miércoles, 4 de septiembre de 2019

CÓNSUL REYES


Numerosas manifestaciones fueron programadas, en Chile y en el extranjero,  destinadas a celebrar el 80º aniversario del arribo del “Winnipeg” a Valparaíso. En el espacio europeo hubo que esperar hasta el 3 de septiembre, porque el 4 de agosto, que fue el día de la partida, toda Europa –digamos- estaba de vacaciones. El sentido común hizo que la celebración se corriera hacia la fecha del arribo a Valparaíso. Lo cual, a la postre, sería más conveniente, porque permitiría reproducir la escena en la que Salvador Allende espera a los refugiados en la misma pasarela que une al barco con el muelle de arrimo. Y luego, ya sabemos el discurso: la solidaridad del pueblo chileno y el arribo de refugiados cuya contribución al desarrollo de la cultura chilena contemporánea es indesmentible.  

Nunca antes se ha celebrado con tanta ansiedad  una fecha. Es muy probable que  esté ligado a un sentimiento de frustración de parte de quienes consideran que determinados acontecimientos históricos han dejado de ser un coto de caza exclusivo. En efecto, es comprensible que al experimentar una tradición política  ciertas derrotas estratégicas ,  apueste a la inflación simbólica de un inventario de fechas “emblemáticas” pensadas como índices de  moralización de la política.

En este relato adquiere relevancia la reproducción del rol asignado a Pablo Neruda como  articulador de una acción que supera al Estado de Chile. Resulta conmovedor, a estas alturas, leer esos magníficos párrafos de sus confesiones en que el propio vate hace mención al “Winnipeg” como la escritura de su mejor poema. Digamos, un poema performativo que  condensa los términos de un viaje,  realizado en condiciones de extrema complejidad.

Aclaremos una cosa: en esta historia, el cónsul Reyes no se mandó solo. Fue, primero, portador de una solicitud de organizaciones de ayuda a los refugiados españoles. La solicitud estaba dirigida al ministro de RREE, don Abraham Ortega, quien había dado suficientes muestras de cumplimiento de una “política de Estado”. En Chile gobernaba un Frente Popular, donde dominaban los radicales. Es decir, unos reformadores respetuosos de la ley, del orden, de una cierta idea de la justicia y del funcionamiento de las instituciones. Lo menciono porque hay que remitirse a la actitud del gobierno de Chile en 1937, cuando releva al cónsul Reyes de su cargo en Madrid, por expresar de manera inadecuada sus simpatías por el bando republicano. Pero convengamos en que dicha inadecuación está en la base del capital político del poeta. El funcionario es sancionado, pero el poeta alcanza la gloria. Con ese capital simbólico a su haber, las organizaciones de ayuda a los refugiados españoles le encomiendan hacer efectiva  la solicitud. La correlación de fuerzas en Chile ha cambiado en 1939. De cónsul destituido en 1937, Neruda pasa a ser cónsul especial en 1939.

Existe, sin embargo,  un contexto preparatorio sin el cual no se puede entender la posición del ministro Ortega.  Por la embajada chilena en Madrid pasaron alrededor de 2000 asilados políticos, pertenecientes al bando nacionalista. En 1937, el encargado de negocios debe discutir con el gobierno republicano establecido en Valencia la evacuación de los asilados. Se inicia entonces una serie de intercambios de notas oficiales en las que se consigna la posición del Estado de Chile en relación a dos puntos: la extraterritorialidad y el derecho de asilo.

Estos mismos puntos estarán presentes en la serie de intercambios que el nuevo gobierno de Burgos (Franco) sostendrá con la embajada de Chile. Burgos exige la entrega de diecisiete asilados políticos republicanos.  Es tal su insistencia que amenaza en tres ocasiones ingresar al recinto de la embajada. Chile defiende sus derechos, consignados en tratados. Y mantiene su posición en Derecho, del mismo modo como lo había hecho en 1937 respecto de los asilados nacionalistas.

En las Memorias del Ministerio de RREE, en los libros referidos a los años 1938 y 1939 aparece consignada esta discusión, que resulta de vital importancia para escribir alguna nota sobre la ejemplaridad de la posición jurídica de Chile.

Hay tres nociones que aparecen: derecho de asilo, extraterritorialidad e internación.

Esta discusión tiene lugar entre los meses de abril y septiembre de 1939. Es decir, en el mismo período que en Francia han ocurrido dos cosas. Primero, el ingreso de entre 400 y 600 mil refugiados que el gobierno de Daladier confina en campos de internamiento en el sur de Francia. Segundo, la solicitud que organismos de ayuda vinculados a la posición de Juan Negrín, dirigente republicano exilado, solicitan al gobierno de Chile por intermedio del cónsul Reyes.

Existen, en el Estado de Chile, antes incluso del arribo del Frente Popular al gobierno,  condiciones formales para la recepción de tal solicitud. La oposición al gobierno intentará impedir que éste cumpla con su política de asilo. Sin embargo, la firme posición del ministro Ortega le proporciona al cónsul Reyes, el piso político para que realice la misión que le encomienda como “cónsul especial para la emigración española”.

Ciertamente, el cónsul Reyes dependía del apoyo que le brindara el ministro Ortega. Lo que se jugaba era el destino de una política, la construcción de un prestigio y el comienzo de una leyenda.  Pablo Neruda sabía que era portador de una solicitud que ya estaba refrendada por una infraestructura que precedía la existencia de las organizaciones de ayuda.

Me refiero a la existencia de la compañía naviera “France-Navigation”, propietaria del “Winnipeg”. Desde 1937 funcionaba como un pivote fundamental de la ayuda soviética a la república española, realizando el viaje desde Murmansk a los puertos de Burdeos y Le Havre, transportando vituallas y armamento.


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