Solo tengo veinte minutos. Hablaré de cómo funciona la
noción de Escena Local[1]. Luego la distinguiré de otra noción que ha
sido elaborada en el curso de mi trabajo de campo: Tasa Mínima de
Institucionalidad[2]. En seguida, presentaré la noción de
Macro-zona como herramienta de fijación de un eje de trabajo que articula una
práctica de arte con un indicio determinante de imaginario local.
Sin embargo, para que exista una política nacional de artes
de la visualidad es preciso hacer otras distinciones que no son operativas sino
de carácter funcional, entre gestión
cultural y gestión de arte contemporáneo. Esto exige la separación de aguas en la
estructura del Estado entre Cultura y Artes Visuales; hipótesis necesaria que a su vez se desprende del título de la ponencia sobre
el arte como conciencia crítica de la cultura.
El fortalecimiento de las escenas
locales debe ser el objetivo primordial de la política nacional. No en todas las regiones existen escenas
locales. Estas se reconocen a partir de la articulación estructural de a lo
menos tres elementos: universidad (saber local), política
(historia local) y crítica (construcción de públicos).
En la mayoría de las regiones solo
existen tasas mínimas de institucionalización en lo que respecta a artes de la
visualidad. Estas tasas implican la existencia de uno o dos de estos elementos
ya mencionados, que en su pragmática no
alcanzan a elaborar condiciones de montaje de una escena en forma.
En lugares donde hay tasas mínimas
existe una fuerte presencia de prácticas tardo-modernas, dejando a las
prácticas contemporáneas reducidas a un comportamiento de enclave. En los
lugares en que hay escenas constituidas, las prácticas tardo-modernas no son
menos importantes, sin embargo frente a la fuerza institucional adquirida por
las prácticas contemporáneas, se reproducen como zonas subordinadas,
relativamente excluidas del goce de los
bienes alcanzados por las prácticas contemporáneas.
El desarrollo de las escenas locales
debe ser el núcleo de una política nacional y la internacionalización es tan solo un aspecto
subordinado de ésta. Es preciso fortalecer
primero las condiciones de reproducción de existencia de las artes de la
visualidad en cada región, atendiendo a las particularidades desiguales de su
gestión y de su implementación orgánica.
Las nociones de Escena Local y de Tasa Mínima permiten identificar problemas y señalar
iniciativas de desarrollo local. No es lo mismo analizar la situación
institucional de una escena local, a describir los obstáculos que existen en
otros lugares para constituirse en escena. Sin embargo, la ausencia de escena
no es una catástrofe, sino una singularización
de la fragilidad institucional en un territorio determinado, donde se
combinan formas diferenciadas de desarrollo y de transferencia informativa.
Hay lugares en que la ausencia de prácticas de arte
contemporáneo está resuelta mediante el desplazamiento de la producción de
efectos estéticos hacia prácticas sociales y prácticas rituales consistentes,
que le plantean al arte contemporáneo
unos desafíos frente a los cuáles éste no puede responder. A título de ejemplo,
pongo el caso de los efectos estéticos de la vida cotidiana de las comunidades
afro-descendientes del valle de Azapa y de los emplazamientos de los chullpas en la zona cercana a Colchane.
Les pongo otro ejemplo:
el concepto de Ciudad-Valle-Central, inventado en Talca por
la Escuela de Arquitectura, obliga a entender cómo una zona específica del
territorio que va desde Rancagua a Chillán modifica las relaciones del
conocimiento y del paisaje, desde prácticas que superan las disciplinas del
área de artes de la visualidad y las problematizan como una plataforma de
intervención sin precedentes.
En San Felipe, última frontera del Norte Chico con la
Metropolitana, las formas complejas de
religiosidad popular como los “bailes de
chinos” desmantelan toda
cercanía performativa. Al menos, la
problematizan. Lo menciono para dar a entender que la naturaleza de los cortes
territoriales obliga a recuperar micro-zonas de gran singularidad, como el
interior de la Quinta y los bordes de Placilla, que remiten a pasados históricos
extremadamente diferenciados, que
demuestran de manera análoga que no en
todas partes el desarrollo del arte contemporáneo resulta unitario y homogéneo.
