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sábado, 16 de junio de 2018

AUTOCRÍTICA (2)


En mi última columna hablé de seguimiento de las obras, que equivale a reconstruir la rentabilidad de los envíos.  Solo quiero regresar al año 1984, para relevar el hecho que ni siquiera el Envío a la Vº Bienal de Sidney tuvo seguimiento de parte de sus propios agentes. Es posible, en perspectiva, entender que solo fue una plataforma de promoción de Nelly Richard en el espacio australiano, habilitada por Juan Domingo Dávila. Desde allí debía venir el “salto” hacia Nueva York, pero desde ese “otro lado”. 

Un famoso artista me dijo que una vez había encontrado en Nueva York, en el depósito de una galería, varios paquetes de Art&Text amontonados.  Todo eso, para advertirme que la operación no había tenido éxito alguno.  Sin embargo, mi informante no sabía que el trazado y destino de algunos títulos se construyen a partir del manejo posterior de paquetes perdidos y olvidados de libros; sobre todo, cuando corresponde construir la imagen de una dictadura de acuerdo a la conveniencia de unos relatos heroicos que pasarán a poblar las bibliografías de los departamentos de cultura visual y de literatura de algunas universidades americanas de la costa oeste. 

La gran inflación de lectura de ese número de Art&Text tendría lugar, por lo menos, una década más tarde.  Y de eso habrá que hablar, en su momento. Es decir, de cómo se construye la atención crítica sobre un objeto.

Entonces, el envío de 1984 a la Vª Bienal de Sidney fue la anticipación ilustrativa que se concretó en “Margen e Instituciones” en 1987, como número especial de la revista Art&Text, pero cuyo borrador había sido canonizado de manera anticipada por la escritura rápida de “Una mirada sobre el arte en Chile” en 1981.   Cualquier discusión actual sobre “autocríticas” e interpretaciones metaforizadas al exceso debe pasar por la consideración estricta de las obras.

Quizás sea necesario señalar que la versión de “Una mirada sobre el arte en Chile” fue diseñada por Leppe e impresa sobre papel carátula gris, copiando el mismo formato que ya había utilizado para una publicación que había sido puesta en circulación en junio de 1981 y que se titulaba “Inter/Medios”, cuyo “objeto” era instalar la productividad del “concepto de margen”.  ¡Oh! De ahí, entonces, ¡“margen e instituciones”! ¡Qué ironía: la institución del margen!   




Recordé la existencia de esta publicación hace unos días, cuando Alberto Madrid (Universidad de Playa Ancha) vino de visita al escritorio del CEdA, buscando elementos (documentos) para un estudio que realiza sobre los textos de 1981.  En términos estrictos, en el CEdA nos hemos dedicado –entre otras cosas- a abordar las diversas coyunturas de este inquietante año 1981, motivados por reconstruir las condiciones formales de la producción editorial de la obra Dittborn, en torno a dos especímenes extraordinarios que definen las coordenadas de su trabajo, y que han sido muy poco conocidos por el público cooperante. 

Hagamos el repaso: “Un día entero de mi vida” (cuaderno-único), fabricado entre febrero y mayo; “Fallo fotográfico”, edición de grabado (fotocopia) de 47 ejemplares, realizado entre mayo y julio. A estos objetos les he destinado algunas columnas en este blog y próximamente, en el boletín nº 4 del CEdA publicaremos dos trabajos sobre dicha coyuntura de productividad editorial, escritos por Vania Montgomery y Alejandro de la Fuente,  para situar la aparición de “Un día entero de vida” (Envío a Sidney) y conectar su diagramaticidad con la pintura aeropostal  “To Return (Miami)” que debe ser de mediados de los noventa y sobre cuya puesta en edición  escriben Catherina  Campillay y Maríairis Flores.  

En el fondo, abordamos trabajos que se desarrollan a lo largo de (más de) una década y en los que es preciso poner en suspenso las temporalidades, para “hacer hablar” los diagramas. 

Sin embargo, es preciso poner atención en las fechas de ciertos acontecimientos, como el 30 de junio y el 27 de julio. Hay gente que no se quiere dar cuenta que “Una mirada sobre el arte en Chile” de Richard, publicado en octubre,  no puede ser  disociada de la publicación de “Inter/Medios”.

