En algún momento monté una exposición en el Museo Blanes, de
Montevideo. Era un proyecto que se llamaba El
lugar sin límites. Estaban Ximena Zomosa, Voluspa Jarpa y Nury González, por
nombrar a algunas de las artistas participantes. La inauguración coincidió con una visita presidencial de
Ricardo Lagos y pasó a formar parte de
su agenda. En el Museo Blanes, el
gobierno de Chile condecoró a Mario Benedetti.
Esta es una historia que ya he relatado, probablemente en www.justopastormellado.cl El caso
es que en la apertura, Ricardo Lagos me pidió que le hablara de la obra de
Ximena Zomosa. Esta consistía en una gigantesca “pintora” que ocupaba el muro y
parte del piso. No era una “pintura”.
Pero “pintaba”. Broma aparte, la monumentalidad de la pieza
era tal que obligaba al espectador a levantar la cabeza y elevar la mirada por
sobre la altura museal recomendada. Se
me ocurrió decir que ese era el “porte de la madre”.
El día anterior había leído en el diario una entrevista a Lagos en que hablaba de su
madre; en efecto, del porte de su madre.
Agregué que de niño uno siempre mira a
la madre hacia arriba, sabiendo que en
el bolsillo de la “pintora” ella siempre guarda algo para nosotros.
Lagos sonrió de buena gana y se lo comentó a miembros de su comitiva.
Pero luego pasamos frente a la obra de Voluspa Jarpa, una
pintura de gran formato que en medio de
un paisaje glacial reproducía la imagen de
una mediagua montada sobre un bloque de hielo a la deriva. Ahí fue que se me ocurrió decirle que esa era
la imagen exacta del arte chileno.
Entonces, el Presidente continuó su visita apurando el paso
y llevándose a la comitiva consigo. Yo llegué hasta ahí no más. No quiso escuchar. No quería saber de la
crisis de vivienda del arte chileno.
La cuestión del domicilio del arte chileno sigue en pié, con
la certeza de saber que para tenerlo se requiere de un techo. Sin embargo, la queja permanente de los
artistas es que no hay vivienda (suficiente) en esta prosa del mundo dominada por el neoliberalismo.
Prefiero hablar de capitalismo tardío en el marco de un
Estado-Nación (medio) fallido. Lo cual
autoriza a los artistas a considerar que
sus demandas debieran ser trabajadas por
el SERVIU, a menos que el CNCA se defina
como un Nuevo Ministerio de la Vivienda,
en una época en que la crisis de
vivienda se refiere al lenguaje
mismo. (La casa-del-ser).
El artista-docente chileno se preocupa más de revisar programas de estudios
y usar la innovación curricular como medida represiva para quitarle cursos a
sus colegas, que de invertir su tiempo en producir obra consistente. Esa es la crisis de vivienda del arte
chileno; crisis de lenguaje. Digámoslo
así, parodiando el título de un exitoso
programa de la televisión por cable: Los
artistas no saben hablar. De manera
estructural, son hablados por el
sistema de reparación que exige la presencia de una madre que siempre tiene
algo guardado en el bolsillo.
La política de la vivienda para el arte vendría a ser un don
de la Madre. Les recomiendo que lean Ensayo sobre el don, de Marcel
Mauss. De seguro, terminarán leyendo los
planes de desarrollo para la cuenca del Río Don. (Porque
han aprendido a rellenar las
secciones “audiencia” e “impacto social”
en el formulario).
En vez de organizar encuentros para elaborar listas de encomiendas, lo menos que se le puede pedir a
los artistas chilenos de hoy, en el caso
de que esperemos algo de ellos, es que hagan
obra.
Esta es la consigna. Dejen de hacer clases. Dejen de ser vectores y portadores del fraude académico más grande de la historia. Lo vengo diciendo desde comienzos de los años
noventa, cuando sugerí interponer una
demanda ante el SERNAC para perseguir en justicia a las escuelas de arte por
publicidad engañosa.
En la conversación sobre Ejercicio
forense el sábado 11 de junio, Camilo Yáñez se puso como ejemplo apelando a
la figura de Harald Szeeman realizando Quand les attitudes deviennent forme. La Obra
Institucional que ha montado en Cerrillos no resuelve la crisis de actitud del arte chileno, que
ha hecho de la fondaridad y de la producción asistida, su forma.
Camilo Yáñez ha (mal) interpretado el principio metodológico
de Dittborn: lo político está en el
pliegue. Para Camilo y sus amigos, el pliegue no es un
(d)efecto gráfico a nivel de la planeidad
del soporte de una aeropostal, sino el
excitante efecto práctico de la servidumbre
voluntaria para subsistir como carenciados.
La comunidad artística espera la publicación de las
bases para concursar a los cargos que la
conducción del Centro de Arte Contemporáneo requiere para su formalización
funcionaria.
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