La compañía “France-Navigation” fue la
base sobre la cual se pudo montar el viaje del “Winnipeg”. De partida, era una
empresa naviera comunista, que fue formada por el PCF y la URSS para poder
adquirir los barcos que en número suficiente pudieran asegurar el
reavituallamiento de víveres y armas para la República española. Estos barcos
hacían la ruta desde Murmansk hasta Bordeaux y Le Havre. Estaban impregnados al
olor del aceite industrial y el engrase de piezas, municiones y baterías de
artillería desarmadas. Después, en 1939, en Le Havre el “Winnipeg” fue
acondicionado para recibir a pasajeros en situación vulnerable. Pero existía la naviera, que bien podía
destinar uno de sus barcos a realizar otra ruta, entre Bordeaux y Valparaíso. Existía
–entonces- una infraestructura.
El por qué haber homenajeado a la
tripulación francesa del barco, en las personas de Paul y Marcelle
Hertzog-Cachin, tiene que ver con José Balmes. Fue él quien primero me habló,
hace muchos años, de la doctora del barco, que era la hija de Marcel Cachin,
uno de los fundadores del PCF y director por muchos años de ”Humanité”, nada
menos que el diario del partido. Balmes
me aseguraba que el marido era el comisario político. Lo cual quiere decir que
la tripulación actuaba como una célula partidaria. Pero Balmes estaba
equivocado en un punto. Paul Hertzog no era el comisario político, sino Emile Sellon.
Su testimonio ha sido depositado en el Museo de la Resistencia en
Champigny-sur-Mane, bajo la rúbrica dossier
Winnipeg.
(Paul y Marcelle Hertzog-Cachin)
Es Emile Sellon el que se enfrentó al
Capitán Poupin cuando éste, luego de conocer la existencia del pacto
germano-soviético intenta hacer regresar el barco a Francia. Ya era el 23 de
agosto. Hubo intensas discusiones entre los refugiados, como es de imaginar. Para
la tripulación el problema era otro. Eran comunistas y en este momento el PCF
es severamente perseguido por Daladier. Es más: promueven una política de
rechazo a la posición de Francia e Inglaterra, naciones capitalistas, que
declaran la guerra a una Alemania que ha firmado el pacto de no-agresión con la
URSS.
Nada sería tan simple. Hace muchísimos
años atrás me fui a la
hemeroteca de la Biblioteca Nacional y pude revisar los diarios de antes y
después del 3 de septiembre. El barco llegó el 2 de septiembre en la noche. Se
dice que esperaron para desembarcar en la mañana, a pleno día. Se dice,
también, que había dudas acerca del desembarco, porque Francia estaba a punto
de declarar la guerra a Alemania. Si esto se hiciese efectivo, el barco pasaba
a tener otro estatuto, ya que sería reconocido como navío de una nación
beligerante. Pero la declaración tuvo ,lugar el dia 3 a las 19 hrs, hora de
Paris.
Para colmo, los refugiados irían a
desembarcar en medio de una epidemia de tifus que se había declarado en el país,
de modo que todos ellos, al momento en que finalmente desembarcan, fueron vacunados.
El doctor Allende está con su delantal blanco, conduciendo la vacunación. Se
bajan del barco y son “higienizados”. Es una imagen muy “fuerte”.
José Balmes me hizo el relato. No
durmieron en toda la noche mirando las luces del puerto. De noche, me dijo, se
parecía a Lisboa.
Pero no. El doctor Allende los fue a
recibir porque era el sub-secretario de Salud del gobierno de Pedro Aguirre
Cerda. Era miembro del mismo gabinete
que el ministro Abraham Ortega. Pero no hay otros funcionarios que los
de migración. La campaña de la oposición había sido extremadamente dura en contra
del ministro. Pablo Neruda había cumplido su tarea en su doble condición. Es decir, como poeta y como “cónsul Reyes”. Aquí
la palabra poeta significa, por extensión, otras cosas. El “Winnipeg” habrá
sido el más importante poema que haya escrito. De algún modo, prepara el tono,
el estilo, la proyección simbólica de “Canto de amor a Stalingrado”.
No deja de ser compleja la imagen en
que el arribo es saldado con una
ceremonia de vacunación. Es una imagen a
conjurar gracias a la ciencia comunista. En la pintura política chilena ya hay una
escena de vacunación. Está en el mural de la Farmacia Maluje, de 1957. El
marxismo hubiera sido la vacuna. Pero a
los refugiados solo los vacunan contra el tifus, cuya amenaza los espera. En el
barco, por lo demás, hubo un caso. Y más
de veinte personas con fiebre tifoidea. El equipo de la doctora Cachin y las
enfermeras realizaron un enorme trabajo, con medios de a bordo, para aislar el
brote y mantener a raya toda posibilidad de contagio. En un barco se lucha,
siempre, contra el fantasma de una cuarentena.
El barco había hecho ruta desde Murmansk, en 1937. Balmes, exilado
por segunda vez, esta vez en la Francia de 1974, ingresa a trabajar a la Sorbona
(Paris I ) donde será colega de Jean Lancri, que vendrá a Chile en los noventa
para levantar una maestria en la PUC.
Está presente el 3 de septiembre recién pasado en el homenaje a la tripulación
francesa y me dice que él también, en otra ocasión, fue a Murmansk, siendo
colega de Balmes, a dar una conferencia.
Murmansk es una palabra que resuena
como un santo-y-seña en esta historia de “vacunaciones”; en el sentido que
tiene en Chile el ser “vacunado”. Jean Lancri es el crítico y artista cuyo
trabajo me acompañó y me sostuvo cuando escribí, en 1988, “El fantasma de la
sequía”. Mientras se realiza este homenaje en Paris, en Santiago comienza a
circular el libro “El fantasma de la sequía y otros textos”, editado por
Ediciones UDP, que reúne ese texto de 1988 y otros dos textos escritos en torno
al 2006 y 2008, en que celebro el aporte de Jean Lancri.
¿Qué ocurrió, entre tanto, con el
comisario político? El capitán del “Winnipeg”, al verse obligado a cumplir el
contrato y llevar el barco a Valparaíso, a su arribo a este puerto acusó a la
tripulación de amotinamiento. Era su venganza por haber sido conminado a
continuar el viaje. El cónsul francés y el capitán Poupin se dirigieron a las
autoridades marítimas chilenas y lograron que
infantes de marina ocuparan el barco y se llevaran a toda la tripulación,
detenida, al cuartel Silva-Palma. Todo esto aparece en la prensa porteña de
esos días. Resulta extraño que no haya mención en el discurso de quienes
manejan las conmemoraciones.
La paradoja es que mientras los refugiados
ya estaban en Santiago, en su gran mayoría, siendo acogidos por diversas
organizaciones de ayuda, la tripulación francesa estaba presa en Valparaíso. El
gobierno protestó contra la medida y fueron dejados en libertad. Pero como eran tripulación de un barco
francés, fueron detenidos en el barco y regresados a Francia. Muchos de los
tripulantes sufrieron golpes y agresiones durante el viaje. Finalmente, son
desembarcados en Brest y llevados al Fuerte de Ha, en Burdeos. Fueron sometidos
a un juicio por amotinamiento, en el que finalmente fueron absueltos. Pero ya a
esas alturas, Alemania estaba a punto de invadir Francia y gran parte de los tripulantes
del “Winnipeg” se preparaban para enfrentar la amargura de los años que
vendrían.
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