Esta edición ha sido fijada en una primera fecha: 30 de junio. En ella se plantean situaciones reflexivas que solo adquieren sentido y pertinencia en el  seno de un ambiente discursivo  que hoy llamaríamos colaborativo y que permite, tanto  el encadenamiento de problemas como el reticulado de un espacio intelectualmente  muy acotado, del que es co-deudora.

Entonces, pongan atención: 30 de junio, “Inter/Medios” (Mellado/Richard); el 27 de julio, “Fallo fotográfico” (Dittborn).  En agosto, “Una mirada…”  El septiembre, Leppe hace la performance (contra Dittborn) en el TAV, que titula “Prueba de artista”. En octubre cierra el festival de videoarte con otra performance (contra Richard) donde emplea el mismo título del libro que esta escribe a partir de su obra; “Cuerpo correccional”. (Ver www.carlosleppe.cl)

Debo poner en antecedentes a los lectores investigadores jóvenes que  respondí de inmediato a “Una mirada …”    a través de una edición en fotocopia de una decena de ejemplares, que lleva por título “Nelly, tu mirada sobre el arte en Chile”.




Para diferenciarme jocosamente del papel carátula de Leppe y del cartón piedra de Dittborn, usé cartón corrugado para poner en la portada y escribir a mano el título como una parodia a la edición del cuaderno único de Dittborn que ya he mencionado. Dittborn se puso furioso.  No por el gesto risible, sino por el contenido, que calificó de “texto joyciano”, por lo  exasperadamente ilegible.  

Cuando digo que era una falsa contribución me refiero al hecho de que siendo una propuesta de texto para el número de La Separata –tabloide regentado por el grupo subordinado al gerenciamiento de la agencia de publicidad que llevaba la cuenta de Muebles Sur-, estaba redactada para no ser acogida.  No solo Dittborn objetó mi inclusión. El tema es que ya estaba resuelta de antemano; porque el equipo editorial precisaba de manera escueta el deseo de disponer de un canon. Richard lo proporcionaba. Así quedará establecido por las operaciones de validación de su envío a la Bienal de Paris, que organizó como un efecto-de-colectivo, simulando la sensación de conducir un movimiento programático cuya primera redacción había sido ensayada en “Una mirada sobre el arte en Chile”, respecto de la que es preciso poner atención a una imagen, para entender la trama sobre la que Leppe invertiría el deseo interpelativo de (dicha) editorialidad.  

En la portada de esta publicación sobre papel carátula gris y anillado negro, Leppe decidió imprimir la foto en alto contraste de una escena en la que un grupo de personas miraba la realización de la acción de Carlos Altamirano, en la vereda de Providencia, en las afueras de la galería SUR, el 30 de junio de 1981, en la que se alcanza a identificar la figura de Patricio Marchant, quien fuera el lector del “Discurso contra los ingleses” el 30 de noviembre de 1980, cuando fueron presentados “Cuerpo correccional” y “Del espacio de acá”, en esa misma galería. En la estructura binaria básica del Leppe de ese entonces, privilegiar a Marchant en la portada era un gesto contra Kay. Ambos eran docentes en el Departamento de Estudios Humanísticos, pero no representaban lo mismo. Disponer a Marchant tenía el propósito de señalar que había “adquirido” un “nuevo aliado”.  Marchant era el único referente académico al que había que apelar para garantizar su mirada, puesto que era el único que citaba a Groddeck.  Pero es preciso asociar la materialidad de este soporte editorial, con “Inter/Medios”, cuya tipografía fue impresa con tinta roja sobre  papel carátula de color azul paquete de vela. 

Conectemos este gesto de disponer a Marchant en “Una mirada…” como un adelanto de lo que tendremos en la primera mitad de 1982.  Marchant será el único crítico que escribirá sobre la (nueva) performance que Leppe realizará en mayo de 1982 –La Biblia/La Pietà-  en la que se hará acompañar por Richard y Dávila, quienes cumplirán la tarea corporal de escenificar la pose de la pietà dittborniana. Lo cual señala hasta qué punto las obras producidas en ese período se ajustaban a la continuidad de una secuencia polémica (reductivamente) autofágica.

