sábado, 23 de febrero de 2019

HOMBRE DEL LOA


Las palabras en pintura. Esta frase parece, de por sí, configurar un programa de trabajo. Las palabras de las que me voy a ocupar provienen de un poema de Manuel Rojas, musicalizado por Angel Parra.  Hay la silueta de una cabeza. El trazado de una silueta ocupa a totalidad del cuadro. Sin embargo, lo que se puede denominar como “relleno” al interior del recinto definido por el trazo está descalzado, abandonando los límites, como si fuera una sombra trasera. Pero sería, en este caso, una doble sombra, porque la mancha de tierra que cubre el espacio interior de la silueta está rodeada por una franja de pintura gris, destinada a producir una redoblada posición de espectralidad, como si fuera “la sombra de una sombra”, de modo tal que la cabeza pareciera distanciarse de un muro.

La pintura de fondo simula un muro, entonces. La mancha de tierra, en cambio, no siendo uniforme, se convierte en un lento deslizamiento de tierra que se detiene en el terraplén de la palabra escrita: hombre del  loa.








En relación a la continuidad caligráfica de las palabras, la línea de la silueta presenta ciertas interrupciones en la zona superior de la cabeza; sobre lo que debiera ser reconocido como la frente, que pasa a ser el soporte de un enunciado que se estatuye como “frente de lucha”, en pintura.  

Las palabras serían como imágenes sinuosas, pintadas para sobre-imprimir un sentido titular y tutelar que entraría a competir enfáticamente con la firma, apenas visible junto al extremo inferior derecho, junto a la única zona de materia que ha sido acumulada junto al ángulo inferior derecho, como si fuera basura dispuesta a ser escondida debajo de la alfombra. Pero esto significaría concebir esta pintura como una alfombra destinada a cubrir un umbral. El cuadro de Gracia Barrios está pensado para ser exhibido en el suelo, como un tapete dispuesto a confirmar la existencia de una superficie verificable solo por la expansión de la letra que le asigna un lugar.   

Por lo anterior, los terrones acumulados se configuran como una reserva de materia, como  cuando los maestros impresores de serigrafía guardan en un extremo del bastidor una cierta cantidad de tinta densa, desde donde la distribuyen hacia el resto de la malla con la ayuda de una rasqueta. La mancha de tierra es el producto de la licuación de los terrones verificados en la acumulación. La línea se empasta, la mancha se entinta. Viejo principio de pintura traspasado a la serigrafía. Gracia Barrios funciona con una precedencia serigráfica. Pienso en el gran tapiz de la UNCTAD y en las pinturas de 1972 que están en la colección del MAC. Son pinturas planas que reproducen las siluetas de bloqueo simple en un gran bastidor de malla. La pintura se reconoce por el rol de bastidor de su propia facultad de contención de la imagen mecánica, recompuesta y resignificada en la deuda mecánica simple.

Entonces, primero la expansión, luego la delimitación, para evitar el escurrimiento. Finalmente, la caligrafía pasa a ser una escritura en el suelo, en la tierra, porque al ser una manuscripción con pintura celeste, lo más probable es que remita a . . . ¡un rio! El Loa es el único río que se pierde en el desierto. La frase del título, sin embargo, está lejos de perderse. No se hunde en la pintura como desierto y su trayectoria reproduce el nombre de la pintura, porque se remite a cubrir un fragmento de lo que ya está delimitado como constatación de una derrota.

¿Dónde hay más frases pintadas? ¡En las pinturas coloniales! En la zona próxima al  río Loa existen capillas coloniales en las que hay frases pintadas. Las estelas en la pintura son todo un género en las ciencias de la interpretación iconográfica. Y como la frase está escrita sobre la zona de la frente, asumiré que corresponde a una “imagen mental”.  Pero que se da a ver sobre una superficie. ¡Pintura del territorio! !A ras de suelo! Esto es lo que hace la diferencia con la pintura de paisaje. 

En algún lugar hice mención a las palabras en pintura a propósito de Butor y Lyotard. Y claro. ¿Cómo no lo íbanos a saber? Si la escritura es (ella misma) una imagen visual. Lo más seguro es que asistimos a una situación en que al parecer la legibilidad de la escritura está graduada o resulta derechamente ilegible, abriendo el espacio a unas “zonas de extravío” o de unas “zonas de desorientación”. Habrá que ver. Hay pinturas de Gracia Barrios en las que un verso de Gabriela Mistral había sido escrito en la zona inferior, como si este se sostuviera sin poner énfasis alguno en el conjunto de la pintura. Estoy hablando de “Exhalación del surco”. La letra pintada estaba escrita como “pie de página”.  En cambio, aquí, la letra es enfática, al punto de convertirse en un anuncio superior. Pero esta hipótesis va a ser inmediatamente desmentida. Así no se pintan los anuncios. No hay remedo verosímil de caligrafías. Entonces, ¿a que se debe esta amplificación gráfica de una letra celeste? ¿Bajar el cielo?  En verdad, no tiene que ver con el cielo-en-la-tierra.

El hombre del Loa es el que se pierde en el desierto: no llega a destino. Esta es la derrota de la he hablado más arriba. Valga repetirlo, para remarcar algo inaceptable. Por eso, el poema de Manuel Rojas. Todo ese esfuerzo, para nada. El fruto del esfuerzo del hombre del Loa se lo lleva otro. El poeta se refiere a eso. El poeta transfiere su palabra a la artista, que a su vez pinta la frase con “pintura de agua” sobre la superficie de la pintura, como desierto.   





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