Existen zonas tardo-modernas que pueden reproducir sus
condiciones en un largo plazo sin exhibir “traumas” significativos. En cambio hay zonas aceleradas, hasta diríamos alteradas, pero carentes de
capacidad de escenificar una producción, en las que se mantienen a duras penas,
de manera muy forzada, prácticas contemporáneas academizadas y acopladas al
“gusto” de las élites regionales.
Hay macrozona porque
hay archivo local. Por ejemplo, si hay algo que hacer en el Bío-Bío es la
promoción de investigación sobre la trayectoria de Eduardo Meissner, porque es
fundamental reconsiderar el rol de los “héroes locales”. ¿No debiera haber una política local de
archivos? ¿Y una política de
conservación preventiva? ¿Qué pasa con el Mural de la Farmacia Maluje? Meissner, Escámez, esos son casos de “heroísmo” plástico local. ¿Desde donde se
puede formular una política de recuperación de archivos plásticos locales junto
a una política de promoción de las experiencias de arte y comunidades, que tome
como un elemento decisivo el rol de los “ojos de agua” en la designación del
territorio? Incluso, la sola noción
“ojos de agua” permitiría constituir una nueva macro-zona entre el rio Bio-Bio
y el Imperial.
Todo esto no es más que la enumeración de unos indicios de escena local, frente a la
cual, las políticas nacionales no tienen ninguna palabra, ni para reivindicar
lo que existe, ni para proyectar un futuro.
Tengo otro ejemplo:
la nueva Región de Ñuble posee la posibilidad efectiva de montar
residencias internacionales de arte en el territorio contemplado por la Reserva
de la Biosfera del Nevado de Chillán. El
punto es sostener iniciativas que pongan en directa relación las producciones
más puntudas de arte contemporáneo relacional con zonas de tasa mínima de
institucionalización en arte contemporáneo. Es tan solo un ejemplo de las
potencialidades que tienen las escenas locales en la redefinición del rol del
arte contemporáneo en la formación artística chilena.
Las macro-zonas son retículas de sentido que se amarran a
partir de unos hilos significativos que
quedan disponibles para poder amarrarse
con otras. La lengua, la tripa, la capa
de ropa, la sobrecubierta de memoria material recuperada para operar,
efectivamente, son generadores de trazabilidad simbólica, que dibujan en el territorio
un mapa de intensidades que supera las emanaciones del imaginario restrictivo
del arte contemporáneo. La invención de
la macro-zona operar como el proceso de condensación en el
“trabajo del sueño”. Por esta razón, una
macro-zona debe ser leída como un acertijo
y no como una entidad administrativa que fija las normas de gestión para
justificar su propia reproductibilidad institucional.
La macro-zona es una noción que involucra un método que
registra la sismo-grafía de los imaginarios locales y organiza las
jerarquizaciones zonales, durante una unidad de tiempo determinada, poniendo en
función las energías de agentes que pueden ser artistas, pero que en su mayoría
no lo son, y que sin embargo, padecen los efectos de sus desplazamientos de
lengua, como en el caso del nombre Chanavaya,
al sur de Iquique, que remite a la memoria dura de la “bahía de los
chinos”, descrita en inglés para pasar a nutrir los registros de la exclusión
máxima[3].
Debemos concebir
fórmulas administrativas que permitan
proporcionar servicio efectivo a los
ejes de trabajo determinados durante una unidad de tiempo ya determinada. La tarea es buscar las formas de definir estos ejes y
validar en el seno de las comunidades los procedimientos
de lectura que se requiere, para su
conversión consecuente en manejo de intensidades.
La macro-zona debe ser un procedimiento de lectura y de
conversión en acción de un conjunto de
enunciados definidos en el curso de una negociación de “etnologización problemática”
con una comunidad local determinada.
[1] MELLADO, Justo Pastor. “Escenas Locales: ficción, historia y
política en la gestión de arte contemporáneo”,
Glosario, Editorial Curatoría Forense,
Colección Textos Críticos, Córdoba, Argentina, 2015.
[2] MELLADO, Justo Pastor, http://escenaslocales.blogspot.cl/
[3]
LADDAGA, Reinaldo. “Estética de la emergencia”, Adriana Hidalgo Editora, Buenos
Aires, Argentina, 2010.
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