Es preciso regresar a las primeras condiciones de circulación de unos textos, cuya lectura permitirá entender diferencias iniciales, para no reproducir los reduccionismos desidiosos que algunos renombrados directores de tesis habilitan de manera ejemplar.

lunes, 15 de agosto de 2016

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE UNOS CUADROS DE JOSÉ BALMES.


Una de las cuestiones realmente políticas que abordó Balmes fue la del letrismo muralista.  Ante la imposibilidad de retractarse del delirio figurativo de la BRP en su período de mayor ilustratividad del programa de gobierno, Balmes anticipaba la catástrofe, enviando un “mensaje” a una autoridad que no lo leería.  De eso he pretendido hablar en las entregas anteriores y que corresponden a un trabajo que tenía preparado desde hace mucho tiempo.

El letrismo se acerca al diagrama de las fuerzas en presencia en el terreno de la representación des/representada, para dejar visible solo la filigrana de unas huellas que apenas se materializan por debajo de las líneas de flotación de la consciencia histórica.  Me refiero a la pintura que está “clavada” sobre el ascensor del MOP y que des/marca y des/ califica su proyección ética y política. Esa es una obra que debía estar en la colección del MNBA, al igual que NO, que actualmente se encuentra visible en el hall de ingreso a un edificio de alto standing en el corazón del barrio El Golf.



Todo esto para decir que el destino de las obras no suele ser el mejor que es dable esperar. ¿Y que se podría haber esperado?  Lo que se debía haber construido hubiese sido una mejor colocación; es decir, su incorporación a una colección significativa.  Sin embargo, no sería justo atribuir la falta de visión al MNBA, porque no la tenía, simplemente. No había noción de la necesidad de tener unos “buenos Balmes”, porque no se disponía del financiamiento para costear su compra. Por ejemplo, dos de las obras más importantes estuvieron siempre en manos privadas. Es de esperar que estas, hoy día, puedan comprender que estas obras solo interesan al coleccionismo público y que carecen de un valor de mercado porque Balmes carece valor de mercado, en Chile y en el extranjero.  Son pinturas historizadas en la proximidad de nuestra escena.  Su valor en la escena internacional está por construirse desde una “política de estado”. 

La gran carajada de la crítica chilena –de Galaz, entre otros- fue “catalanizar” a Balmes después de su segundo  exilio para impedir su regreso, en favor de lo que inventó Brugnoli a través de la mitología de su resistencia objetual.  Ese fue el momento en que se “atrevieron”, porque Balmes no tenía como defenderse, a declarar su subordinación tapiesiana, cuando en verdad, había que reconocer más bien su filiación con el Gripo El Paso. Pero de eso nadie quiso hacerse cargo porque estaban mejor dispuestos a colocarse en el acarreo policíaco-conceptualista. De ahí que tuve que hacer un gran esfuerzo por sostener la hipótesis de su proto-conceptualismo para sacarlo de la interpretación forzada que hacía de él un remedo del informalismo catalán.  Esto, en 1970, hubiese sido imposible.

Pero Balmes de regreso le echaba a perder el negocio a varios. De ahí que desde Carmen Waugh hasta Antúnez, pasando por los próceres de “la Chile”, necesitaban desmantelar la pintura de Balmes y ponerla en el index por “comunista”.  Ese fue el ejercicio que hicieron a partir de La Casa Larga.  Balmes pasó por la humillación con gran estoicismo. Solo el inicio de la Transición le permitió defenderse mejor; sin embargo, experimentó el “anticomunismo blando”  del que el espacio artístico fue cómplice.  Sobre todo durante las presidencias de Aylwin y Frei. Fue Lagos donde mejoró su posición, porque al fin y al cabo, el propio Lagos no cayó en el juego de la exclusión y de la excomunión, a la que eran tan adictos los democratacristianos y los propios pepedé que provenían de la transfiguración  descomunizante. 

Siempre pensé que su Premio Nacional fue, en parte, una compensación artística a la exclusión política de los comunistas.  Pero cuando los comunistas dejaron de ser  políticamente excluidos del juego parlamentario, no vacilaron en cortarle la cabeza, para devolverle la mano a  Isabel Allende, detrás de quien está(ba)  Enrique Escolástico Correa.  Todo bien. Así es el juego. Balmes aceptó con mayor lealtad aún. No dijo nada. Aceptó ser sacado del Museo Allende. Pero eso  -a la postre-  lo hundió afectiva y políticamente. 

