El Consejo Nacional
de la Cultura y las Artes, a través de los más preclaros representantes de la
denominada Macro Área de las Artes de la
Visualidad, nos “invita” al primer “Coloquio
abierto de participación pública” con el objeto de abrir un diálogo con
perspectiva de la construcción de la Política de las Artes de la Visualidad
2017-2022. Además, la “convocatoria” está muy mal redactada.
La torpeza de los
autores no tiene parangón. Invitan a un diálogo abierto, porque admiten que ya
han tenido diálogos privados de los que no se tiene registro. ¿Dónde está la “memoria” de dicho proceso de
consulta e investigación rigurosa sobre el estado actual de las artes visuales?
Porque de lo contrario, en provecho de la transparencia, lo lógico sería
esperar que estos extraordinarios gestores de la ansiedad funcionaria hicieran
público un Informe de Campo. Es lo mínimo que se debe esperar de unos
convocantes que se atribuyen su representación. En verdad, nada claro se podría
haber esperado de ellos puesto que se han caracterizado por el secretismo, la
exclusión, la extorsión y la amenaza.
Un comportamiento de
reyezuelos de área chica es incompatible con la conducción de proyectos de
larga duración, que comprometen el destino histórico –como ellos mismos
afirman- de las artes de la visualidad (híbrido administrativo que reúne el
complejo de inferioridad de los fotógrafos, la “soberbia de pobre” de unos
autoconsagrados artistas visuales y el “chanterío orgánico” de un chiringuito que pasó a llamarse “artes
mediales”).
Lo mínimo que se
espera de parte de Simón Pérez y de Camilo Yáñez es un Informe que anticipe los
conceptos que justifican la re-organización del área que regentan. (Perdón:
¿quién es Simón Pérez? ¿Qué concurso ganó para llegar a estar donde está? O más
bien: ¿a quien le ha ganado? Ser un yes men de Camilo Yáñez parece bastarle). ¡Pero no! ¡Tienen la osadía de declarar que el objeto
del coloquio es “abrir un diálogo”! Pero, ¿el mencionado diálogo no había sido
abierto? Esto tiene ribetes francamente
ridículos. No es posible llamar diálogo a la práctica que ha empleado Camilo
Yáñez de convocar a funcionarios a escucharlo hablar de “su” proyecto, sabiendo que sobre ellos aplica un tipo de
amedrentamiento que puede alcanzar la figura de un acoso laboral sin
precedentes en el CNCA. Maltrato del que
Varinia Brodsky y otras funcionarias del servicio ya han sido objeto. No se entiende por qué no interponen una
demanda por tutela de derechos fundamentales en la Inspección del Trabajo.
Tampoco es posible
llamar diálogo a convocatorias restringidas que comprometen a operadores
universitarios que deben soportar presiones de toda índole para acceder a ofertas que son planteadas bajo la (nueva) amenaza
de “quedar fuera de la historia”, cuando no se trata de hacer ofertas de
tercerización de funciones a entidades
de dudosa reputación.
La soberbia torpeza
de estos agentes de función delegada se
hace manifiesta cuando declaran la existencia de un debate, cuando este todavía
no ha tenido lugar.
Camilo Yáñez no
dialoga: vocifera, delimitando arbitrariamente nuevas funciones para organizar
una verdadera “cámpora del arte”.
¿A quién se le
ocurrió “la genial” idea de formular programas de desarrollo para
regiones, haciendo caso omiso de la experiencia ya probada por todas las
jefaturas que ha experimentado dicha área y cuya evaluación pone en tela de juicio
muchas de sus iniciativas?
Pero estos agentes de aduana han decidido innovar
desde la ignorancia del campo específico, de un modo análogo a la ofensiva fundacionalidad discursiva de Camilo
Yáñez, que hace pésimos combinados con sus lecturas rápidas de Szeeman y Olbrist, con el propósito de legitimar el secuestro de
los archivos, garantizar el nepotismo del eje “arcis-la-chile”, favorecer con dineros públicos una
internacionalización entregada a ineptos
gestores privados que hayan demostrado lealtad a la Nueva Mayoría y montar la
superchería de unas relaciones institucionales pasando por encima de las
jurisdicciones de algunos museos, en una abierta (y no sancionada todavía) usurpación de funciones.
El Coloquio es una
invitación a ser cómplices de la degeneración del debate, promoviendo el enfrentamiento de los
“principales miembros” del mutilado
campo de las artes de culto a los objetos caídos, de la fotografía depresiva y los nuevos medios ( a lo Kraftwerk pasado por agua),
montando un remedo escenográfico
que satisface la figura mitómana de una participación bien temperada, con
actores de diversa magnitud y consistencia, de modo que ocupen todo su tiempo
en consumir un contaminado debate
mediante el cruce incomparable de intereses de una diversidad inarticulable.
