Hay hechos que pasan
a cumplir funciones significantes respecto de cómo se organiza un campo
artístico en una escena determinada. Me
refiero a la incidencia del viaje que el 20 de enero de 1957 realiza un grupo
de artistas penquistas a las festividades de San Sebastián de Yumbel. Para poner en contexto a los lectores los
remito a la lectura de tres sub-capítulos de un estudio que he publicado en www.justopastormellado.cl bajo el
título “Teorías sustitutas y parodias locales”. En ellos podrán encontrar el
relato del campo penquista y el desarrollo de las primeras hipótesis acerca de
cuáles son las condiciones para reconocer una escena plástica local.
La escritura del ensayo “Julio Escámez”, que será
próximamente publicado por la editorial de la Universidad de Concepción, está
asentada en la articulación de los sub-capítulos
mencionados, que paso a enumerar: la reconversión oligarca de las artes
visuales, las dos filiaciones del grabado
y el modelo de la hacienda en la
reorganización del campo plástico. Sobre
estas hipótesis está encaramada la escritura
de la coyuntura penquista de 1957.
El viaje a Yumbel reúne a un grupo de personas entre las
cuáles se encuentran Pedro Millar, Julio Escámez, Nemesio Antúnez, pero sobre
todo, Maco Gutiérrez. Este último es el
conector entre la coyuntura arquitectónica y la coyuntura pictórica, ya que es
a la vez, uno de los personajes centrales que aparece retratado en el tercer
muro del mural de Julio Escámez en la Farmacio Maluje, y uno de los
arquitectos que llega a Concepción cuando el proyecto del edificio FIUC está en construcción. (Los
santiaguinos no saben el rol que este
edificio juega en la modernización de la
ciudad). No solo eso, sino que Maco Gutiérrez será el arquitecto del edificio de la Farmacia
Maluje, concebido para acoger el mural
de Julio Escámez.
Lo que ocurre en Concepción, en ese entonces, resulta
ejemplar como dispositivo de organización de la cultura local, ya que articula tres elementos que definen a
la escena como tal: universidad local,
clase política local y prensa local. Es
decir, modernización de la enseñanza
superior, establecimiento de relaciones
entre arte popular y cultura política
(la cultura popular como cultura erudita) a través de un comunismo antropologizante y un aparato de comentario
local que oscilaba entre la crónica y la crítica.
Esto significa -por
poner un ejemplo-, la apertura de un espacio
diverso que contempla la presencia de Violeta Parra, realizando la
investigación sobre el canto popular en la zona de Florida y alrededores, con
el apoyo de la Universidad de Concepción, que imagina la existencia de un Museo
del Folklore en una de las salas del
local de la Sociedad de Bellas Artes;
proyecto que luego no se concretó.
Pero esto se combina con la organización de la escuelas de verano, que
no solo programan cursos de acuarela de Nemesio Antúnez –a los que asisten
Pedro Millar, Jaime Cruz y Eduardo Vilches-,
sino también de capacitación sindical y de legislación laboral, que van a proporcionar un marco ideológico anticipatorio de la gran huelga del carbón de mayo de
1960.
La escena plástica y arquitectónica no eran las únicas que
operaban en la estructuración de una escena cultural local consistente. En 1959,
el Teatro de la Universidad de Concepción estrena bajo la dirección de Pedro de
la Barra, la obra dramática “Población Esperanza”, de Isidora Aguirre y Manuel
Rojas; acontecimiento que puede ser considerado inaugural en el teatro chileno
y latinoamericano. No hay que olvidar
que ya Isidora Aguirre había escrito “Las Tres Pascualas”, que si bien era una reelaboración de una
leyenda penquista, recoge sin embargo la condición de las mujeres de la
vida rural. Elemento muy importante al
mencionar la Farmacia Maluje, que es un lugar en el que se fabrican diversas
pomadas contra las enfermedades infecciosas a la piel, que eran comunes entre
los campesinos de la zona de Bulnes,
Quillón y Florida. De ahí que en el
tercer panel del mural, el énfasis haya sido puesto en la escena de vacunación.
Pues bien: una semana después de la marcha de los mineros
desde Lota y Coronel hacia Concepción, que se concentraron en la Plaza
O´Higgins, cuando la construcción del
edificio de los Tribunales de
Justicia estaba detendida, sobrevino el terremoto del 21 de mayo. A juicio de Bustos/Darmendrail/Zeiss[1]:
“En esta ocasión, una
importante ventaja, además del menor nivel de pérdidas humanas y materiales,
fue que aún antes de los sismos ya estaban considerados un nuevo Plan Regulador
Comunal, ejecutado por Duhart y Goycolea; y el primer Plan Intercomunal,
liderado desde instituciones estatales por César Burotto; implementándose,
respectivamente, a partir de 1962 y 1963. No fue casualidad que las autoridades
vieran la necesidad de encauzar el inevitable crecimiento de la ciudad a través
de estos instrumentos, sino un fruto directo de la preocupación gremial de los
arquitectos, que buscaban sistemáticamente posicionar su opinión dentro de la
sociedad, a través de diversos medios”.
Hablamos de 1963. ¿Dónde culmina la diagonal que conecta la
plaza O´Higgins con la Plaza Perú? ¡En
la Casa del Arte! ¿Quiénes son los
arquitectos? Alejandro Rodríguez, Maco
Gutiérrez y Osvaldo Cáceres.
[1] Alexander Bustos – Luis Darmendrail – Patricio Zeiss,
“Alejandro Presente. Memorias desde la Arquitectura”, (Fondart 2015),
Concepción, 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario