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miércoles, 19 de septiembre de 2018

EL ESQUEMA DE NEMESIO ANTÚNEZ



Forma parte del método. Mejor, hablaré de esquema. Este funciona como un tercer elemento, que oscila entre la categoría y el fenómeno. Es decir, delirio clasificatorio de mi parte y descripción de contextos de la parte del “gran otro”, que acecha en todo discurso. Es el que permite que la primera se “aplique” sobre el segundo. El esquema es una regla, una aplicación y un producto de la imaginación. Vale decir, un procedimiento generador, un mecanismo una operación enigmática.

El próximo viernes 21, en el Museo de Bellas Artes de Valparaíso, daré una conferencia sobre la obra de Nemesio Antúnez. En el fondo, es una conferencia sobre el rol que juega la obra de este artista en la configuración del campo del grabado en nuestro país. Algo sabré de eso. A mí, lo que me interesa es la obra de Nemesio Antúnez, desde una disidencia apreciable. Es cosa de leer mi libro “La novela chilena del grabado” (1995). De todos modos, lo que propongo al público del próximo viernes es la lectura de dos textos que pueden servir para entender la trama generativa de las aplicaciones enigmáticas a las que hago referencia.

Ya se sabe que tengo la costumbre de adelantar en este blog los términos de mis intervenciones, para que el público pueda establecer un índice polémico y  contribuir al avance de “algunas cosas”. De modo que las aplicaciones a las que hago mención tienen que ver con los títulos de los textos: el primero, sobre las dos tendencias principales del grabado chileno; el segundo, acerca del modelo de la hacienda en la configuración del campo plástico de antes de la reforma universitaria. Esos dos textos son dos capítulos que pertenecen a un ensayo que se puede encontrar en   www.justopastormellado,cl  bajo el título TEORÍAS SUSTITUTAS Y PARODIAS LOCALES (de la pintura plebeya a las deflaciones reparatorias en la escena plástica chilena 1950 – 1973). De modo que les recomiendo esta lectura. Si buscan bien, lean directamente entre la página 19 y la 36, para el tema del viernes.

Les mencionaré que en 1957, Nemesio Antúnez se encuentra en Concepción, para dictar un curso de acuarela en la Escuela de Verano.  Pero sobre todo, este viaje es importante porque se relaciona con el grupo de arquitectos comunistas que se han instalado en la ciudad y han configurado un espacio intelectual en cuyo seno se traspasan informaciones sobre política, arte, arquitectura y política local. Ese es el año en que Julio Escámez realiza el mural en la Farmacia Maluje. Pero es el año en que Nemesio Antúnez produce la serie de litografías “Almorzando en Quinchamalí”. De todo esto ya me he referido en este mismo blog, en el año 2016 y les señalo el link http://escenaslocales.blogspot.com/2016/03/la-instancia-quinchamali.html

Entonces, la lectura de lo anterior me ahorra el tiempo de contarles ahora mismo la historia. ¡Un esfuerzo que sea! Ahí publiqué una reproducción de la litografía. De todos modos, hago la conexión con otra cosa que estoy seguro les va a interesar. Se trata del número de Revista de Arte de 1958. Eran dos números en uno. Pero no están dedicados a la obra de Nemesio Antúnez. El que escribe la presentación es Tomás Lago, director en ese entonces del Museo de Arte Popular de la Universidad de Chile.




En el número de abril-mayo de 1956, en cambio, la portada de la revista era un dibujo de Nemesio Antúnez. Y el texto que viene inmediatamente después está escrito por Enrique Lihn. Quizás sea el texto más bello escrito sobre la obra de Nemesio Antúnez. Se trata de un texto de 9 páginas en formato de revista de tamaño tabloide. Nadie habrá escrito nada, después de eso. Fuera de unas conversaciones con Patricia Verdugo y uno que otro pequeño texto de presentación, debo ser, junto a Lihn, el que más haya escrito sobre su obra. De hecho, las reproducciones que presentaré en esta ocasión provienen todas de este número.





