Yo no busco, encuentro. Entonces, Voluspa Jarpa me telefonea entre uno de sus regresos desde Buenos Aires. Lo que está en juego, siempre, es el valor de
los documentos. Pero sobre todo, el modo
como los documentos son puestos en escena en la Obra. Es decir, la materialidad de los archivos,
entendida como soporte de obra. En esa
lógica, Voluspa Jarpa me pone al tanto de un hallazgo que la perturba. Ha
sabido de una obra de Balmes que ha sido quemada. La encontró en casa de su
hermana. Era una impresión serigráfica, firmada por Balmes, que estaba quemada.
¿A qué correspondía este residuo gráfico rescatado de quizás qué catástrofe?
Pensé de inmediato en las serigrafías editadas durante 1973,
poco antes del golpe, por Balmes, en Estudios Norte. Y que más de una década después, el “viejo
Oviedo” se las remitió a Balmes, ya que las había guardado durante todos esos
años. Se trata del mismo “viejo” donde
Dittborn imprime gran parte de su obra de comienzos de los años ochenta. La
primera vez que escuché hablar de él fue por boca de Dittborn. Oviedo fue uno
de los primeros –si no el primero- en montar un taller de serigrafía en
Chile. Hay que saber que Dittborn
trabaja en Madrid en el taller de serigrafía que imprime carteles de publicidad
para la Canada Dry. Pero Oviedo imprime,
en Chile, desde los años cincuenta, a lo menos. O sea, que es contemporáneo de
la instalación de la serigrafía en Puerto Rico, como un taller destinado a
apoyar el trabajo de una agencia de desarrollo.
En cambio, en Chile, se conecta con la industria de la publicidad.
Recuerdo, entonces, que Oviedo imprime unos afiches
diseñados por Camilo Mori, en la misma época en que Balmes es ayudante del
curso de dibujo que éste imparte en la
Facultad de Arquitectura, porque los
post-impresionistas que controlan la Facultad de Bellas Artes no lo
dejan hacer clases. No está mal,
¿verdad? Entonces, Oviedo es egresado de Artes Aplicadas, al igual que Santiago
Nattino. Por lo cual, todos se conocían.
Balmes, Nattino, Oviedo. Y Fernando Ortiz, a quien conoce desde que era alumno
de secundaria. Una “generación” en la “pintura plebeya”, en sentido
estricto. Aunque Ortiz se inscribe en
música. Claro que si: siempre, Balmes me habló de Ortiz, como su
compañero más cercano en el “comunismo universitario” de los años setenta.
Balmes produjo esta edición de serigrafías en relación a la
muerte del trabajador José Ricardo Ahumada Vásquez, a manos de la ultraderecha, ocurrida durante
una marcha en defensa del gobierno popular.
Esa edición quedó “guardada” en Estudios Norte. Todos esos años. Hasta
que Balmes resuelve trabajar sobre el cuerpo de dicha edición, en 1986. Sin embargo, hay que decir que esta edición de
grabado tiene su origen en una pintura de acrílico sobre tela (105 x 95
cms). Sin embargo, hubo una cierta
cantidad de dibujos preparatorios que fueron expuestos en una de las salas de
la planta baja del edificio de la UNCTAD III. Es muy probable que uno de estos
dibujos haya sido el origen de la serigrafía.
Pues bien: Francisco González-Vera realiza un magnífico
análisis de esta serigrafía, y luego, de la intervención que realiza Balmes en
1986, sobre el cuerpo-de-papel de la edición de 1973, en “José Balmes: obra
urgente” (Ocholibros, 2010). Papel
quemado, como se advertirá, en la Serie de los Caídos (Homenaje a Rodrigo Rojas
y Carmen Gloria Quintana / 1986).
En esta obra, el procedimiento fue distinto al de la pintura “NO”, cuyo punto de
partida fue un afiche (No a la sedición). Las cosas, en Balmes, iban de la
pintura al grabado, del grabado a la pintura,
con las transiciones de rigor y sus efectos materiales. Es decir,
materialidad de la pintura y materialidad del dibujo. Para no ser menos y dejar en claro que
existía una ideología picto-gráfica que era propia de la escuela, de esa
escuela, en esa Facultad, de la Balmes, en ese momento era el decano.
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