De este modo, cuando
no se tiene un Informe de Referencia que delimite el debate y se recurra a la
“recolección de ponencias” como si una política fuera el resultado de una
actividad de “cazadora-recolectora”, lo más probable es que el Informe
mantenido en secreto es de tal inconsistencia, que busca establecer por este
medio un horizonte de espectativas respecto del cual puedan redefinir sus inconsecuencias, que ya son
visibles en la forma como se han establecido los “ejes” de esta discusión.
En términos
estrictos, estos no son “ejes” sino solo
”items” para rellenar los informes internos por área y sostener elementos
nuevos para la modificación de las políticas.
En esta calidad obedecen a los intereses del servicio y no provienen de los problemas reales del campo.
Hay que disponer un gran sentido del abuso de confianza para solicitar a la comunidad artística iniciativas
con qué resolver la crisis institucional
del sector, si ya el Ministro Delegado ha hecho redactar una nueva organica que
epistemológicamente está desajustada.
Resulta sorprendente
la confusión de los términos de los “items” y se nota que han sido redactados
por un personal que no conoce el medio. No basta con ser el niño de los
mandados de un artista RD para legitimar unos razonamientos que denotan la
curiosa y fascinada subordinación que
gozan por su cercanía con “los ricos”. Al
final, tienen que resolver su no pertenencia al mercado a través de subsidios
de Estado o del aporte de las grandes
mineras en crisis de ética ambiental.
Hablar de
coleccionismo público, en las condiciones actuales de su pre/constitución, no
solo es una irresponsabilidad administrativa, sino la expresión de una
ignorancia sin límites que se ve fortalecida por una arbitrariedad
interpretativa literal que acomoda la historiografía a los pequeños intereses de
“tribus y bandas de guerreros salvajes”, que han revolucionado las
formas internas de (la) acción partidaria.
La torpeza analítica
llega a tal punto que caen en la propia trampa del universitarismo letal que ha
conducido a las artes de la visualidad a configurarse como patalogía académica.
La Formación y la Educación -¿cómo términos distintivos?- están puestas junto a la Profesionalización, porque no conciben otra vida artísca más que
la fatalidad de la dupla “artista-docente”. Camilo Yáñez no tiene ninguna facultad
constitucional para intervenir en procedimientos de acreditación universitaria
de la enseñanza de arte. Es un mercado en el que no tiene participación. La profesionalización del sector no depende
del mercado de la enseñanza universitaria de arte, sino de procesos más
complejos y determinantes, como el campo editorial y los nuevos modelos de negocios del galerismo, así
como la transformación radical del concepto de exhibición en el arte
contemporáneo. ¡Sobre todo esto último!
Perdón, ¿qué
significa “coproducción” regional-nacional-internacional? ¿Invitar a Cameron a
Chiloé? ¿Conocen Simón Pérez y Camilo Yáñez las especificidades
locales diferenciadas? ¿Conocen, seriamente,
el país? ¿De qué manera piensan que deben convivir en una misma
formación artística, prácticas pre-modernas, con prácticas tardo-modernas y
prácticas post-contemporáneas?
Debieran informarnos
antes de solicitar ponencias. Un conductor de procesos siempre proporciona
marcos de referencia. ¿Qué proceso
conduciría Simón Pérez? ¿Cuáles son los marcos de referencias de estos dos
insignes representantes? La formulación de “items” no se le llama metodología. Ellos creen que así se denomina el “control
de asamblea”, ofreciendo subir las ponencias
a la web, como expresión de “participación calificada”.
(Se han mal acostumbrado a meterle el dedo en el ojo a la gente).
¿Y si algunos
participantes tenemos propuestas para
cada uno de esos “items”, estamos obligados a inscribirnos en un solo casillero? ¿No les parece que este cabildeo cumple con
las modalidades del “arte de formulario” que tanto he denunciado? Se les olvidó
señalar el triángulo originario: Objetivo / Fundamento / Descripción, para
ordenar la admisibilidad discursiva de las ponencias.
La
manera de combatir la torpeza soberbia de los operadores de área es
exigiendoles que a la brevedad publiquen un documento consistente sobre las
perspectivas de desarrollo del área. De lo
contrario, ante la ausencia de informe, debiéramos cobrar por nuestra participación en el
coloquio, porque les estaríamos haciendo
el trabajo.
¿Para qué les pagan? Trabajen. No confundan trabajo real con “pequeña intriga
lobbysta”.
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