¿Y qué tenemos? Ocho reproducciones. La primera de ellas proporciona el nombre al texto: “Ventana abierta al mundo de Antúnez”.  Como se ha de saber,  este texto ha sido publicado en la edición de textos que escribió Enrique Lihn sobre arte. Cual no sería la sorpresa para muchos, encontrar este texto existencializante escrito por Enrique Lihn, sobre Antúnez. Para la gente que conoce sus escritos de arte recién en los años ochenta, esto fue una sorpresa de proporciones. Y no solo eso. Enrique Lihn escribió también sobre Julio Escámez y Pablo Burchard. Pero ustedes dirán, era el  Enrique Lihn de 1956. Convengamos en eso. Pero eran buenísimos textos, no solo para el año 1956, donde prácticamente no había escritura sobre arte, fuera de lo que escribía Romera. 

Regresemos a la primera reproducción. En efecto, es una sucesión de cuadrados. Un óleo de pequeñas dimensiones, finamente realizado. Digámoslo así: finamente. Es la brutalidad de Nueva York. Nemesio Antúnez me contó un día como comenzó a pintar esos cuadros. Eran las vistas que tenía de la gente desde la ventana de un rascacielo. Todos parecían hormigas, me dijo. Y en verdad, lo que pinta, en 1949, es una estructura muy simple: cuatro cuadrados; en columna. Parecieran conformar una escultura. Pero todo está reducido a la más mínima expresión de antropomorfismo. La columna es la casa moderna. Los trazos cortos de pintura negra son las multitudes anónimas. Pero Nemesio Antúnez viene de Chile y no deja de estar sobredeterminado por la ruralidad de la materia. Ese óleo negro es la noche que ha dejado, para trasladarse al lugar donde se produce la luz de los cuadros. Pero nada es fácil. Los cuadros parecen ahora lápidas que hablan de una civilización muerta. ¿Qué es lo que queda? Apenas unos rasguños. Ya en ese entonces, Nemesio Antúnez pinta como graba. Pinta como grabador. Nunca dejará de ser grabador. Toda su pintura es puro grabado deslizado a otro soporte. Lo cual no puede ser considerado ofensivo. Todo lo contrario. Fíjense –no m-as- en el dibujo de la portada de la revista.

martes, 25 de abril de 2017

TRABAJOS EN CURSO (2)



Hay  hechos que pasan a cumplir funciones significantes respecto de cómo se organiza un campo artístico en una escena determinada.  Me refiero a la incidencia del viaje que el 20 de enero de 1957 realiza un grupo de artistas penquistas a las festividades de San Sebastián de Yumbel.  Para poner en contexto a los lectores los remito a la lectura de tres sub-capítulos de un estudio que he publicado en www.justopastormellado.cl bajo el título “Teorías sustitutas y parodias locales”. En ellos podrán encontrar el relato del campo penquista y el desarrollo de las primeras hipótesis acerca de cuáles son las condiciones para reconocer una escena plástica local.

La escritura del ensayo “Julio Escámez”, que será próximamente publicado por la editorial de la Universidad de Concepción, está asentada en la articulación de los  sub-capítulos mencionados, que paso a enumerar: la reconversión oligarca de las artes visuales,  las dos filiaciones del grabado y  el modelo de la hacienda en la reorganización del campo plástico.  Sobre estas hipótesis está encaramada la escritura  de la coyuntura penquista de 1957.

El viaje a Yumbel reúne a un grupo de personas entre las cuáles se encuentran Pedro Millar, Julio Escámez, Nemesio Antúnez, pero sobre todo, Maco Gutiérrez.  Este último es el conector entre la coyuntura arquitectónica y la coyuntura pictórica, ya que es a la vez, uno de los personajes centrales  que aparece retratado  en el tercer  muro del mural de Julio Escámez en la Farmacio Maluje, y uno de los arquitectos que llega a Concepción cuando el proyecto del edificio FIUC  está en construcción.  (Los santiaguinos no saben el rol  que este edificio  juega en la modernización de la ciudad).  No solo eso,   sino que Maco Gutiérrez  será el arquitecto del edificio de la Farmacia Maluje,  concebido para acoger el mural de Julio Escámez. 




