La Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA,
sección chilena) me ha otorgado una distinción por el trabajo realizado en
Investigación. Pero se trata de un tipo de investigación que sigue los principios
de la frase “con su trabajo no más cumple”. Es decir, que lo que se llama
investigación, en el fondo, es trabajo de
escritura. Parece evidente. Pero no lo es. De ahí que remito mi trabajo a
los dos ejes que lo habilitan: filiación y transferencia. No he hecho más que
eso.
El trabajo sobre las acciones de arte de Leppe
se tituló ¿Cómo se hacen las cosas?
Era muy sencillo. Había que definir qué era un relato de obra y cuáles eran sus
componentes, en una temporalidad muy bien definida, y en el marco de un léxico
determinado. Lo que había de Leppe era siempre registros de momentos de sus acciones,
pero sin una descripción sobre sus condiciones de realización. Tampoco quedaba clara la secuencia de lo que
hoy en día denominamos “guión de la acción”. Leppe recusaba la idea de llamarlo
así.
Hubo que delimitar una noción de obra y establecer
sus distinciones. ¿Dónde comenzaba ¿Dónde terminaba? ¿Cuál era su duración? En
ese sentido nos fue de extrema utilidad cnocer el video de su acción en Berlín,
en la muestra Cirugía Plástica. Lo que más me sorprendió es que nadie hablara
de esa exposición. Como si los mismos artistas que asistieron hubieran formado
como una especie de pacto de silencio. Había un video. Todo sabían. Nadie me
dijo. Lo supe hace dos años. Todo este tiempo había estado ahí, disponible. Obviamente,
uno de los “temas” ha sido el de la omisión. Ni Leppe hablaba.
Pero luego, al redactar las descripciones,
promoví la renuncia a las presiones de las metáforas. Preferí responder a una
pregunta más simple: ¿Qué fue lo que hizo? Y opté por usar el término “acciones
corporales”, que era el que usaba el propio Leppe para designar su trabajo.
Las metáforas tienen su historia aparte y
dependen de una historia de la lectura. Hay que hacer la historia del uso de la
palabra escena.
Luego, en las últimas semanas he abordado
ciertas situaciones relativas a la historia de las colecciones del MNBA. Ha sido tan solo una necesidad táctica, que
amplifica lo que ya escribí en mayo sobre la viabilidad de la política de artes
visuales. Pero hace dos años, ya había escrito otras cien páginas sobre el modo
cómo se estaba formulando la política nacional para el sector. De ahí que, al
momento de saber que me otorgaban este reconocimiento a mi trabajo de
investigación, pensé en la extensión
e intensión de ambos textos, como soportes
de un tipo de análisis institucional,
que corre siempre paralelo al análisis de
obra específica; como puede ser el ensayo sobre Eduardo Viches, elaborado
en el curso de una “investigación curatorial” destinada a fijar los términos de
la exposición que está teniendo lugar en el Centro Cultural El Tranque (Lo
Barnechea).
En el fondo, la conducción de escritura para la
edición de los cinco boletines del Centro de Estudios de Arte define el tipo de
investigación que he venido realizando. Incluso, centrado en las obras, he
propuesto una política de desarrollo institucional, definiendo las relaciones
entre diagrama y gestión. De ahí, por ejemplo, salió el tema de dos intervenciones:
una en Bogotá (Colombia) y la otra en Córdoba (Argentina), sobre la conversión
de un diagrama de obra de arte en programa de acción. Pero eso ya venía de una
maestría a la que fui a dictar un curso mientras era director del Parque
Cultural de Valparaíso. Ese es el tipo de investigación al que se refiere la
distinción de la AICA.
En lo relativo al trabajo de análisis
institucional, las nociones de filiación
y residencia estuvieron a la orden
del día, para definir un tipo de desarrollo sobre la condición de la
musealidad, en la actual coyuntura. En cuanto al análisis de obra, un trabajo
en curso[1]
acerca de la obra de Eduardo Vilches confirma lo que ya había hecho en 1997,
cuando hice la retrospectiva sobre su obra en el MNBA. Es decir, fija los
términos iniciales de lo que ya he trabajado acerca de los desplazamientos del
grabado.
Relacionado con este tópico, escribí a comienzos
de este año un ensayo sobre la obra de Carlos Gallardo. Y hemos mantenido
contacto en función de un libro que el propio Gallardo está tratando de
producir y que debiera ser una preocupación para los próximos dos años. Pero coincidió con las primeras cien páginas
de un Manuel de Lectura de la obra de
Eugenio Dittborn, realizado a partir de la edición y re-escritura parcial de
las columnas que sobre su trabajo había escrito en la segunda mitad del 2017.
Es decir, investigación terminada; investigación
interminable.
Gracias.
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