Entre tanto, sus mejores obras eran adquiridas por coleccionistas particulares. Me refiero a No y Homenaje a Lumumba.  El problema es que esas pinturas no han obtenido suficiente atención crítica para ocupar el lugar que suponemos se merecen.  Y las operaciones de los coleccionistas no ha contribuido mayormente a ese propósito, de modo que es como si éstas estuvieran “secuestradas”. No tienen cómo avanzar en la re/posición de sus significado en la historia del arte y en la historia política chilena.

Al menos, Al alba, camino a Quilicura, que está en el acceso del MOP, debiera ser solicitada por el MNA para que pudiera formar parte –al menos en comodato- de la colección del MNBA. Por que al fin y al cabo, esa pintura, ¿es de propiedad del MOP?  A lo mejor hubiera que revisar ese registro y poder disponer de ella para un mejor destino, con todos mis respetos para la Comisión Antúnez, que ha tenido que soportar las humillaciones institucionales que corresponde para poder realizar un trabajo ejemplar. 



lunes, 25 de julio de 2016

TEMBLOR FAMILIAR

En la Bienal de Liverpool, Mario Navarro produjo una obra de la que se conocen pocos elementos. En general, la foto más conocida es la carpa instalada en medio de una feroz biblioteca. Pero también, lo que hizo fue solicitar a pacientes en recuperación,  pero que tenían en común haber sobrevivido con secuelas  severas a graves accidentes de tránsito, dibujar la sala de comandos del proyecto Synco. 

Después de la sesión en D21 con la delegación del X Encuentro, escuché con extrema atención el relato que Ale Prieto me hizo de la obra que va a montar en agosto en Galería Macchina.  La crítica, en general, trabaja después de los hechos.  En mi caso, trabajo en la producción de condiciones de producción formal específica. Es lo que entiendo por crítica colaborativa.

Se trata de poner relación unas obras. Entonces, cuando me habló del temblor familiar  no pude dejar de pensar en esta otra obra de Mario Navarro, en la que operaba el efecto de un trauma que in/habilitaba la transcripción gráfica. Ale Prieto quiso hacer del trauma un asunto común; es decir, recuperar una perturbación cuyo origen no tiene una explicación muy precisa. De algún modo, quiso  trabajar la posibilidad de un “trauma portátil”. (En sentido estricto, todo trauma es portátil). Pero apuntaba al hecho de que se hacía visible con una cierta normalidad. (Todo trauma se hace visible en la normalidad aparente de sus indicios).   Y no por menos portátil, menos permanente.

La diferencia con el trabajo de Mario Navarro es que Ale Prieto no solicita la ejecución de un acto gráfico, sino la realización de un gesto doméstico, como tomar una taza de café, abrir un paquete, tomar agua, enhebrar una aguja, correr un mueble, disponer objetos en lugares reducidos, etc… En el fondo, les solicita a un número determinado de personas que padecen temblor  esencial, que inter/actuen en un mismo espacio escenográficamente determinado, en el que realizarán las acciones que les indique el guión del montaje. Todos se dan cita para construir un espacio común y disponerse a jugar un juego. Ese es todo el protocolo.

