miércoles, 7 de septiembre de 2016

PAPEL QUEMADO




Yo no busco, encuentro. Entonces, Voluspa Jarpa me  telefonea entre  uno de sus regresos desde Buenos Aires.  Lo que está en juego, siempre, es el valor de los documentos.  Pero sobre todo, el modo como los documentos son puestos en escena en la Obra.  Es decir, la materialidad de los archivos, entendida como soporte de obra.  En esa lógica, Voluspa Jarpa me pone al tanto de un hallazgo que la perturba. Ha sabido de una obra de Balmes que ha sido quemada. La encontró en casa de su hermana. Era una impresión serigráfica, firmada por Balmes, que estaba quemada. ¿A qué correspondía este residuo gráfico rescatado de quizás qué catástrofe?

Pensé de inmediato en las serigrafías editadas durante 1973, poco antes del golpe, por Balmes, en Estudios Norte.  Y que más de una década después, el “viejo Oviedo” se las remitió a Balmes, ya que las había guardado durante todos esos años.  Se trata del mismo “viejo” donde Dittborn imprime gran parte de su obra de comienzos de los años ochenta. La primera vez que escuché hablar de él fue por boca de Dittborn. Oviedo fue uno de los primeros –si no el primero- en montar un taller de serigrafía en Chile.  Hay que saber que Dittborn trabaja en Madrid en el taller de serigrafía que imprime carteles de publicidad para la Canada Dry.  Pero Oviedo imprime, en Chile, desde los años cincuenta, a lo menos. O sea, que es contemporáneo de la instalación de la serigrafía en Puerto Rico, como un taller destinado a apoyar el trabajo de una agencia de desarrollo.  En cambio, en Chile, se conecta con la industria de la publicidad.

Recuerdo, entonces, que Oviedo imprime unos afiches diseñados por Camilo Mori, en la misma época en que Balmes es ayudante del curso de dibujo que éste  imparte en la Facultad de Arquitectura, porque  los post-impresionistas  que  controlan la Facultad de Bellas Artes no lo dejan hacer clases.  No está mal, ¿verdad? Entonces, Oviedo es egresado de Artes Aplicadas, al igual que Santiago Nattino.  Por lo cual, todos se conocían. Balmes, Nattino, Oviedo. Y Fernando Ortiz, a quien conoce desde que era alumno de secundaria.  Una “generación”  en la “pintura plebeya”, en sentido estricto.  Aunque Ortiz se inscribe en música.  Claro que si:  siempre, Balmes me habló de Ortiz, como su compañero más cercano en el “comunismo universitario” de los años setenta. 




Balmes produjo esta edición de serigrafías en relación a la muerte del trabajador José Ricardo Ahumada Vásquez,  a manos de la ultraderecha, ocurrida durante una marcha en defensa del gobierno popular.  Esa edición quedó “guardada” en Estudios Norte. Todos esos años. Hasta que Balmes resuelve trabajar sobre el cuerpo de dicha edición, en 1986.  Sin embargo, hay que decir que esta edición de grabado tiene su origen en una pintura de acrílico sobre tela (105 x 95 cms).  Sin embargo, hubo una cierta cantidad de dibujos preparatorios que fueron expuestos en una de las salas de la planta baja del edificio de la UNCTAD III. Es muy probable que uno de estos dibujos haya sido el origen de la serigrafía.

Pues bien: Francisco González-Vera realiza un magnífico análisis de esta serigrafía, y luego, de la intervención que realiza Balmes en 1986, sobre el cuerpo-de-papel de la edición de 1973, en “José Balmes: obra urgente” (Ocholibros, 2010).  Papel quemado, como se advertirá, en la Serie de los Caídos (Homenaje a Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana / 1986). 

En esta obra, el procedimiento fue  distinto al de la pintura “NO”, cuyo punto de partida fue un afiche (No a la sedición). Las cosas, en Balmes, iban de la pintura al grabado, del grabado a la pintura,  con las transiciones de rigor y sus efectos materiales. Es decir, materialidad de la pintura y materialidad del dibujo.  Para no ser menos y dejar en claro que existía una ideología picto-gráfica que era propia de la escuela, de esa escuela, en esa Facultad, de la Balmes, en ese momento era el decano.







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