencia de eso, llamado “Puerta escondida”. Cuando le preguntaron los periodistas qué le había impresionado más de Chile, respondió:”Lota, Lota, Lota”. Dijo que no podría olvidar las caras de los mineros cuando bajan en la jaula a la mina, hasta un kilómetro bajo el nivel del mar”.

Para terminar:  en el colegio, a mi hija Catalina le han dado a  leer Sub-Terra, de Baldomero Lillo, para  un control de lectura que tendrá lugar los primeros días de mayo.







[1] http://virginia-vidal.com/anaquel/article_496.shtml

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