El temblor esencial[1] es un trastorno neurológico que produce un temblor rítmico en  manos, cabeza,  voz, piernas o  torso. En general,  los temblores ocurren cuando la persona afectada ejecuta acciones
como comer, beber
 o escribir. Este 
síndrome se conoce 
como Temblor de
Acción o Temblor
Cinético y
  ocurre también   
cuando el afectado  
se encuentra en
 posiciones contra  
la gravedad, como
cuando un individuo extiende los brazos hacia afuera del cuerpo y los sostiene en esa posición.
Los síntomas del Temblor pueden ser frustrantes y embarazosos, ya que pueden  llevar  
al paciente al aislamiento social. En algunos casos, puede ser muy molesto o incluso des/habilitar causando dificultad con actividades diarias como escribir, comer, beber o hablar. Cuando estos síntomas son compartidos por los miembros de una misma familia, se le denomina temblor familiar.
En las actuales circunstancias, el temblor familiar es una metáfora del comportamiento de la escena artística como tal, que expone su condición interna sin que se pueda impedir el aislamiento social del arte chileno por (d)efecto  acarreado de su propio trauma de nacimiento. Pero al mismo tiempo es una sutil re/localización de los ejes del trabajo de Ale Prieto,  donde incorpora indicios de “realidad autobiográfica” mediante la hibridación de una narrativa audiovisual que  fija el registro irónico de “la vida de los otros”. 
Me explica su operación video-gráfica. Será un procedimiento tedioso, como un material de cámara sin editar.   Pienso en los pacientes de Mario Navarro que presentan daño neurológico severo por causa externa. Pero los “pacientes” de Ale Prieto poseen algo que los sobrepasa: el temblor, que proviene de una causa interna a cuyo origen se hace difícil acceder.  A menos que sea considerado, el temblor, como una somatización de un trauma que no accede al lenguaje.  Sería una interpretación de pacotilla.  Consideremos que tan solo se trata de un exceso imperceptible que determina “la percepción de ser percibido” (Berkeley).  De modo que la afirmación del “yo” pasa por el registro constructor de normalidad,  que será saldado en la construcción de un escenario, un “set de casa”, donde todo tiene que ocupar su lugar para resolver la normalidad deseada y así conjurar la amenaza del trastorno. 
En el catálogo recién publicado de la exposición (en)clave Masculino  en el MNBA hay suficientes fotos de pinturas en las que aparecen unas manos inquietantes que descansan sobre los hombros de un infante. Son manos que no tiemblan. Era la “era” del arte chileno en que no temblaba la mano para representar las relaciones internas en el orden de las familias.
¿Desde cuando se hace evidente la existencia del temblor familiar en el arte chileno?
Es una pregunta que no espera respuesta inmediata. 





[1] International Essential Tremor Foundation, PO Box 14005 | Lenexa, KS 66285 | essentialtremor.org

lunes, 16 de mayo de 2016

RE/INVENCIÓN DEL ARTE ABSTRACTO


¿Tumbas vacías? ¿Seguimos con Balmes? Hace unas semanas un coleccionista me ha hecho la pregunta por la influencia de Balmes en el arte actual.  Ninguna, le dije. Lo han borrado.  Ha perdido las condiciones de reproducción de presencia.  Ya nadie quiere escuchar su discurso de artista ciudadano ni ver su paradojal pintura.  Lo que se busca, más bien, es  la complacencia de la ilustración política representada hoy día por las más abyectas expresiones de intervención neo-decorativa del arte público.  Como dije, su exposición en el edificio  de la memoria adecuada era tan solo un gesto de cierre para una operación de borradura final. Era la segunda fase del destierro efectivo de su obra por parte de la izquierda brodskyana.  Dejémoslo ahí. Ya ha sido suficiente tener que soportar la impunidad  triunfante de ese sector financiero, con boletas truchas incluidas.

Regreso a Balmes: por cierto, el coleccionista en cuestión no quedó para nada contento. Le expliqué que los artistas históricos, había un momento en que dejaban de tener atención crítica. Y que ésta era sustituida por el ascenso, por no decir invención, de otros artistas de menor relevancia; pero que satisfacían de mejor manera el negocio de la crítica; la que a su vez, se supeditaba  a los negocios  que  un cierto  coleccionismo  levanta en un determinado momento  para  elevar el precio de las obras que ha atesorado;  en particular, geométricos de los años sesenta, que ahora aparecen como descubrimientos “vangohguianos”, portadores del inédito salvajismo de una abstracción  no suficientemente apreciada.   ¡Que frase más extensa! Es que el tema me ha dejado exhausto.

La  extraña e inquietante ventaja de este proceso  es que muchas de estas obras, en su objetividad formal,  parecen  matrices  susceptibles de  ser  fácilmente replicables.  Ya ha ocurrido con las obras de algunas artistas convertidas en referentes altamente sobredimensionados.