Lo que ocurre en Concepción, en ese entonces, resulta ejemplar como dispositivo de organización de la cultura local,  ya que articula tres elementos que definen a la escena como tal:  universidad local, clase política local y prensa local.  Es decir,  modernización de la enseñanza superior,   establecimiento de relaciones entre arte popular y cultura política  (la cultura popular como cultura erudita)  a través de un comunismo  antropologizante y un aparato de comentario local que oscilaba entre la crónica y la crítica. 

Esto significa  -por poner un ejemplo-, la apertura de un espacio  diverso que contempla la presencia de Violeta Parra, realizando la investigación sobre el canto popular en la zona de Florida y alrededores, con el apoyo de la Universidad de Concepción, que imagina la existencia de un Museo del Folklore en  una de las salas del local de la Sociedad de Bellas Artes;  proyecto que luego no se concretó.  Pero esto se combina con la organización de la escuelas de verano, que no solo programan cursos de acuarela de Nemesio Antúnez –a los que asisten Pedro Millar, Jaime Cruz y Eduardo Vilches-,  sino también de capacitación sindical y de legislación laboral, que  van a proporcionar  un marco ideológico anticipatorio  de la gran huelga del carbón de mayo de 1960. 

La escena plástica y arquitectónica no eran las únicas que operaban en la estructuración de una escena cultural local consistente. En 1959, el Teatro de la Universidad de Concepción estrena bajo la dirección de Pedro de la Barra, la obra dramática “Población Esperanza”, de Isidora Aguirre y Manuel Rojas; acontecimiento que puede ser considerado inaugural en el teatro chileno y latinoamericano.  No hay que olvidar que ya Isidora Aguirre había escrito “Las Tres Pascualas”,  que si bien era una reelaboración de una leyenda penquista,  recoge  sin embargo la condición de las mujeres de la vida rural.  Elemento muy importante al mencionar la Farmacia Maluje,  que  es un lugar en el que se fabrican diversas pomadas contra las enfermedades infecciosas a la piel, que eran comunes entre los campesinos de la zona de  Bulnes, Quillón y Florida.  De ahí que en el tercer panel del mural, el énfasis haya sido puesto en la escena de vacunación.

Pues bien: una semana después de la marcha de los mineros desde Lota y Coronel hacia Concepción, que se concentraron en la Plaza O´Higgins,  cuando la construcción del edificio de  los Tribunales de Justicia  estaba detendida,  sobrevino el terremoto del 21 de mayo.  A juicio de Bustos/Darmendrail/Zeiss[1]:

En esta ocasión, una importante ventaja, además del menor nivel de pérdidas humanas y materiales, fue que aún antes de los sismos ya estaban considerados un nuevo Plan Regulador Comunal, ejecutado por Duhart y Goycolea; y el primer Plan Intercomunal, liderado desde instituciones estatales por César Burotto; implementándose, respectivamente, a partir de 1962 y 1963. No fue casualidad que las autoridades vieran la necesidad de encauzar el inevitable crecimiento de la ciudad a través de estos instrumentos, sino un fruto directo de la preocupación gremial de los arquitectos, que buscaban sistemáticamente posicionar su opinión dentro de la sociedad, a través de diversos medios”.

Hablamos de 1963.   ¿Dónde culmina la diagonal que conecta la plaza O´Higgins con la Plaza Perú?  ¡En la Casa del Arte!  ¿Quiénes son los arquitectos?  Alejandro Rodríguez, Maco Gutiérrez y Osvaldo Cáceres. 









[1] Alexander Bustos – Luis Darmendrail – Patricio Zeiss, “Alejandro Presente. Memorias desde la Arquitectura”, (Fondart 2015), Concepción, 2016.