El
MNBA, por su sola estructura, es una
curatoría implícita. Con esta frase inicié una de las columnas que paso a
recapitular. Agrego que el museo es una
curatoría desde su propia administración.
Su modelo de gestión es un concepto práctico. La administración configura desde ya un
formato que se percibe como política editorial. No se trata solo de hacer alusión a su
financiamiento, sino a la producción de criterio y definición de los ejes
de trabajo.
Suele
ocurrir que las instituciones, por el solo hecho de cumplir con supuestos
planes de mejoramiento de la gestión, dan la impresión de disponer de una
política (muy) concertada. Es hora de debatir sobre estas cuestiones. Cuando me refiero a ejes estoy hablando de la infraestructura conceptual a la que se
debe aludir para comprender el tipo de soluciones que es posible proponer.
El MNBA debe ser convertido en un
ente autónomo, que reconstruya su activo simbólico y se reconvierta en un
espacio de sanción del imaginario de la Nación[1]. Esta afirmación apunta a sostener que el MNBA es más-que-un-museo. Diré que es un espacio
de culto cuya hegemonía plebeya no es posible poner en duda, pero que sin
embargo se asienta sobre un rencor punitivo que mal-vive su pasado. De este modo, es fácil advertir que todo el
debate sobre la reconfiguración de la función-museo supone mitigar las
condiciones de este malestar.
¿Qué
es un ente autónomo? La pregunta apunta a plantear la necesidad de modificar su
estatuto. En cuanto más-que-museo, el MNBA debe dotarse de la arqui-textura de su conveniencia. Esto quiere decir, recuperar su
función arcaica como espacio de culto y forjar la decretalidad de su
conveniencia programática.
La
conveniencia es una construcción que se juega en tres niveles: el de la
historiografía crítica, el de la producción de archivo y el del gerenciamiento.
Los dos primeros son discursivos, obviamente, y requieren una aceleración de
procedimientos metodológicos. El tercero es de carácter accional y es el que
provoca mayores dudas.
Primero,
existe un gerenciamiento que tiene que ver con los recursos humanos y el manejo
de la capacidad de carga del museo. Segundo,
se trata de formular una hipótesis en favor de los levantamientos de recursos
en el sector privado. Se piensa que un buen gerente es aquel que consigue
financiamiento para traer exposiciones-espectáculo.
Esto es un grave error. Lo que hay que privilegiar son las exposiciones-diagrama, que provengan de las necesidades de puesta
en valor de las colecciones propias, incluyendo la consideración de sus omisiones.
En esto consiste una política de patrimonialización preferente. Desde allí se
puede conversar todo lo demás, habilitando la articulación con iniciativas de
espectacularización razonable. Pero lo que manda es la sustentabilidad de la investigación y de la producción de archivo. Es eso lo que define, a su vez, al museo
como un aparato editorial.
Ahora,
¿cuál será primera objeción de los gestores-de-gestión? Que los empresarios no dan plata para eso. Por
el contrario, yo quisiera creer que hay empresarios que están dispuestos a hacer
sostenibles estas iniciativas, que son, de infraestructura
del pensamiento.
Apelo
a la existencia de un nuevo tipo de empresario que se ha venido formando en la
práctica de un coleccionismo erudito, exigente, que se concibe a sí mismo como
una contribución a la producción de conocimiento, y que se ha formado en el
coleccionismo de arte contemporáneo, analizando experiencias complejas de
transferencia artística. Ese empresario existe, consciente como está, del
efecto público de sus decisiones privadas. Sobre todo, admitiendo que el
coleccionismo es un tipo de habilitación que permite participar en un debate
simbólico, que modifica lo que ha sido, además, el coleccionismo chileno de
pintura chilena clásica. Lo cual plantea exigencias nuevas al propio
empresariado que está dispuesto a invertir en esta infraestructura.
Por
favor, no me digan que el asunto se resuelve montando un restaurant premium en el MNBA. El
tema es más serio que eso. Hay que fundar un tipo de complicidad en torno a la
política del museo como dispositivo de aglutinamiento de los imaginarios que
construyen la idea de un arte nacional.
Recuerden: investigación museal y producción de archivo. Luego, exposiciones
surgidas desde las colecciones. Finalmente, acoger exposiciones externas que se
articulen con las solicitudes de intercambio desde las colecciones propias. Ya
saltarán quienes me acusarán de endogamia. Lo que pasa es que hay que asegurar
la unidad simbólica de la propia casa, en primer lugar. ¿No les parece? Hacerlo
de este modo es asegurar la contemporaneidad
de la mirada sobre una historia de lapsus, fallos y omisiones. ¿No es eso,
acaso, la historia del arte empujada por la novela de las instituciones?
[1] MELLADO,
Justo Pastor. Viabilidad de la política
de artes de la visualidad, (Estudio crítico a solicitud del gabinete del
Ministerio de las Culturas, de las Artes y del Patrimonio, mayo 2018), 115
páginas, dactilografiado.
donde se puede encontrar digitalizado el documento citado en la nota al pie? saludos
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