No se sorprendan los lectores que grandes especulaciones exhibitivas tengan lugar en eminentes espacios de lavado simbólico. La invención de la atención crítica sobre una pintura geométrica  que en Chile siempre fue y será de segundo orden,  será tan solo la expresión de una tentativa de recuperación etnográfica de una pintura perdida convertida en objeto de culto. Pero fuera de eso, no tienen la menor importancia en la historia del arte chileno. 

Cuando Pettorutti vino a Chile a dictar conferencias sobre arte moderno, fueron consignadas por los primeros números de PROARTE.  Ya me he referido al valor de las revistas antiguas. Hay que leer que las primeras manifestaciones de geométricos organizados en contra de la hegemonía de los post-impresionistas que  dirigían la Facultad, recién datan de 1954. Se demoraron bastante en tomar la iniciativa y lo hicieron como si los argentinos no existieran.  A tal punto que omitieron de manera escandalosa la exposición de los abstractos argentinos organizada en el Hotel Miramar por el Instituto de Arquitectura, realizada en 1952.  De eso ya me he referido en columnas anteriores al mencionar el libro de Alejandro Crispiani, que no ha sido leído por la crítica subordinada a la re/invención del geometrismo como política de producción de una inquietante atención crítica.

Regreso a Balmes, pero en la escena de 1950.  Y claro, asiste a las conferencias de Pettorutti. Lo interesante es que Balmes no por ello se convierte en “geométrico”. Simplemente, para él, Pettorutti representaba un discurso nuevo. Es decir, no tan nuevo. En Chile era novedoso. Y esa novedad anticipó el arribo de la exposición francesa. 

Me adelanto en sostener que  los críticos que se han puesto a la cola del  coleccionismo que  se ha propuesto  “intervenir” de manera grosera, tanto las fuentes como el corpus de obras del geometrismo, omite el efecto que esta exposición tuvo en la escena estudiantil,  que padecía directamente  la enseñanza de los post-impresionistas. 

De lo que primero habla Pettorutti es de un arte abstracto mínimo, que ni el propio Vargas Rozas había podido instalar con eficacia.  Desde ahí,  no es posible  inventar artistas concretos chilenos,   porque jamás estuvieron en la mirada de los paulistas de los años cincuenta para ser reconocidos como tales.  No  existe el arte concreto en Chile.  Ni  tampoco existió un arte geométrico de primera línea, porque esta línea ya    brodskyana.  Dejpio VArgas ticiciulistas. No hay arte concreto en Chile y tampoco hay arte geom brodskyana.  Dejpio VArgas tici había sido dibujada en el Río de la Plata con arte concreto-invención.  Girola provenía de ahí.  Vergara Grez no lo quiso entender así y programó un movimiento geométrico demócrata-nacional, para contrarrestar lo que él mismo denominó de manera despectiva como  “pintura emocional”.  ¡Que lástima para él! La pintura emotiva, como la calificó, lograría conquistar la hegemonía de la Facultad en 1965.  Y su geometrismo de segunda línea tendría que soportar la discriminación política  de manos de los vencedores, que prefirieron pactar con Ortúzar. Así, los geométricos y los muralistas perdieron la partida político-académica de comienzos de los años sesenta.

Ni los críticos ni los coleccionistas se quieren meter  en este tipo de discusiones,  porque sostienen la hipótesis de una neutralidad formal y política, respecto de una época en que ésta era no solo imposible, sino condición de inscripción institucional. Lo que debieran explicar, entonces, es el proceso de des-inscripción que los aqueja y que los condena, a los geométricos, a solo ser recuperados –algunos de ellos- por los discursos de Squirru (Argentina) y Federico Morais (Brasil).

No seamos ingenuos. Las re/invenciones del arte abstracto apenas sostienen la subida de última hora de Matilde Pérez  al torrente del arte cinético.  ¿Y Poblete? ¿Dónde dejan a Poblete? ¿Lo van a excluir por ser geométrico-comunista? Entonces, ¿solo dejaremos en la lista a los geométricos-demócrata-cristianos, para quienes siempre hubo cupo académico en la Sede Norte de la Universidad de Chile, después de las exoneraciones en Bellas Artes del Parque Forestal?  Es como para sostener el chiste curioso según el cual el geometrismo chileno siempre estuvo a la cola de un capitalismo tardío  destinado al mercado interno. ¡Que chiste! ¿Verdad?