lunes, 16 de abril de 2018

GUIONES MUSEALES

Múltiples obligaciones me han conducido a leer documentos de política en cultura. Partí con un documento sobre política nacional. Luego, sobre políticas sectoriales. Entre esas,  un sector cautivó mi atención: los museos. Entonces, leí el documento que se titulaba “política nacional de museos”, publicado en el 2015. Busqué ese año cual había sido su recepción y constaté que le habían dado duro; es decir, lo que en Chile se considera duro en la crítica, que no pasó a ser más que dos posiciones desde lugares  condicionados por un interés no satisfecho. Pero nadie puso en duda el documento en su propia estructura narrativa.  Tampoco lo voy a hacer yo en esta ocasión, porque  al final hago un trabajo de un cierto rigor y quedo como un lector  que saca conclusiones extremistas.

Sin embargo he descubierto la manera de “pasar piola”, haciendo referencia analítica a documentos en los que he encontrado algunas ideas que superan con creces la pretensión del documento sobre museos; que de hecho, está firmado por Angel Cabezas y Alan Trampe.  Bueno: una cosa hay que decir, a lo menos, y es que se hagan responsables de lo que escriben.

Justamente, debo  señalar que en contraposición, he descubierto un ensayo-documento en que sus autores se hacen responsables de lo que escribe. Y eso es preciso saludarlo como un aporte al debate sobre la configuración de los imaginarios en que se diluye el Estado-Nación. Me refiero a “El museo mestizo (Fundamentación Museologica y Disciplinar para el Cambio de Guión)” escrito por Rolando Báez, Leonardo Mellado, Hugo Rueda y Gabriela Villar, bajo la rúbrica del Museo Histórico Nacional y que acaba de ser colgado en la página www.museohistoriconacional.cl

Lo sorprendente de este documento-ensayo es que su punto de partida es la “ética de los museos”, que fundamentan luego de un pormenorizado recorrido por la literatura española y latinoamericana, pasando por García Canclini y Barbero, sin dejar de colocar en el horizonte de retaguardia a Michel de Certeau, para terminar proponiendo la noción operativa de “museo mestizo” desde la cual abordan la batalla de los guiones y reconstruyen las zonas de fricción que a partir del reconocimiento de ciertas objetualidades, sintomatizan el debate sobre “identidades flexibles”.

Confieso que desde hace un tiempo me habían interesado por los guiones de las exposiciones producidas por el equipo curatorial del  Museo Histórico Nacional, donde se hacía evidente que invertían de otro modo las obras  pictóricas; es decir, de un modo que los hacía, de todos modos, rearticular la historia de la pintura chilena, en el reverso de su ilustratividad.  Solo hago manifiesto en el día de hoy, la utilidad de la lectura de este ensayo-documento en la perspectiva de re/pensar el manejo de colecciones de pintura en museos que no son explícitamente de “bellas artes”, pero que bajo otras condiciones de exhibición, a pesar de sí, se presentan como  las obras pictóricas  que son y que suscitan una lectura que está fuera de las expectativas del guión museológico. 

Lo anterior quiere decir que la pintura siempre se nos presenta como un suplemento en la  historia  de la sensibilidad, en un momento determinado.  Por eso mismo, lo que busco son indicios que me permitan reivindicar la “densidad visual” que en sentido estricto podemos reconocer en el guión de un museo histórico, en sus relaciones con un imaginario local. 

Cierto: esa visualidad está inscrita en sus objetos y en sus pinturas.  En el modo como negociemos dicha inscripción vamos a recuperar los índices de pictoricidad y de objetualidad  estrictamente “visual” de las piezas consideradas; al punto que vamos a encontrar en las colecciones de estos museos, que no son de arte, necesariamente, pero que están en regiones, una plataforma implícita que apunta a otra cosa. 

No pude más que recordar la densidad de los objetos del Museo Hualpén, en relación a la banalidad de la objetualidad de tanta producción de arte joven, para quienes la “encontrabilidad” de las cosas parece una rutina académica.


Pocas personas conocen el Museo Hualpén. Hace ya más de diez años que escribo columnas sobre este museo y la historia de su mentor, el notable empresario penquista de comienzos del siglo XX, don Pedro del Río Zañartu. De modo que quedamos con dos tareas: la primera es hablar del documento-ensayo que los curadores del Museo Histórico Nacional han publicado y que exponen una “política nacional implícita” de museos; mientras que la segunda es la demostración de cómo es posible convertir a un museo (en regiones) en un acelerador del imaginario local.  

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