Hace
algunos años, Ingrid Wildi-Merino me invitó a escribir para una exposición
individual que tendría en München Alemania, que tituló Procesando lo Invisible. Se trató de una serie de fotografías que
Ingrid había realizado, retratándose frente a la fachada de todos los lugares en
los que había trabajado en la Suiza. Lo que le interesaba presentar eran las
fotografías de las fachadas de los lugares mientras aprendía aleman.
Todo comienza cuando a los 18 años tuvo con su padre y
hermanos emigrar a Suiza. Recién llegada, encuentró un trabajo en una gran carnicería. Todas sus compañeras y compañeros eran migrantes
y hablaban diferentes lenguas, nuevas para ella, y en el contacto diario
comenzó pronunciar , creyendo que era dialecto suizo alemán. En verdad, eran
todos inmigrantes que provenían de los Balcanes y hablaban mal suizo aleman y alemán ( una especie de esperanto). Aquí, su experiencia le indica que está aprendiendo a hablar una lengua que
no es.
Este incidente establece el rango de dificultad para acceder
al reconocimiento: hay que aprender a "hablar bien". Y ya había partido hablando,
no solo mal, sino una lengua que no era.
Por las noches comienza a
estudiar Aleman porque deseaba escribir en esa lengua.
Entró a trabajar en fábricas e instituciones, todas alemanas,
en la que cada una de ellas representa un estadio de avance en el aprendizaje
de la lengua, siempre sometida al control de la correcta pronunciación,
para poder pasar por. De ahí que el avance laboral en cada una de
las instituciones significó, biográficamente, el aprendizaje de una habilidad
que le permitiría, entonces, terminar de referencista en una biblioteca.
Obviamente, al principio realizó trabajos no calificados donde la
palabra estaba ausente. Cuando tuvo un poco más de dinero tomó cursos de Alemán.
Mucho más tarde, cuando dominó este idioma, pudo desempeñar trabajos que
comprendían el dominio de esa lengua, con los cuales pudo pagar sus estudios en
Artes Visuales en Zúrich y de postgrado en Ginebra.
En la época en que estudiaba arte en Zurich tuvo que “dejar” la clase obrera para devenir
artista. A juicio de sus cercanos, los
obreros no tenían derecho a ser artistas o ni se imaginan entrar a una escuela
de artes . Ingrid Wildi debe romper el
primer tabú. El acceso a la lengua
implicaba, en paralelo, un desclasamiento necesario. Cuestión de poder: en la lengua se inscribe
la lucha de clases en la primera línea de acceso a lo simbólico. La práctica de arte le permitiría acceder a un manejo de la
lengua que le impediría ser excluida por
“hablar mal”. Había pagado el costo,
cumpliendo con las exigencias del canon.
Es así como recuerda que sus profesores, al admitirla en la
escuela de Zurich, le permiten que ingrese a un curso superior, a condición de
regresar habiendo leído a Kant. Ese fue
el momento en que dejó de practicar la pintura. Es decir, Ingrid Wildi sabía que
al ampliar sus horizontes en el arte, accedería a la lengua, pero dejaría la
pintura. Cuestión de poder. Necesitaba
manejar un dispositivo que registrara la voz del traductor: el grano de la
voz. Pero siendo la voz, el soporte de la imagen.
Es decir, entendió de inmediato que su trabajo consistiría en nomadizar los relatos de aquellos sujetos desplazados, ya sea, a mitad de camino de las lenguas, ya sea por la dislocación de su posición en la estructura.
Es decir, entendió de inmediato que su trabajo consistiría en nomadizar los relatos de aquellos sujetos desplazados, ya sea, a mitad de camino de las lenguas, ya sea por la dislocación de su posición en la estructura.
Entonces, comenzó a realizar este trabajo autobiográfico para la exposición en München, como un
análisis visual, social y estético sobre la Arquitectura y el aprendizaje de la
lengua Alemana, documentando el proceso laboral y cómo el entorno arquitectural
va cambiando en la medida que se hacía poseedora de elecciones sobre sus trabajos y sus estudios.
Este trabajo fotográfico muestra que la arquitectura no es neutra
sino que refleja la estructura social,
laboral y política. Las fachadas de los lugares donde trabajó ponen rostro a la
estructura social; a una línea de sectores laborales que se hace presente
cuando se observa y recorre las fachadas de los lugares de trabajo, y a la par
del aprendizaje de la lengua. Razón por
la cual, este trabajo posee una especie de subtítulo: La Arquitectura y la lengua como Arquitectura.
Luego, en el 2015, después que había realizado con gran
esfuerzo la exposición DISLOCACIÓN, en Santiago y en Berna, Ingrid Wildi fue
invitada a exhibir en el Frac
Lorraine, que ya había adquirido una de
sus piezas de ensayo-video. Sin embargo, en esta otra ocasión, el curador de la
muestra LA VOZ DEL TRADUCTOR, el joven crítico curador suizo Martin
Waldmeir la invitaba, junto a otros doce
artistas, a una exposición que tenía por
título La voz del traductor.
El curador escribió, entonces, en su Nota de Intención: “En el comienzo fue la traducción. Para el poeta
y traductor finés Leevi Lehto, la traducción es el verdadero fundamento de toda
cultura. Lenguaje y cultura están ligados por flujos incesantes que les
permiten crecer y evolucionar en el tiempo. Gracias a la traducción, lo que nos
es extranjero se hará comprensible. El otro penetra en nuestro mundo y nuestro
punto de vista se expande”.
Por un lado, la exposición hacía visible la actividad propia
del traductor; pero por otro lado, hacía del traductor una metáfora crítica de
la situación lingüística puesta en evidencia por la mundialización. Y como una
cosa lleva a la otra, del multilingüismo voluntario al multilingüismo
involuntario, como uno de los casos
relevantes, se hizo evidente la
proximidad entre dos nociones que han estado siempre presentes en el trabajo de
Ingrid Wildi: la traducción y la
transferencia.
Ya instalada en Santiago de Chile, en enero de este año,
recibió los primeros ejemplares del projecto- libro Arquitectura de las
transferencias, arte, politica y tecnologia que realizó después de haber
concluido la curatoria de la exposicion DISLOCACION. Diré que es su lógica y natural continuación,
pero por otros medios. Estos medios serían la escritura, la traducción y las
transferencias discursivas y tecnológicas, pero bajo un título cuya densidad
señala desde ya su perspectiva estratégica: ARQUITECTURA DE LAS
TRANSFERENCIAS.
Resolvimos, entonces, modificar el proyecto inicial y montar
la visualización de este otro
procedimiento, que de todos modos incluía la serie inicial, pero amplificada a procesos de violenta
transformación del paisaje. Lo que
hicimos fue cambiar la fachada que
sostenía la adquisición de la lengua, por las excavaciones que fijaban la
lengua de dominio del capital en zonas de extracción minera. Es decir, nos quedaba muy claro que lo que se
transfiere es lo que se traduce, para encubrir la operación de traducción misma
de los valores de las cosas.
Fue entonces que comenzamos a trabajar en esta exposición,
que está precedida por el libro que consigna una investigación de artista, que
prolonga la hipótesis que Ingrid Wildi Merino formuló en su ensayo-video que
exhibió en DISLOCACION bajo el título Arica
y norte de Chile: no Lugar y lugar de todos (2008-2011).
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